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Un gran campo en El Saler. LP
Exposición: 'La transformación de Valencia 1866-2026'

Urbanizar el Saler, un sueño convertido en pesadilla

La Albufera y la Dehesa se donaron a la ciudad en 1911 pero el documento no se hizo realidad hasta 1927… y con cláusula de pago

Domingo, 23 de noviembre 2025, 00:37

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La Albufera, y la barra arenosa de la Dehesa, ha sido un conjunto de excepcional valor paisajístico, y económico, apreciado desde la Conquista. Pero fue a partir de su donación a la ciudad cuando empezaron a brotar los sueños de un aprovechamiento del paraje para fines de esparcimiento y de ocio popular. Era un sueño, una especie de anhelo frustrado que, cuando el turismo se convirtió en fenómeno de masas, se quiso convertir en urbanización de campanillas. Hasta el punto de que el sueño tomó todas las trazas de una pesadilla. Fue entonces cuando la campaña de prensa de LAS PROVINCIAS frenó el alcance del peligroso proceso urbanizador.

Cuando Jaime I se reservó para sí y sus descendientes la Albufera y la Dehesa lo hizo porque el paraje daba buenos rendimientos económicos a través de la caza, la pesca, la leña, el pastoreo y las salinas. En manos de la Corona, y de sus protegidos, el lago y el bosque pasaron tiempos buenos y malos: las aguas dejaron de ser salobres, cambió la fauna, se redujo el área inundada, aumentaron los arrozales… Fue en 1865 cuando la reina Isabel II cedió al Estado parte del patrimonio real mediante una ley que permitía enajenar algunas propiedades; pero el lago no entró en la categoría de los «vendibles» y siguió en manos del Estado, no siempre tan cuidado como su fragilidad requería. Fue en mayo de 1905 cuando el Ayuntamiento tomó la determinación de pedir la cesión, demanda que, seis años más tarde, cristalizó con la ley de 23 de junio de 1911, una norma que donaba a la ciudad la titularidad, aunque con justiprecio. Esa ley, dados los pagos que requería, terminó por demorarse 16 años más, hasta 1927. El 3 de junio, en los Viveros, en una tarde lluviosa, el rey Alfonso XIII firmó el documento de cesión, un pergamino decorado por el pintor Benedito, que se conserva en el Ayuntamiento.

La maqueta de un sueño. LA ACTUALIDAD ESPAÑOLA

Hablando de los bienes cedidos, el alcalde, marqués de Sotelo, dijo al rey, en la ceremonia, que el «Ayuntamiento se dispone a convertirlos en un gran parque». El alcalde general Avilés, un año atrás, había dicho en una conferencia: «El día que la ciudad se acerque a la Dehesa y se pueda ir a esta cómoda y rápidamente, la afluencia de forasteros será enorme y no pocas familias vendrán a vivir aquí». Sucedió que, en los años veinte, a tenor de los primeros brotes de turismo, Valencia comenzó a difundir una imagen de costa soleada y cálida en la que el lago y el bosque jugaban un papel preponderante. De ahí que nacieran proyectos para mejorar la comunicación por la costa. La carretera Nazaret-Oliva responde a esas ideas; como también las que se acogieron al concepto de ciudad-jardín: una vía paralela al mar    –Nazaret, La Punta, Pinedo, Saler– festoneada de chalés y jardines que, en alguna oportunidad ya recibió el nombre de 'Balcón al Mar'.

Todos estos proyectos, que se pueden localizar con facilidad, fueron objeto de información de LAS PROVINCIAS, que se mostró prudente siempre, en la línea de proteger el paraje tradicional de la Albufera y la Dehesa y de preconizar una administración municipal austera y eficaz en la que gastos y sueños estuvieran refrenados.

La urbanización de los sesenta

La donación de la Albufera a la ciudad nunca fue tal. En 1927 fue establecido el pago a plazo de 1.062.980'40 pesetas, cantidad que el Estado nunca quiso perdonar, ni durante los gobiernos de la República ni durante el franquismo, pese a que en Madrid, Barcelona y Sevilla el antiguo patrimonio real fue incorporado a los ayuntamientos sin coste alguno. En 1950, el Ayuntamiento pudo al fin inscribir a su nombre, en el registro de la propiedad, tanto el lago como el bosque de la Dehesa. La llegada del desarrollo turístico, en los años sesenta, fue un momento determinante: en 1962, la sociedad Tevasa, con la colaboración del banco Urquijo, solicitó autorización del Ayuntamiento para redactar un plan urbanístico para la zona y obtuvo licencia. La seducción turística empezó a crecer, el imaginario convirtió la Dehesa en un paraje similar a la Costa Azul. «!Ay, si esto lo tuviera Barcelona!», se escribió con frecuencia. El Ayuntamiento cedió al ministerio de Información y Turismo, gratuitamente, terrenos destinados a instalar un campo de golf y un parador.

