Tensión en Aldaia tras una noche mirando al barranco: «Se nos inundó la terraza y las alcantarillas no tragaban»
Vecinos del entorno del barranco de la Saleta afrontan la dana de este fin de semana con incertidumbre y con el recuerdo de la catástrofe del 29 de octubre
Ansiedad, miedo e incertidumbre. Son las tres palabras que mejor definen la sensación de los vecinos de Aldaia cada vez que ven como una nueva dana se acerca hacia la Comunitat Valenciana. La de este fin de semana, de nombre Alice, ha traído lluvias torrenciales que en su pico más alto, en la medianoche del sábado, dejaron entre 80 y 100 litros por metro cuadrado en poco más de una hora. Otra vez el susto en el cuerpo cuando está a punto de cumplirse el primer año desde la catástrofe climática que terminó con la vida de 229 personas y dejó decenas de pueblos anegados y pérdidas de millones de euros.
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«Se nos inundó la terraza otra vez y las alcantarillas no tragaban», relata Cristina Murciano, vecina de la localidad que vive en una de las calles colindantes con la Saleta y que el pasado 29 de octubre de 2024 recibió la alerta en su móvil cuando ya tenía el agua al cuello. Ella y su familia lo perdieron «todo», así que ha vivido sendos episodios de temporal, tanto el del fin de semana pasado como el de este, con «mucho mucho miedo e incertidumbre porque puede volver a pasar».
Una descripción similar de sus sentimientos hace Zulema Gómez, también vecina de Aldaia, mientras vuelve de visitar a su hermano, que vive en una de las casas que dan al barranco y que se inundó hace poco más de 11 meses. «Te repites que no son los 500 litros que cayeron aquel día, pero como no sabes lo que está ocurriendo por la parte de arriba [en referencia a los cauces anteriores antes de llegar a su pueblo], te asustas». Así le ocurrió también el pasado fin de semana a su hermano, que decidió irse a dormir a casa de sus padres tras recibir el aviso de Es Alert en su móvil. Esta vez, en cambio, ha optado por afrontar la tensión y quedarse en su casa, cuenta Gómez.
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En el paseo por el que transcurren ambas mujeres y decenas de vecinos de Aldaia hay varios vestigios de la tromba de agua que se vertió sobre el municipio esta medianoche. El barro ha vuelto a esparcirse en los pasos inundables de la localidad mientras que las calles adyacentes se han bloqueado con un reguero de vallas de metro y medio de altura que impedirían el paso del agua en caso de desborde. Y es que las lluvias volvieron a mostrar imágenes de calles con los coches inundados a la altura de media rueda.
También los negocios y las viviendas aledañas a la zona de la Saleta muestran cómo el miedo y la ansiedad ha estado omnipresente durante todo el fin de semana, con sacos de arena o barricadas en las puertas para tratar de impedir el paso del agua en caso de que la emergencia fuera a más. Así lo cuenta otra vecina que es dueña de una academia ubicada cerca del paso inundable. «El jueves, antes de irme, puse las cosas en alto y coloqué barreras», detalla, y añade que entre los propietarios de los locales comparten el material de protección como los botes de espuma para sellar las puertas.
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Prevención y avisos con tiempo
El recuerdo todavía en carne viva de la dana del pasado 29 de octubre sirve de azuce a las administraciones para mejorar en la prevención ante episodios de fuertes lluvias. Así lo constatan los vecinos entrevistados, que afirman que la información por parte del ayuntamiento les ha llegado a través de varios canales y con más antelación. Dejar los coches en zonas no inundables, vigilar a las personas mayores para que estén en zonas elevadas o bloquear las calles peligrosas con tiempo son tres de las señales que se han vertido estos días en el municipio, según cuentan las vecinas entrevistadas.
«Los avisos te recuerdan a lo ocurrido el año pasado, aunque aquel día no enviaron ni uno», expresa Manuel García, también aldaiense. Él tuvo que desplazarse este sábado hasta Picanya, localidad cercana, para recoger a su hija del metro y cuenta que había «atascos» por todos los lados.
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Desvío barranco la Saleta
Precisamente para evitar que las inundaciones se repitan cada vez que la lluvia cae de manera torrencial en Aldaia y para impedir que el barranco de la Saleta se desborde como hizo hace 11 meses, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico está impulsando un proyecto para desviar el cauce del barranco y que este se traslade a la intermediación entre Aldaia y el barrio del Cristo. El pasado jueves, en concreto, se publicó en el Boletín Oficial del Estado la resolución para que la Conferencia Hidrográfica del Júcar diera información pública acerca de las expropiaciones necesarias para desarrollar el proyecto. Esta obra desviará las aguas del barranco de la Saleta y lo conectará con el nuevo cauce del río Turia.
Paiporta
Aldaia no ha sido el único municipio que ha pasado la noche con un ojo puesto en su barranco. También Paiporta, uno de los más afectados el pasado 29 de octubre por el desborde del barranco del Poio, que atraviesa el pueblo, ha permanecido con las alarmas encendidas. En su caso, el caudal de la rambla ha estado controlado y en ningún momento ha habido riesgo alguno, pero eso no quita que los vecinos, especialmente los que viven en primera línea, sintieran un runrún de intranquilidad.
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«Te pones un poco nerviosa, la verdad. Yo esta noche he tenido insomnio y de vez en cuando me asomaba a la ventana para ver si las alcantarillas tragaban agua con normalidad», relata Paqui, vecina de Paiporta cuya casa da directamente al Poio y que en la pasada riada vio cómo se le inundaba la planta baja.
Con la misma mosca detrás de la oreja pasó la noche del sábado Manuel Velázquez, que también reside en una vivienda colindante con la rambla y que el día de la catástrofe llegó a tener el agua a la altura de la rodilla. «Esta madrugada a las 3.30 horas me he levantado para ver cómo estaba el barranco. Vi que había crecido como un metro, así que hasta llegar al límite quedaba mucho todavía», remarca. Por su parte, una tercera vecina, Isabel Arribas, comenta que no tenía «mucho miedo», aunque sí que estaba «más preocupada de lo que hubiera estado hace un año».
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Hasta que la obra se lleve a cabo, los vecinos de Aldaia y de los municipios vecinos tendrán que seguir con el miedo, la ansiedad y la incertidumbre cada vez que miren al cielo y vean que una tromba de agua descarrila en su localidad. Eso sí, con el aprendizaje de lo ocurrido en la catástrofe del año pasado y con las alertas mucho más activas. «Hay una mayor conciencia colectiva, tanto de la gente como de las administraciones», zanja Gómez.
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