José Llorens muestra uno de los libros que ha encuadernado. M. RODRÍGUEZ

Adiós a cuatro generaciones convirtiendo en arte los libros

La familia Llorens cierra una era de más de 150 años encuadernando volúmenes de lujo que han llegado hasta el Vaticano | La tienda y taller en la calle Caballeros cerrará para convertirse antes de final de año en un negocio de souvenirs

Miércoles, 13 de agosto 2025, 00:50

Muchos de los turistas que deambulan desde la plaza de la Virgen hacia el barrio del Carmen a través de la calle Caballeros frenan en ... seco. Justo enfrente del Palau de la Generalitat hay un pequeño escaparate de los que aún dotan de personalidad a Valencia. Desde hace más de medio siglo, esa vitrina es la ventana de Encuadernaciones Llorens para mostrarse al mundo. Al lado de la pequeña puerta de acceso a la tienda se exhiben unos libros artesanales, de esos que uno espera hallar sólo en una biblioteca de una abadía. Se trata de volúmenes valiosos por su contenido, pero también por las tapas que los protegen, de fabricación artesanal.

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La familia Llorens lleva cuatro generaciones convirtiendo en arte los libros. Bueno, habría que decir que convirtiendo en arte el envoltorio del arte literario. Aunque también es cierto que no todos los volúmenes que salen de este taller son textos: «Hemos hecho el libro de oro de infinidad de instituciones, como el de la Diputación». Lo especifica José Llorens, el cuarto de una saga que va a concluir (como artesanos gestores de este centenario negocio) antes de que acabe el año.

Porque antes de proseguir con la historia, ahí va la mala noticia: este peculiar establecimiento dará paso en pocas semanas a uno de esos de souvenirs que ya plagan el centro histórico (los edificios monumentales aún van a quedar ahí) de cientos de ciudades, entre ellas, Valencia. Un comerciante chino ya ha firmado el traspaso con José Llorens para instalar su tienda en la planta baja y usar como almacén el entresuelo.

En cuestión de meses no quedará rastro de un museo compuesto por volúmenes, muchos de edición limitada; material (pieles, cartón, papel...); y máquinas, algunas de las cuales ya no se fabrican. En total son más de 250 metros cuadrados de un negocio en el que llegaron a trabajar 50 empleados. Fue en los días de vino y rosas. Ahora el taller funciona y, de hecho, aún quedan encargos, entre ellos un libro de firmas para el Circuit Ricardo Tormo. Pero José se jubila y su hijo, aunque se inició, regenta otro negocio floreciente en otro sector.

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José Llorens Padre, Ricardo Llorens y Bartolomé Llorens, el fundador. LP

Después de que Encuadernaciones Llorens cierre sus puertas, quedará un legado en forma de libros artesanales repartidos por todo el mundo. Cuando Bartolomé Llorens, bisabuelo de José, inició el negocio en el siglo XIX, seguro que no imaginaría que uno de los volúmenes forjados en su taller acabaría en el Vaticano. «Carlos Slim encargó una edición especial de la Guadalupeña, que tenía una imagen oculta de Ciudad de México. Luego ese libro terminó en manos del papa Francisco», recuerda José Llorens. Ese trabajo llegó hace relativamente poco, muchos años después de que el negocio se trasladase de su sede original en la calle Bordadores, detrás del Micalet. Allí trabajaron Bartolomé y Ricardo Llorens, el segundo de la saga. Pero la demanda creció y fue necesario el traslado hasta la calle Caballeros. Allí fue cuando, aún con Ricardo, pero ya con José (padre) cogiendo el testigo, Encuadernaciones Llorens vivió la edad de oro.

«Ya en la postguerra la gente quería construir, y después de la riada del 57 hubo mucho trabajo, como los facistol de la Catedral, que tuvimos que reconstruir», recuerda José hijo. Hubo que competir contra otros artesanos, y no siempre con las mismas armas ni condiciones: «Nosotros exportábamos a Francia, pero lo que ahora pasa con los chinos ocurrió con Hungría. Mientras nosotros trabábamos con impuestos, a ellos su gobierno los bonificaba. Por eso podían ofrecer mejores precios».

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Pero los Llorens siguieron encuadernando volúmenes. Desde el simple libro de cuentas, pasando por tesis doctorales, hasta una edición facsímil del libro de horas de Felipe El Hermoso. O una edición numerada de bibliófilo de 'La celestina', con grabados de Segrelles, o el pergamino de la Virgen de Campanar, conmemorativo de su centenario.

Este también está numerado, como muchas obras que conserva José Llorens, fruto de la investigación en nuevas técnicas. Es el caso de libro de las Especies Humanas, artesanal, llamativo... bello. Son obras de un valor infinito en lo sentimental, porque en lo económico es incalculable. Como esos de firmas que les encargaban las galerías de arte, y pedían a los pintores que acompañasen la firma de un boceto. José, padre e hijo, fueron profesores de la Escuela de Artes y Oficios. «Cuando yo hice la mili, el general de mi división era alumno mío», recuerda José, el cuarto de una estirpe cuya historia merece quedar escrita, en uno de los mejores volúmenes artesanales de Encuadernaciones Llorens.

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