Es 15 de agosto, el día de la Mare de Déu d'Agost y Bétera es una fiesta. Una fiesta de las grandes. Calles repletas de gente, calor, abanicos, música, sol, confeti, campanas al vuelo, 'majorals', obreras vestidas de valenciana y otras con elegante traje negro. Es un día con mucho color, el que irradian las camisas de flores que visten los vecinos. Pero, sobre todo, es un día con aroma de albahaca. Sí, Bétera cumple con generosidad con la larga tradición de 'les alfàbegues'. Dieciséis monumentales albahacas, de hasta 2,80 metros de altura, desfilan por las calles sobre las que la 'rodà de les alfàbegues' descarga una lluvia de once toneladas de confeti: nueve mil kilos de varios colores y dos mil del color escogido por los 'majorals', una selección que se guarda en secreto hasta que arrecia la tormenta. El de este año ha sido azul.
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El público, presente en gran número a lo largo de todo el recorrido, contempla el paso de las dieciséis albahacas que han salido del 'corral' donde se cultivan. Las llevan los 'coseters', como así se conoce en el pueblo a los voluntarios portadores. Y se oye cómo los seguidores del desfile corean la que quizás sea la voz más popular entre los amantes de la fiesta: «La volteta, la volteta». Es la reclamación popular que lleva a que los 'coseters' den la vuelta a la monumental albahaca a quienes la han solicitado. Es un regalo para el público, que también provoca a los 'majorals' para que les lancen confeti y llega entonces la descarga de papel de colores que cubre el suelo hasta alcanzar los tobillos de los presentes.
La comitiva la cierran las dos obreras 'fadrines', las grandes protagonistas –junto a las albahacas– de la fiesta. Es un honor que este año ha recaído en Mar Alcácer Ferrando y Marta Ricart Sánchez. Y con ellas los 22 'majorals', esa figura esencial en la cultura popular valenciana a la que otras localidades llaman clavarios o festeros, un amplio grupo de jóvenes que en 2025 ha presidido Dani Castillo Porcel.
Las obreras solteras lucen las mejores galas. Visten traje de valenciana y sus acompañantes las protegen del sol con bellas y sofisticadas sombrillas. Y dicen en el pueblo que cuenta la leyenda que el lanzamiento de confeti, que a las obreras no puede afectar, responde a que ellas son las que más brillan y nada puede eclipsar su luz. De ahí que queden liberadas del inocente ataque, mientras el público no queda libre del festivo disparo.
A medida que la espectacular 'rodà' avanza, el ambiente de fiesta crece. Se percibe con gran claridad en el ambiente. Empiezan a sonar las campanas al ritmo de volteo de día grande. El 'tabal i la dolçaina' se escucha con mayor intensidad. En la placeta del Sol ya están preparados dos cañones para disparar los dos mil kilos de confeti azul de los 'majorals' mientras las dos obreras casadas de 2025, Amparo Olmos Cerdá y Toña Morcillo González junto a sus acompañantes, esperan a las 'fadrines' en la puerta de la iglesia de la Inmaculada.
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Van llegando 'les alfábegues' y la fiesta sigue creciendo. En la puerta del templo, otra vez 'la volteta' y paso adelante para entrar y colocar cada albahaca en una capilla bajo vítores a la Mare de Déu. Cuando la última alcanza el umbral del histórico pórtico de la Purísima sólo queda que tomen la escena las 'fadrines' al encuentro con la casadas, que son las encargadas de colocar las mantillas a las primeras para acceder las cuatro juntas a la iglesia. En el momento del encuentro, un abrazo repleto de emociones rubrica cuatro horas de desfile, cuatro horas de amor por un pueblo y su tradición más genuina.
Dice Ramón Asensi, el experto en el cuidado de las albahacas, que desde el siglo XVII se tiene constancia documental de la celebración de la 'festa de les alfàbegues'. Pero explica también que el origen de todo puede venir incluso de civilizaciones anteriores a la cristiana. Detrás parece encontrarse el culto a la fertilidad representado en las singulares albahacas de Bétera, unas plantas que se siembran en marzo y a las que se les dedican los cuidados más exquisitos no sólo para que crezcan, sino también para que lo hagan en la forma que se desea. «No hay secreto», asegura Ramón. Sólo la delicadeza de las atenciones que se les presta. Ayer lucían preciosas formadas en el corral desde donde salieron para iniciar el desfile enmarcadas en las varas coronadas de flores de colorista papel.
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De color estaban llenas las calles de Bétera. El brillo de las obreras y el verde de las albahacas triunfan en la paleta. Luce también el multicolor del confeti, como el de las camisas de flores que viste una grandísima parte de los vecinos. Un estallido de estampados florales recorre las calles como señal de pertenencia a un pueblo. Pero también a un grupo, el de los familiares, amigos y vecinos de las obreras solteras que escogen la misma tela para las camisas que les representarán y que quedarán para siempre como su seña de identidad. De esa manera el recorrido de la 'rodà de les alfàbegues' se llena del color de las flores textiles más diversas.
Cerca de las dos de la tarde, cuando la cita termina, cuando ya 'les alfábegues' ocupan su lugar en la iglesia como ofrenda a la Mare de Déu d'Agost, a la crónica le falta una conclusión. Y no puede ser otra que la afirmación de que en Bétera con la curiosa fiesta en torno a las albahacas se implica todo el pueblo. Las obreras –solteras y casadas– y sus familias, los 'majorals', los voluntarios 'coseters'y las autoridades –por supuesto– con la alcaldesa, Elia Verdevío, al frente. Y con todos ellos, los cientos de vecinos que salen a la calle para mostrar su apoyo a una antigua tradición que a la vista de los acontecimientos está muy viva. Lo atestigua la gran fiesta que ayer se vivió en las calles de Bétera, las mismas por donde por la noche estaba previsto el disparo de una cordá.
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