El análisis. A estas alturas de la investigación, se intuye que la jueza de la dana muestra cierto interés en lo que publican los ... medios de comunicación. De hecho, en alguna resolución ha ensalzado el trabajo informativo que se hizo en las horas previas a la fatídica tarde del 29 de octubre. En ocasiones, determinadas providencias en las que se reclamaba información partían -o al menos coincidían en el tiempo- con piezas periodísticas. Esto tampoco resulta excepcional. Instruir una causa mediática supone, la mayoría de las veces, situarse en el ojo público que, como lugar de confrontación de opiniones diversas, se convierte en agitador de la polémica. Repasemos, así a bote pronto, antecedentes similares en la hemeroteca más reciente. La jueza del accidente de metro, la jueza del caso Erial, la investigación a Eduardo Zaplana, el juez de caso Oltra -del que se dijo que era un instrumento del lawfare para luego situarlo en un pedestal- o algunas decisiones del presidente de la Sección Cuarta, siempre cuestionadas por ser un histórico de la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura. Ocurre, en este apartado, algo singular. Las decisiones de magistrados 'progresistas' nunca se vinculan a su ideología sino a su profesionalidad y sabiduría. En fin, regresemos. Todos los anteriores -no nos olvidemos también de fiscales mediáticos algunos a su pesar y otros por sus méritos- se han visto señalados en mayor o menor medida. Forma parte de las reglas del juego en este tablero siempre sucio donde pone sus manos la política. Pero todo aquello procedía, en la mayoría de las ocasiones, de agentes externos al proceso. O bien políticos o bien mediáticos. Salvo, por ejemplo, el caso de Camps que amenazó con poner una querella a la jueza que investigaba un asunto relacionado con las obras en la Fórmula 1. El caso es que la instructora de la dana ha entrado al trapo en una 'guerra' que distorsiona o añade más trabajo a la voluminosa investigación que tiene por delante. Así se abrazó al «machismo atroz» para defenderse de los escritos del abogado de Emilio Argüeso, el número 2 de Emergencias. A determinadas cuestiones como esta -la injerencia del marido de la jueza en la instrucción de la dana- o bien se aborda de manera frontal o directamente no se contesta. La segunda opción, creo, resulta más aconsejable. Traslademos el ejemplo al periodismo. Si un informador leyera -mejor dicho, le afectaran- los comentarios en redes sociales se vería obligado a encerrarse en una cabaña. Lo de sacar la bandera del machismo no parece lo más acertado desde el punto de vista comunicativo. Resulta evidente el interés de Argüeso y de Pradas por 'sacar' de la investigación a la magistrada. Algo que se sustenta, en teoría, en ese foco cerrado, desde el minuto uno de las pesquisas, y en ciertas expresiones de sus autos, más propias de una fase final de una instrucción que del inicio de una causa como esta, extremo en el que coinciden, con algunos matices, buena parte de las fuentes consultadas. Todo esto, sumado también a cierta ironía en sus resoluciones, «el Cecopi parecía un búnker sin teléfonos donde el tiempo pasaba lentamente», o en sus interrogatorios: «Esto me recuerda a la película 'El Ángel Exterminador'. La estrategia de los investigados ha terminado en una queja al Poder Judicial. Por otro lado, Manos Limpias ha presentado una querella en la que supuestamente aporta grabaciones a unas víctimas que no fueron atendidas por la magistrada. Todo esto se ha convertido en una derivada que lastra el objeto fundamental de la causa: los acontecimientos del 29-O. Exactamente igual que ocurre con el papel de Mazón aquella tarde, la comida, la sobremesa y el Palau, otro de los asuntos extrajudiciales que enturbian la necesidad de saber de la manera más fidedigna posible qué pasó ese maldito 29-O.
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