Hun Sen, el ojo de Camboya
Perfil ·
El veterano líder ha llevado las riendas del país asiático, enfrentado recientemente con Thailandia, recurriendo a medidas autoritariasNo hay horror bélico que no haya conocido Camboya a lo largo del último siglo. El país fue colonizado y, posteriormente, se convirtió en uno ... de los crueles escenarios de la Guerra Fría. Resultó bombardeado, invadido y destruido por una guerra civil. El fin de la contienda no trajo la paz, sino el mayor de los espantos. El experimento político y sociológico de la Revolución del Jemer Rojo desembocó en un genocidio. Entonces, como un hálito de esperanza, llegó Hun Sen, nuestro protagonista. Y, desde aquel momento, no ha abandonado las riendas del Estado. Aun hoy, los analistas apuntan a su responsabilidad directa en el reciente conflicto armado con Tailandia.
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Él, nacido en 1951, era uno de los jóvenes guerrilleros que impulsaron la distopía comunista, radical y criminal. Aquel joven estudiante de Administración Pública, miembro de una familia relativamente acomodada de origen chino, se había unido a la resistencia comunista. Como sucedió a otros muchos, la espoleta para el alistamiento fue la decisión de Washington de destituir al rey Norodom Sihanouk, venerado por los suyos, e imponer al coronel Lon Nol, siempre fiel a la Casa Blanca.
Llegó al cargo de comandante de batallón antes de huir a Vietnam, donde encabezó la rebelión contra el régimen de Pol Pot dentro de las filas del Frente de Salvación. El régimen de Hanoi desplazó a los tiranos e impuso un gobierno títere en el que ejerció como ministro de Asuntos Exteriores. Siempre ha negado su participación en la gigantesca represión propiciada por las milicias del alucinado caudillo, arguyendo que ya había desertado antes de que sus planes se pusieran en marcha. También se le ha acusado de obstaculizar las investigaciones judiciales impulsadas por la ONU para dirimir responsabilidades en aquellas matanzas.
En cualquier caso, llegó al poder para quedarse. Participó en las elecciones de 1993, cita impulsada por Naciones Unidas para establecer un tránsito democrático, aunque fue vencido por el opositor y promonárquico partido Funcinpec, comandado por el príncipe Norodom Ranariddh. Ambos formaron un gobierno de coalición hasta que los constantes desacuerdos desembocaron en el golpe de Estado de 1997.
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El 'putsch' de Hun Sen dio lugar a una sangrienta represión con ejecuciones de ministros y detenciones y torturas de enemigos políticos. Sin embargo, las elecciones de 2003 reeditaron la coalición y el líder mantuvo su cargo de primer ministro. Las dos últimas décadas han traído la estabilidad a este país torturado, pero a un precio muy alto. El antiguo comunista se reconvirtió en un promotor de la economía de libre mercado apostando por la llegada de inversiones extranjeras, incluso enajenando tierras campesinas y bosques naturales, provocando grandes daños medioambientales.
Esa reconversión ha sido habitual en países del sur del planeta. Como ocurre en otros lugares con escenarios similares, su reconversión en un líder prooccidental le permitió cierta tolerancia de Estados Unidos y Europa hacia prácticas autoritarias y una corrupción galopante, aparentemente favorecida por su control de la Administración, en el comercio de recursos minerales.
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Esta deriva fue contestada tras las elecciones de 2013, cuando el partido gubernamental y el opositor se declararon triunfadores. Las manifestaciones masivas que protestaban por el supuesto fraude fueron reprimidas duramente y, a partir de ahí, la tendencia de estrangulamiento de la disidencia se volvió más enérgica. Cuatro años después, se aprobó una norma que permitía la disolución de partidos políticos. El líder opositor Kem Sokha fue condenado en 2023 a 27 años de arresto domiciliario por traición.
Una dinastía política
Las elecciones de 2018 marcaron el culmen de ese mando absoluto. El Partido Popular de Camboya, la formación gobernante, se hizo con los 125 escaños en juego y, cinco años después, retuvo el 90% de los asientos en juego. Esos comicios sirvieron como traspaso de mando a su hijo Hun Manet, como si pretendiera la instauración de una dinástica política paralela a la monárquica tradicional.
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Hun Sen no se ha retirado ni siquiera formalmente de la escena pública y actualmente es presidente del Senado. Su influencia va mucho más allá. Existe la sospecha de que el reciente conflicto militar ha sido fomentado por sus desavenencias personales con Thaksin Shinawatra, el hombre fuerte del reino vecino. Pero no hay certezas. Tras la apariencia afable del antiguo primer ministro se esconde un hombre impenetrable, uno de los veteranos de la política del Sudeste Asiático y de todo el mundo.
No hay muchos estadistas como él. Este jugador de ajedrez y aficionado al fútbol ha permanecido más de tres décadas en un escenario tan complejo y violento como el camboyano sin perder las riendas. El político sólo posee un ojo, ya que el otro lo perdió en los combates en torno a Phnom Phen, la capital, cuando era un joven miliciano, una etapa que prefiere olvidar. Su ambición siempre ha tenido otras miras.
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