Manama, la capital de Bahrein, de donde se retiraron los británicos en 1971.

Rompiendo el Ramadán con los Ramones

Cuando se pone el sol, acaba el ayuno y ya se puede hacer de todo: comer, beber, fumar y copular, no necesariamente por este orden. Fumar suele ser al final

Íñigo domínguez

Jueves, 30 de julio 2015, 21:28

Mi primer contacto con el emocionante mundo de las prohibiciones islámicas fue la tienda semiclandestina de licores del aeropuerto de Catar, mientras esperaba mi vuelo a Bahrein. Vagaba entre los toblerones cuando descubrí en una esquina un telón negro con un cartel: "Solo No Musulmanes". Aunque nadie vigilaba y no sé cómo se puede identificar como tal a uno que diga que no lo es. Basta ir vestido de calle. Me asomé y se abrió ante mí un espectáculo frenético. Era la sección de alcohol del duty free, autorizada solo a los paganos. Me alegré mucho de serlo. Igual que los grupos desatados de indios, asiáticos y razas indefinibles que arramplaban con botellas de todo tipo con euforia infantil. Las azafatas hasta te ofrecían cestas con una calculadora dentro. Comprobé que lo que les priva por aquí es el whisky, y con formatos gigantes que no había visto en mi vida. Botellas de 5.000 dólares, alguna de coñac de 24.000. Tenían incluso absenta.

Publicidad

LA RUTA

  • EL IFTAR

  • Es la hora de ruptura del ayuno del ramadán, que coincide exactamente con la puesta del sol. La hora oficial de inicio y fin aparece cada día en los periódicos, como las mareas. El Iftar es la gran fiesta con comilona que se organiza en casas, hoteles y restaurantes.

  • EXTRANJEROS

  • En los países del Golfo -salvo Bahrein y Arabia Saudí- los extranjeros superan con mucho a los habitantes nacionales. En Catar los oriundos son solo el 12%; en Emiratos Árabes Unidos, el 20%; en Kuwait, el 31%. Los inmigrantes, sobre todo asiáticos y musulmanes, ocupan casi todos los puestos de trabajo.

Doha, como otros aeropuertos de la zona, es un eje crucial de las rutas de Asia. De allí vienen los habitantes mayoritarios de los países del Golfo: los currelas. Sí, son muchos más que los oriundos del lugar, porque la mayoría prefieren no dar ni golpe. Esto es algo grande, admitámoslo, quién pudiera. Quienes levantan estos países, literalmente porque ocupan toda la construcción, limpian y hasta se encargan de los niños son los inmigrantes. Lo que pasa es que hasta la Policía es extranjera. A nosotros se nos haría raro. Imaginen la Guardia Civil formada casi exclusivamente por, qué sé yo, albaneses y rumanos. Algún conocido facha no saldría de casa. Estos países nos pueden dar muchas lecciones de tolerancia. Al menos hasta que se sabe cuánto pagan y cómo les tratan. Por si se quedan más tranquilos, sepan que les explotan malamente.

El otro gran impacto cultural es ver a chavalotes árabes que van vestidos como Cristiano Ronaldo o Justin Bieber. Parecen muy modernos, pero luego ves detrás a su parienta, forrada de negro como un muñeco de la guerra de las galaxias. Se te van los ojos a los pies, lo único visible, y es fascinante entrever zapatillas rosas fosforito o de colores chillones, una chica de 2015 atrapada en la Edad Media.

En fin, vayamos a los datos. Según Google, seis de los primeros ocho países con el mayor tráfico de pornografía en internet son musulmanes, y eso que en muchos de ellos está prohibida: Pakistán, Egipto, Irán, Marruecos, Arabia Saudí y Turquía. Total, que son gente normal, como nosotros, ningún abismo cultural en lo esencial. No se habla de ello en foros internacionales, pero los niveles de masturbación en algunas de estas naciones quizá superen el bombeo de su producción petrolífera. Convivir con normalidad con el porno es una de las cosas más útiles de esta vida, si no uno se obsesiona. Incluso se imagina el paraíso con diez mil tías y hace lo que sea. Si van a ver una de las mayores sex-shop on line autorizadas del mundo árabe, El Asira, es como de guardería. Venden cremas y velitas. Así están todavía.

