¿Por qué las orquestas valencianas suenan mejor que nunca?
Las filarmónicas de la Comunitat y la de Valencia suscitan el consenso entre críticos y aficionados de que están en su mejor momento musical
Valencia vive estos días su particular enamoramiento musical. Un momento excepcional para los melómanos de la ciudad que asisten, entusiasmados, a los conciertos que la ... Orquesta de la Comunitat Valenciana (OCV) y la Orquesta de Valencia (OV) no paran de ofrecer, con un sonido y una ejecución que los más entendidos celebran. Las críticas son unánimes en los últimos meses. Ambas orquestas suenan mejor que nunca y no es cosa de una tarde. Es una regularidad que ha comenzado a calar entre los aficionados a la música, que viven un idilio con ambas sinfónicas. Pero, ¿qué ha hecho exactamente que ambas orquestas estén en su mejor momento?, ¿qué quiere decir que suenan mejor que nunca?, ¿qué las ha llevado hasta esta unanimidad entre la críticas especializada y el patio de butacas? Hablamos con expertos habituales en las dos casas donde ambas compañías tienen su residencia, el Palau de Les Arts y el Palau de la Música de Valencia, para tratar de analizar al partitura de este momento dulce que atraviesa la música valenciana.
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Para ello, abordamos a César Rus, crítico musical de este diario y uno de los grandes expertos de nuestro país, que lleva semanas apuntando en esta dirección en sus artículos. Nos remontamos con él a los orígenes, para entender cómo ha sido la travesía de ambas instituciones musicales.
La Orquesta de la Comunitat Valenciana es una de las pocas en el mundo que lo es de ópera, pero también de ciclo sinfónico. Es decir, acompaña musicalmente las obras operísticas desde su ubicación en el foso del escenario y da conciertos de música lírico-sinfónica encima de él. «Un papel reservado a unas pocas en Europa como la Filarmónica de Viena, la Staatskapelle Dresden, la Fialrmónica de La Sacala de Milán o la Staatskapelle Berlín», explica el crítico. Y en ese selecto grupo también está la OCV, desde su escenario del Palau de Les Arts. Con poco más de 20 años de trayectoria, la sinfónica se ha ganado a pulso un lugar entre las mejores de Europa. Desde que su primer director musical, el maestro Lorin Maazel le diera forma, en 2006, hasta la actualidad, algunas de las mejores batutas del mundo han guiado las partituras en Les Arts con gran acierto. De Zubin Mehta en sus primeras temporadas a Riccardo Chailly, Valery Gergievm, Philippe Jordan (que ha dirigido poco en España) o Gustavo Gimeno. Las principales batutas del mundo han dirigido a la orquesta hasta convertirla en una de las mejores de Europa. «Las buenas direcciones hicieron que desde los inicios siempre se dijera que la orquesta sonaba bien», explica César Rus. Luego pasaron una especie de travesía por el desierto, durante la gestión del intendente Davide Livermore, en plena crisis económica, que obligó a hacer recortes y obligó a algunas figuras musicales a abandonar la plantilla.
Pero la orquesta siempre trató de mantener el nivel, hasta llegar al momento actual, en el que los expertos dicen que suena como nunca. Con el actual director artístico, Jesús Iglesias, la plantilla se ha estabilizado y está en 77 músicos. «Los grandes maestros han vuelto a ser invitados y han vuelto a producir un efecto llamada para que la Orquesta vuelva a brillar. Las batutas de renombre siguen haciendo parada en Valencia por la calidad de base de los músicos, que no se ha perdido en todos estos años, por el prestigio de quienes ya han pasado por aquí y por el actual director de la orquesta, James Gaffigan, que ha ido afinando el cuerpo de música y ha logrado ampliar la plantilla», asegura. El resto, es cosa de que las administraciones den pasos para que se mejoren las condiciones y se aumenten los músicos. Pero la Orquesta de la Comunitat Valenciana suena ahora mejor que nunca. «La figura del director siempre da medida de la calidad y los que han pasado por la Orquesta son de primer nivel», explica el crítico. Y en una sinfónica, el instrumento del director es la orquesta», apunta. El problema de España era hasta ahora que cuando se buscaba contratar a un director de primer nivel, había que contratar también a la orquesta de dirigiera en ese momento. Pero con la fundación de la de la Comunitat Valenciana, dejó de ser así. «Se podía traer sólo al director y contar con los músicos de aquí por su calidad», señala. Algo que no pasaba.