Para hacer eso fue preciso modificar la ley de 1911, que impedía al Ayuntamiento enajenar lo recibido. Las Cortes Españolas aprobaron el decreto de modificación y, en lo sucesivo, construido el golf y el parador, se pudieron subastar terrenos del monte público. El plan de ordenación se aprobó en 1965 y en 1967 fueron adjudicadas a Tevasa las obras de urbanización. Las inquietudes por el futuro del parque se suscitaron pronto: en 1966 la Real Sociedad Española de Historia Natural ya dirigió al Ayuntamiento un informe que hacía patente su preocupación. En 1967 fue la Facultad de Ciencias de Valencia la que expresó sus dudas por el estado de la Albufera. Con todo, la verdadera polémica comenzó a suscitarse en 1970, a partir de la denuncia del divulgador televisivo Félix Rodríguez de la Fuente sobre el triste estado de la zona. Ecólogos, biólogos y periodistas empezaron a manifestar su oposición a la urbanización, si bien en un principio se recibió como una injerencia foránea que la oposición llegara desde la televisión oficial. El Ayuntamiento, donde el alcalde López Rosat sustituyó a Adolfo Rincón de Arellano en 1969, siguió con su propósito e inició las subastas de suelo.

LAS PROVINCIAS, que siguió al detalle el inicio de la controversia comenzó a intervenir contra lo que iba a ser una urbanización de gran calibre en el año 1973. En julio hicimos público el balance de metros cúbicos de hipotética construcción subastados, que crecían con fuerza. También dimos cuenta de los beneficios obtenidos y del estado de las obras. Sin embargo, fueron las fotos de José Penalba sobre el estado del monte, publicadas en nuestra portada, las que con mayor intensidad movieron a la preocupación y la oposición. La portada del Almanaque para 1974, con el famoso cartel, fue particularmente llamativa. De ahí el arranque de una campaña de prensa singular de la que se dedujo que el Ayuntamiento presidido por Miguel Ramón Izquierdo paralizara primero las subastas y reformara luego todo el plan urbanístico.

No se pudo impedir la construcción de las torres y casbas existentes en la actualidad, pero, cuando llegó la democracia al Ayuntamiento, ya se había embridado lo que pudo ser una pesadilla de hoteles, puerto deportivo, centro de congresos y edificios comerciales. Las corporaciones municipales de la democracia, de uno y otro color, derribaron el paseo marítimo y corrigieron los errores que fue posible corregir, incluso recomprando suelo no construido.

Sin temor a las tijeras del jardinero

«Hay, en fin, que preocuparse no solo de la salud y la decencia, sino del embellecimiento de la ciudad, y crear en las playas valencianas y en sus terrenos colindantes, grandes bosques de pinos, eucaliptus, etc., verdaderos paseos para el esparcimiento; no como esos jardines por los que se pasea enguantado, estirado e incómodo, para mirar y ser mirado, sino paseos populares, selvas con maleza, donde las familias puedan tenderse y merendar los domingos (como ocurre en los bosques inmediatos a París), acariciados por una vegetación salvaje y en libertad, que se esparce sin temor a las tijeras del jardinero». El 6 de noviembre de 1901, Vicente Blasco Ibáñez publicó, en su periódico 'El Pueblo' un manifiesto electoral titulado 'La revolución en Valencia', destinado a reunir las aspiraciones de su partido para la ciudad, de cara a las inmediatas elecciones municipales. En el texto antes citado no se citaba expresamente la Dehesa del Saler; pero se aludía implícitamente a ella al evocar un espacio silvestre y boscoso, cercano a la playa y destinado al esparcimiento popular. Las familias podrían allí «merendar los domingos» en un clima de «vegetación salvaje». Ese «programa», en buena medida, inspiró el pensamiento de los políticos republicanos, y también de otros muchos, a lo largo de todo el siglo XX.

La exposición

Con motivo del 160 aniversario de LAS PROVINCIAS, la muestra recorre el cambio urbanístico de la ciudad donde nació y tiene su sede.

- Dónde. Centre del Carme Cultura Contemporània.

- Sala. Sala Dormitorio, en el piso 2.

- Fechas. Del 11 de diciembre a mediados de febrero.

- Horario. De martes a domingo, de 10 a 20 horas

- Acceso gratuito.

La ilustración

Para cada hito hemos seleccionado a un artista plástico.

Dakota Hernández - Castelló 1989

Los textos

Sobre cada hito reflexiona un escritor, periodista, arquitecto o profesor.

Ferran Belda, periodista.

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