Por fin aterrizo en Bahrein, capital Manama, y me va a buscar mi amigo Ambrosio, que vive allí. Se asombrarían de la cantidad de españoles que andan por países raros. En cuanto empecé a contar lo de este viaje, todo el mundo conocía a alguien por allí. Saberlo y gorronearles la casa fue todo uno. Son las ocho de la noche y ya es el Iftar. Es el crepúsculo, cuando se acaba el ayuno del ramadán y uno ya puede hacer de todo: comer, beber, fumar y copular, no necesariamente por este orden. Fumar suele ser al final. Todo ello se dice gráficamente con la expresión "romper el ramadán". Por la carretera vemos anuncios que dan ideas sobre cómo hacerlo. Como uno de McDonalds: "Celebra el Iftar con una hamburguesa doble". Lo clásico es un dátil.

Publicidad

Esta comilona es una fiesta diaria durante un mes y te lo montas en casa o vas fuera. Hoteles y restaurantes organizan el Iftar en plan cotillón de Nochevieja. Lo sé, la palabra cotillón tiene siniestras connotaciones, e imaginen unas navidades que duren un mes, encerrado en casa con la familia viendo la tele todo el día -el ramadán es el momento de las máximas audiencias y los grandes estrenos- y encima sin alcohol. Peor es para las mujeres, que cocinan el banquete nocturno en ayunas. Pese al evidente interés humano del fenómeno, Ambrosio me informa de que nos espera ya una fiesta en la piscina de su bloque de vecinos. No con "locales", sino con "expatriados". Es la terminología al uso.

Unidos por un puente

En la piscina están rompiendo el ramadán con música de los Ramones y cajas de cervezas, un perfecto ejemplo de la degeneración occidental. En Bahrein hay tiendas de alcohol y puedes organizar una fiesta así fuera de la vista de la gente, para no ofender. Por eso no han invitado a amigos de aquí. No les llaman cuando quieren divertirse de verdad. Es curioso cómo funcionan las prohibiciones: el hecho de que no puedas beber dispara las ganas de hacerlo. La gente aquí pierde mucho el control, me confiesan, porque hay una ventaja: como nadie bebe no hay controles de alcoholemia. Algunos me cuentan que a veces han vuelto a casa mamadísimos en el coche, como no lo han hecho en su vida en España.

Publicidad

La piscina es cubierta, pero con una función opuesta. Tiene una lona que le hace sombra, porque si no durante el día se convierte en una sopa abrasadora. En ella se zambullen ingleses patizambos y forzudos con el pelo al uno borrachos hasta las patas. Trabajan en Arabia Saudí y cuando están aquí se despendolan. Bahrein es una isla, pero los dos países están unidos por un puente de 26 kilómetros que además de comunicarles permite a mucha gente que trabaja en Arabia no vivir allí, porque debe de ser un coñazo increíble. El problema es que por las mañanas se forman unas colas tremendas en la frontera, y puedes tardar desde hora y media a tres horas. "Depende del tipo que esté en la aduana. Están todo el día con el puto teléfono móvil, no levantan la cabeza, de verdad, y con cada coche se tiran un montón. Esto de internet y los móviles les está cambiando la vida, hasta ahora no tenían ninguna libertad y esto lo revoluciona todo". Me lo cuenta un francés que va y viene todos los días a Arabia a trabajar. Por tener aquí a la familia más tranquila y no obligar a su mujer a estar vestida de negro con la abaya.

En cambio, los fines de semana muchos saudíes escapan de estampida a Bahrein para mamarse e ir de putas. Aunque esto no lo veré porque es ramadán. Esa es la frase que más me han dicho en el viaje: "Es que no tenías que haber venido en ramadán". Y es verdad, porque si se sigue bebiendo así el ramadán va a acabar conmigo. Me acosté con una melopea importante. A las 3.17 en punto de la madrugada me sobresaltaron unos lamentos guturales en la oscuridad. Eran las llamadas a la oración de las mezquitas, pero así, en medio de la noche, me dieron muy mal rollo. Ambrosio me contó que a él también le pasa. Pensé que en ese momento la gente se levantaba a pegarse el último atracón antes de que se hiciera de día y casi me tengo que levantar yo a vomitar. Por mi irrefrenable vicio de pensar tonterías, también imaginé que, al mismo tiempo, discurría por las tinieblas de internet una marea de tórridos vídeos jadeantes.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias al mejor precio

Publicidad