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En el caso de la Orquesta de Valencia (OV) su trayectoria es más parecida a la del resto de formaciones musicales en cuanto a estabilidad. Con las crisis económicas menguó la plantilla, pero con los años se ha ido mejorando con la incorporación de músicos jóvenes pero con gran talento, hasta llegar a los 99 miembros con que cuenta en la actualidad. Fundada en 1943, tiene su casa en el Palau de la Música de Valencia, desde donde se ha forjado un gran nombre en la ciudad. Aunque cuenta con una plantilla solvente a nivel musical, la gestión de los refuerzos e invitaciones a músicos de prestigio ha mejorado con Vicente Llimerá, actual director del Palau. Con un orquesta especializada en repertorio sinfónico, el cierre de su auditorio durante cuatro años, por los problemas en la cubierta. Pero con la reapertura, la OV ha vuelto con más fuerza. «Hay una conciencia general entre el gran público de que es una gran orquesta. Y hay orgullo en el patio de butacas por ese sentimiento de pertenencia», explica César Rus. En Valencia, señala, el público es muy fiel y sabe los defectos y virtudes de su orquesta.
El papel de los músicos
La plantilla de la Orquesta de la Comunitat Valenciana la conformó, hace 20 años, el maestro Mazel, pero de aquel grupo aún quedan aproximadamente la mitad de los músicos. Un grupo que, con los años, se ha ido renovando con fichajes de prestigio que provocaba el efecto llamada de las grandes batutas que seguían viniendo al Palau de Les Arts. «Que te dirija un buen director es un gran aval para un músico», señala el crítico. Y la importancia de que una orquesta suene tan bien como lo hacen ahora las dos de la capital tiene mucho que ver con los músicos, pero sobre todo con los maestros que los dirigen, señala el experto. Y ahí, hay varias premisas que influyen en que todo suene como tiene que sonar. «La precisión a la hora de tocar, la afinación y los matices. Tocar painíssimo o fortissimo cuando lo marca el director, esa flexibilidad, esos matices…», distingue. Pero, también las individualidades pesan a la hora de lograr la excelencia. Un buen solista siempre suma, porque el director sabe mucho, pero más sabe el propio instrumentista.
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Una afición muy entendida
Javier Monforte es uno de los abonados al Palau de la Música desde que se inauguró y ha seguido a la Orquesta de la Comunitat Valencia, también desde su fundación. Así que este musicólogo sabe bien de lo que habla. «Las dos orquestas juegan en ligas distintas, pero ambas están en un momento muy bueno», confirma. La de Valencia, dice, ha evolucionado muchísimo y está dando algunas tardes «memorables», como la del pasado 28 marzo, con partituras de Toshio Hosokawa. «La OV está en un momento muy bueno, pero es irregular. Le hace falta pasar por las manos de directores de primera línea con más frecuencia», opina. Pero el empaste de la orquesta, la adaptación a los estilos de las obras está mejorando mucho. «Tenemos mucha suerte ahora mismo. Ya no vamos al Palau con dudas», dice.
Lola Diego es abonada a los dos Palaus desde que ambos abrieron y una melómana de afición y de profesión. Ha trabajado como profesora de música durante toda su carrera y es una aficionada de lujo en ambos patios de butacas. «Son mi segunda casa, aunque no voy todo lo que querría. Es el dinero mejor gastado», dice. Pero realmente, es de las que repite un concierto si le ha fascinado y reconoce que en los intermedios a veces ni sale de la sala porque dice que no quiere distraerse ni socializar para seguir reposando lo que acaba de escuchar. Y últimamente, lo que escucha le parece de una gran calidad. «Las dos orquestas están en su mejor momento, aunque juegan en ligas distintas». En el caso de la Orquesta de la Comunitat, asegura que ha sido regular desde su inicio, porque Lorin Mazel hizo una gran selección de músicos. Una plantilla que, años después, sigue conservando el esqueleto principal, con un núcelo duro que se mantiene. La ampliación de la plantilla, dice, le ha sentado muy bien y suena muy bien.
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En el caso de la Orquesta de Valencia, asegura que tiene mucho que ver que los músicos «se han creído que pueden estar a un nivel alto y lo están». Según su análisis de aficionada con mucho criterio, el refuerzo de la cuerda, que era uno de los puntos más débiles, ha sido un gran acierto. El viento, por ejemplo, siempre ha sido excelente, por el influjo de la cantera que suponen las bandas de música, los metales son muy buenos y la percusión, igual. «La Orquesta suena limpia, cristalina, pura», dice. Ahora, lo bueno es que es muy regular. «Suena bien siempre».
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