Bruselas honra a la patata frita
Ecos del mundo ·
Un museo lleno de curiosidades. La más larga jamás cocinada midió casi diez metros y el tiempo récord friéndolas es de 127 horas y 15 minutosEn 2016, mientras los líderes europeos negociaban la salida del Reino Unido de la Unión Europea, la entonces canciller alemana, Angela Merkel, se escapó de ... la reunión de los jefes de Gobierno del bloque comunitario para probar las patatas fritas belgas en 'Maison Antoine', uno de los establecimientos de referencia de la ciudad. Pidió 45 raciones de patatas para todo su equipo, acompañadas mayormente de mayonesa. La fama a nivel mundial de esta especialidad belga y la veneración que existe en torno a ella es tal que en Bruselas se acaba de inaugurar el Museo de la Patata Frita.
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Para hacerse una idea de la dimensión que alcanza la popularidad de este snack en Bélgica basta con conocer un dato: cada ciudadano del país consume de media hasta 300 kilos de patatas al año. Dentro del museo, cuya visita puede durar entre hora y media o dos horas, se pueden descubrir muchas más curiosidades, como que la patata frita más larga jamás cocinada midió casi diez metros, que el récord Guinness de cocinar patatas sin parar lo ostenta Nick van den Langenbergh -después de que en 2024 estuviera friendo patatas durante 127 horas y 15 minutos- y que en 2016 una emisora de radio belga envió al espacio un cono gigante de patatas que llegó hasta los 37.154 metros de altura.
El museo sirve también para descubrir cómo llegó la patata a Bélgica y el origen de este tradicional plato. Las primeras patatas fritas fueron documentadas en Bruselas y París a finales del siglo XVIII y su venta como comida callejera se popularizó en el siglo XIX. Las friterías -o 'fritkots'- se establecían al principio como puestos ambulantes en mercados y ferias; y después pasaron a convertirse en establecimientos más asentados. Hoy en día forman parte del paisaje de Bruselas y de la cultura popular belga.
Se llaman 'french fries' por unos oficiales americanos, que creyeron que los soldados belgas que las preparaban eran franceses
La elaboración de las tradicionales patatas fritas belgas está cuidada al milímetro: desde la variedad de patata -la ideal es la bintje, de origen holandés-, hasta la temperatura a la que se cocinan. Las 'frites' belgas se cocinan dos veces; primero, a baja temperatura y después, a alta. Lo que comenzó siendo algo práctico para atender toda la demanda que enfrentaban, fue perfeccionándose y ahora esta doble fritura da una textura crujiente por fuera y tierna por dentro, que hace únicas a las patatas fritas belgas. Para freírlas se usa, además, grasa animal, lo que les da un sabor muy característico, aunque hoy en día en la capital belga también las hay que se fríen en aceite vegetal, como opción para los vegetarianos.
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A pesar de que los belgas sean los maestros de las patatas fritas, el nombre en inglés -'french fries' (patatas francesas)- se originó durante la Primera Guerra Mundial. Al parecer, cuando unos oficiales estadounidenses probaron las patatas cocinadas por soldados belgas francófonos, pensaron que se encontraban en Francia, otorgando erróneamente a este país el mérito del plato. Años después, este equívoco sigue molestando a los belgas, que en 2014 impulsaron un proceso para que la Unesco reconociera su tradición de freír patatas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
La Orden del Cornete de Oro
Las patatas fritas forman parte de la cultura popular belga y han inspirado innumerables canciones. 'Les frites c'est belge'/'Las patatas fritas son belgas' es uno de los más de cien temas musicales que sobre este snack se pueden escuchar en la 'jukebox' del Museo de la Patata Frita en Bruselas. La exposición incluye una muestra de los distintos tipos de cortes de patatas que existen -hay hasta un cortador hexagonal, que en su momento estuvo marcado por la polémica en torno a su invención-, cómo eran los primeros puestos de venta ambulantes -carros de madera con ruedas-, un cabaret con patatas que cantan y hasta un registro en el que se puede participar sobre si la gente prefiere la mayonesa o el ketchup. Todo ello a un paso del Manneken Pis, el icono de la ciudad, y justo frente al Museo del Chocolate, otra delicia belga.
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Para disfrutar de las mejores patatas de la ciudad basta con acercarse al barrio europeo, a 'Maison Antoine' -siguiendo el ejemplo de Merkel-; a 'Frit Flagey'; o a 'Fitkot Chouke', en la Plaza de Sainte-Catherine. En algunas de estas friteries las colas son interminables a cualquier hora, sea cual sea el día de la semana.
Existe, además, una orden honorífica que se encarga de promover esta tradición belga y que distingue a los mejores puestos del país: la Orden Nacional del Cucurucho de Oro, en referencia al cucurucho en el que se sirven las patatas fritas belgas. Esta asociación entrega cruces honoríficas a aquellos puestos que lleven, 25, 50 y 75 años friendo patatas. El creador del museo, Eddy van Belle, también fue galardonado en 2014 con la Cruz de Plata por su contribución en la promoción de este plato típico, que sigue formando parte de la dieta de autóctonos y visitantes.
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