El mejor vino de la Comunitat: la mistela que es también un elixir
PROAVA premia un vino de Bodegas Xaló de profunda raíz mediterránea: «Quien lo prueba, repite», dice su creador, el enólogo Sergio Balaguer
El Descubridor
Jueves, 18 de abril 2024
El reciente certamen oficial de vinos de la Comunitat Valenciana estuvo marcado por el reconocimiento a la figura de Eduardo Mestres, fundador de PROAVA, precursor ... de la Mostra de Vinos de la Comunitat y luchador infatigable en defensa de la producción agroalimentaria de calidad valencianas. Su fallecimiento, en septiembre de 2023, conmovió al sector vitivinícola valenciano conmovido y estuvo desde luego muy presente durante la cata del concurso: más de 40 expertos, sumilleres, restauradores y enólogos cataron a ciegas un total de 300 muestras procedentes de numerosas bodegas de las tres provincias, con un resultado que tiene bastante de magia: un tributo a la memoria el fundador de PROAVA, que da nombre al premio, porque el vino elegido resultó ser una marca donde tenía puestas sus complacencias: el Riu Rau, un moscatel de Bodegas Xaló de la Denominación de Origen Protegida Alicante (DOP). «Un elixir», según Sergio Balaguer, el enólogo de la bodega cooperativa que dirige José Juan. Un profesional de la tierra que descubre a continuación los secretos de este vino de éxito.
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«Hace unos 16 años», recuerda, «hicimos una prueba en la bodega con esta mistela y nos encantó». De aquella experiencia inicial nace en efecto esa expresión que Balaguer emplea a lo largo de la conversación: entender su vino como una suerte de elixir. Según la RAE, un licor de naturaleza medicinal, descripción que encaja muy bien con las palabras de sus hacedores al frente de una bodega cooperativa que reúne a 400 socios, diestros en el arte de cultivar sus parcelas de uva moscatel y giró. Su Riu Rau, en efecto, parece tener propiedades curativas, no sólo por los galardones que derrama sobre la bodega donde nace sino porque adquiere atributos casi milagrosos: «Es como comerte una pasa, como comerte el campo». La feliz expresión con que Balaguer expresa las virtudes de su criatura se abrocha en otra frase que resume el efecto que causa entre quienes disfrutan de una de sus 6.000 botellas en que cifra la producción anual: «El que prueba, repite». Un eslogan que avala la pertinencia de su apuesta por esta variedad autóctona, un vino alumbrado con las uvas de variedad moscatel de la zona (Lliber, Xaló, Alcalalí y algunas pequeñas parcelas de Benissa y Gata) que se somete a un proceso clásico en esta clase de elaboraciones: se cosecha a finales de agosto, se seca al sol durante ocho o doce días y luego se muele y despalilla, antes de introducir el alcohol en el mosto resultante hasta alcanzar una gradación de 15 grados.
Pero el secreto, la genuina clave que certifica que estamos ante un vino de máxima excelencia, reside en que los sacerdotes que ofician esta liturgia (los citados Balaguer y Juan, además del asesoramiento de Pedro Cárcel, el célebre hechicero de Requena) someten al fruto a un rígido control de calidad para que el vino que nacerá de esa manipulación no pierda ninguna de sus propiedades, sino que por el contrario mantenga esos preciados atributos: salinidad, frescura, una acidez muy características… El resultado de regular con un celo especial un proceso donde se mantiene el fruto siempre en una temperatura constante («Aguantamos el frío en la uva todo lo que podemos», señala el enólogo) es «una mistela distinta a todas». Una mistela de premio, que sanciona los elevados estándares de producción que son propios del conjunto del catálogo de la bodega: su apuesta por esa clase de vinos que se beneficia del vecino aporte salino del mar («Estamos en línea recta a unos tres kilómetros del Mediterráneo», precisa Balaguer) y de una condiciones paisajísticas únicas, inigualables: «Tenemos unas condiciones de cultivo muy particulares, porque la cercanía del mar se nota en la ventilación constante, gracias a la brisa, y también en estas tierras, que son de una clase muy particular». «Los viñedos tienen un gran aporte aromático», añade. «No hay moscatel como el de la Marina».
Un moscatel que ejerce como emblema del conjunto de su producción, nacida en unos 600.000 kilos de uva que permiten elaborar también vinos tintos y rosados con la variedad giró, aunque es evidente que donde la bodega pone su foco principal es en esos blancos como su premiada mistela y otros también galardonados en la muestra de Proava. Es el caso de su moscatel fermentado en barrica de roble francés, un vino nacido en el año 2020 fruto de una serie de exitosas pruebas que ahora goza de un considerable respaldo entre los consumidores. « Al principio la gente era más reacia a beber este tipo de blancos envejecidos pero ahora hay más aceptación», señala, antes de volver a recordar ese momento mágico en que su mistela se llevó los honores del premio principal, la coincidencia de que lleve el nombre de Eduardo Mestre, «que siempre nos valoró mucho y que solía decir que este era uno de sus vinos favoritos». Su ilusión, en fin, por un reconocimiento que desborda la emoción en la bodega: «Fue como si se hubieran alineado los astros».
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