Camino al abismo. El olor a putrefacto
DESDE EL MIRADOR ·
El fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes. ¿Pero saben cuál es la más importante de las cosas importantes? Estar vivoCada año, por estas fechas, hablamos de las cuentas del Valencia CF. Llega la Junta General de Accionistas y aflora, desde el fondo de la ... alcantarilla, el olor putrefacto a ratas y deshechos que durante el resto del año hiverna bajo la trapa. Pero, que el mar de la putrefacción habite bajo el césped por el que rueda el balón, no significa que no exista. El Valencia CF de Meriton es un gigante con pies de barro cuyos cimientos se van pudriendo ejercicio tras ejercicio hasta que, el día menos pensado, la estructura ceda y todo se venga abajo. La alcantarilla espera bajo nuestros pies. Peter Lim es, en el club que compró a bombo, platillo, pelotas y voceros microfonados, como ese ejército de termitas que va devorando el interior de un árbol robusto y centenario. Lo va matando lentamente por dentro hasta que llega un día en el que, el menor de los soplidos, lo parte por todos los costados. Para entonces el árbol ya está muerto ante el silencioso e impasible isóptero devorador.
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Peter Lim está matando al Valencia CF. Lo hace desde dentro; con su ejército de insectos volatilizando puertas y ventanas primero y muros de carga después. Lentamente. Año a año. Con Anil Murthy como brazo ejecutor de las decisiones y el centro de operaciones en Singapur. Lejos del olor. Desde que llegó al club, seis de siete ejercicios han dado pérdidas; el Valencia CF ha pasado de estar en Europa siempre a desaparecer del mapa; los ingresos huyen como de la peste y la única solución (del magnate) es vender a los buenos jugadores y no fichar ninguno. Hasta la llegada del brasileño Marcos André el club llevaba dos años sin firmar a nadie. A nadie. Un club de fútbol que no fichaba jugadores mientras vendía o regalaba a Rodrigo Moreno, Dani Parejo, Francis Coquelin, Geoffrey Kondogbia... siete años con tres amagos de descenso y un Sevilla que ha ocupado gentilmente la plaza que Peter Lim ha regalado a un rival históricamente mucho menor que los che.
Y como los jugadores que buenos que vender se acaban, y el modelo de negocio se mantiene con gastos disparados mientras menguan los ingresos por la penosa situación deportiva, el club ha llegado al borde del precipicio; se llama quiebra técnica y en cualquier empresa normal supondría la disolución. Lo confirman las cuentas y lo anuncia la auditoría; esto huele a alcantarilla porque estan ustedes hasta arriba de... Por eso Peter Lim capitaliza un préstamo que no puede cobrarse y lo viste de ampliación de capital. Pero ni inyecta capital, ni reduce la deuda, ni hay un plan de negocio, ni acaba el estadio, ni mejora la plantilla, no ficha un director deportivo... y en el horizonte cercano aparecen las ventas de estandartes como José Gayá, Carlos Soler, Gonçalo Guedes o cualquier otro que se ponga por delante para intentar ponerle puertas al mar de la inmundicia. Pero recuerden que las termitas destruyen a fuego lento; Peter Lim heredó un club con problemas económicos mucho menores que los que tiene hoy, con una deuda menor a la que tiene hoy y un nivel deportivo muy superior al que existe ahora. Lo ha destruido todo sin rubor. No le importa nada ni nadie salvo su propio ego y sentarse en mesa de los millonarios del fútbol como contó sin tapujos en Financial Times. El ejército de termitas lleva muchos años destruyendo en la sombra desde dentro y públicamente desde fuera. Hoy, el árbol ya está podrido, pero aún hay jardineros de cloaca que riegan la planta muerta sujetando, bien fuerte, la manguera de aguas fecales que llega del fondo de la alcantarilla. Regadío circense, con una sola mano, dejando la otra libre para llevársela al bolsillo.
El Valencia es un histórico y eso no lo podrá cambiar ninguna coyuntura negativa
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