Magüi Mira: «Blasco Ibáñez sentiría rabia de ver que seguimos con los mismos problemas que hace 125 años»
Presenta 'La barraca' en el Teatro Olympia, que se podrá ver hasta el domingo 28 de septiembre
'La barraca' de Blasco Ibáñez nunca se había subido a un escenario. ¿Qué mejor forma de hacerlo por primera vez en Valencia y en ... un momento que se corresponde perfectamente con lo que ocurre en la novela? Es lo que dice Magüi Mira, su directora, que ha transformado el clásico hacia lo contemporáneo con un elenco más que solvente compuesto por Daniel Albadalejo, Antonio Hortelano, Patricia Ross, Jorge Mayor, Antonio Sansano, Claudia Taboada, Elena Alferez y Jaime Riba. La obra ha sido adaptada por Marta Torres y producida por Jesús Cimarro.
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'La barraca', que fue publicada en 1898 cuando Blasco Ibáñez solo contaba treinta primaveras, ahonda en asuntos que sorprenden por su vigencia ciento veintisiete años después: los desahucios, la subida de los alquileres, el acoso infantil, el racismo… Parece que haya sido escrita expresamente para nuestro tiempo, y los espectadores podrán verla hasta el domingo 28 de septiembre. Hablamos con Magüi Mira sobre la obra, la figura de Blasco Ibáñez y los convulsos tiempos que corren.
-¿Qué diría Blasco Ibáñez del mundo de hoy?
-Es de las personas que habría preferido la rabia a instalarse en el dolor. Siempre fue muy combativo y me imagino que la emoción que le embargaría sería la ira de ver que después de ciento veintisiete años seguimos con los mismos problemas, con la misma violencia. En el Congreso de los Diputados se hablan igual que lo hacían en la huerta de Valencia en el año 1898.
-¿A usted qué sensación te produce que problemas de aquella época como el alquiler o los desahucios sigan tan vigentes en nuestros días?
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-El alquiler y los desahucios son consecuencia de algo que para mí es lo más importante y la razón de todo: la pérdida de la identidad y el no tener dónde vivir acaban matándote. La gente necesita un arraigo para poder crecer y tener una identidad. Si no tienes una identidad, no te puedes reconocer a ti mismo. Te conviertes en una especie de péndulo. No crece el pensamiento, no tienes autoestima, ni objetivo en la vida. Las decisiones que tomas sin ese arraigo nunca vienen tomadas desde la inteligencia. Siempre vienen de la pasión y, de ahí, llega la violencia. El oscurantismo que se vivía hace ciento veinticindo años y que se vive hoy por el analfabetismo, de un modo u otro, es un caldo de cultivo enorme para la corruptela. Al final, todo esto acaba en un desahucio o en unos precios elevadísimos de vivienda, pero hay algo previo, que es la violencia por ignorancia. Hay violencia de género, racismo, clasismo…, pero todos los problemas que tenemos vienen de lo mismo: la falta de conocimiento e inteligencia, que generan violencia. En la raíz de todo está la eterna lucha entre la inteligencia, la razón, la violencia y la emoción. El progreso consiste en conseguir controlar las emociones, que a veces son salvajes. En el mundo hay una corruptela sistemática contraria a la inteligencia y la razón.
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-Usted, que ha llevado muchos clásicos a los escenarios, qué cree que tienen que digan tanto de nosotros?
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-Los clásicos atraviesan el tiempo como una flecha, precisamente por eso son clásicos. De todos los tipos y formas. Y luego, la clave es la manera de contar los clásicos según el tiempo en que te hallas. Yo he contado 'La barraca' de una forma contemporánea, a mi manera. Pero la esencia es la misma. Yo he desnudado esta historia y la he dejado en los huesos. Es poética pura. Y la he contado con la estética de hoy, de 2025.
-Teniendo en cuenta que los problemas de los que hablaba Blasco Ibáñez en 'La barraca' siguen igual que hace 125 años, tal y como decías, ¿hay espacio para el optimismo?
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-Claro. Blasco era muy optimista. No se rendía. Batiste, uno de los personajes de 'La barraca', lo último que dice es: «A mí no me ayuda nadie, pero no me voy». Eso es muy definitorio del optimismo. Hay que seguir peleando, con la inteligencia, la cabeza y la mínima violencia. Pero hay otro tema muy triste que me quitó el sueño en su momento. Batiste, en otro momento de la obra, dice: «Ahora sé por qué los hombres matan». Cuando tú dejas a una persona completamente indefensa, que no tiene dónde vivir, que no tiene una casa que pisar, un trozo de pan que llevarse a la boca…, y que encima de su alrededor solo recibe desprecio, entonces entiendes por qué mata.
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