La odisea de viajar de Valencia a Gandia en Cercanías
La línea C1 limita a un tren cada hora su circulación por unas obras a la altura de Sollana y los trayectos sufren retrasos de más de 20 minutos con respecto a la duración habitual
El Ministerio de Transportes anunció el pasado 30 de octubre que la línea C1 entre Valencia estación del norte y Gandia vería reducidos sus trenes hasta el 4 de noviembre por obras a su paso por el tramo Sollana-Sueca-Cullera. A raíz de este anuncio, llegaron a este periódico numerosas quejas acerca del servicio: «Merecemos algo tan básico como subir a un tren con la tranquilidad de llegar a nuestro destino sin incidencias», explicaba un lector a LAS PROVINCIAS. Por este motivo, el pasado jueves 6 de noviembre decidí embarcarme en el viaje de la C1 entre Valencia y Gandia para conocer de primera mano la experiencia de viajar en la red de Cercanías de Valencia.
No sé si será porque los usuarios ya nos habían comentado la precariedad de los servicios, pero cuando comencé mi andadura por la estación del Norte todo me parecía que podía fallar. Al llegar justo de tiempo, decidí comprar el billete en las máquinas digitales, pues las taquillas de atención personal tenían las mismas colas que el Roig Arena el viernes pasado por la visita de Rosalía. Al intentar comprar mi bono, mi primer enfado lo provocó una pantalla táctil que no apreciaba mi dedo por mucho que tratara de apretar en la tecla de 'ida y vuelta'. Tras varios intentos, me toca correr porque a las 10.40 sale mi tren con destino Gandia de la línea C1 y ya son las 10.39.
Mientras me acerco a los tornos con velocidad me fijo que en las pantallas centrales mi tren me espera en el andén número 4. Hago un último esfuerzo y llego casi sin aliento al último vagón, al igual que otra media docena de gente tan impuntual como yo. Sin embargo, el tren no sale. Esperamos unos minutos antes de comenzar a levantarnos de nuestros sitios para ver qué puede ocurrir. Somos unas 30 personas las que salimos del vehículo y tratamos de averiguar que pasa.
Finalmente, uno de los afectados nos da al resto la mala noticia: «En los paneles centrales ponía andén 4, pero en las pantallas del andén especificaba 4C, que es al final del andén». Es decir, había dos trenes en la vía y nos subimos en el que no era. ¿Por qué ponía entonces 'andén 4' en la pantalla principal? ¿por qué no lo especificaban desde las pantallas de entrada? «Cojo todos los días este tren y esto no me había pasado en la vida», asegura un hombre de mediana edad.
Una veintena de personas nos toca esperar al siguiente convoy, que según el horario parte a las 11.10. Sin embargo, las obras a la altura del tramo Sollana-Sueca-Cullera han reducido el número de trenes, y el de las 11.10 no va a efectuar su salida. El siguiente que nos lleve a Gandia será el de las 11.40, por lo que nos queda una hora de espera. «Madre mía, ¿esto es normal?», pregunta desesperada una usuaria. «Desde hace una semana que estamos así, los trenes que parten a y 10 no circulan, pero los mantienen en la pantalla de horarios», contesta otro joven.
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Efectivamente, de la suspensión del tren de las 11.10 nos enteramos porque yo miro el perfil oficial de Cercanías en 'X', pero en las pantallas no avisarán de su cancelación hasta las 11.05, cuando cada vez son más usuarios con la duda de si saldrá o no ese convoy con destino Gandia. Entre las 10.40 y las 12.40 sólo saldrá un tren de la C1. Un ferrocarril por hora ofrece el servicio, y eso que las obras del Ministerio debían finalizar el 4 de noviembre. El viernes 7 también se cancelaron todos estos trenes por unas obras que ya llevan cinco días de retraso.
Tras esperar una hora, por fin es el momento de partir. El viaje empieza con los vagones semivacíos y el aviso en pantallas de la vía a la que acudir tan sólo seis minutos antes de que parta el tren. El viaje arranca sin incidencias y debería durar 50 minutos, pero por las obras en Sollana se estira 70 minutos según la fuente oficial. Qué iluso. Cuando el trayecto se acerca a su parada en Sollana, las habituales en este recorrido comienzan a comentar en voz alta: «Ahora viene lo peor, estoy quemadísima con este tren, ya vamos más lentos que de normal a estas alturas».
La joven estudiante tiene razón, el tren va a una velocidad muy prudencial. Lo único bueno en este momento es que a través de las ventanillas del vehículo la vista que regala el viaje son los arrozales de la Albufera. A estas alturas se ven campos inundados, otros secos e incluso otros que continúan con la quema de la paja.
Llegados a Sollana, el tren se detiene ha escasos 100 metros de llegar a la estación. «Venimos cada día para ir a clase y cada vez pasa una incidencia diferente. Estamos hartas. Si se piensan que voy a coger el coche se equivocan. No hay que cambiar al coche, hay que mejorar el servicio», comentan dos estudiantes. Con el vagón parado, las dos jóvenes alternan sus quejas sobre el servicio y comentar 'La Isla de las Tentaciones' como temas de conversación. «La gente que va ahí sabe donde se mete», asegura una de las dos. Yo no sé si la gente de la isla sabe donde se mete, pero lo que está claro es que yo no tenía ni idea de dónde me metía yo subiendo a ese tren. Hasta 25 minutos completamente parados en Sollana sin que nadie nos explique lo que ocurre.
Cuando el tren vuelve a ponerse en marcha, la gente aplaude y celebra con cierto toque de resignación. Entre Cullera y Tavernes de la Valldigna también habrá una parada sin explicación alguna, aunque esta segunda será de 13 minutos. Finalmente, la llegada a Gandia se produce tras un viaje de una hora y 29 minutos, más de media hora del horario habitual y 20 minutos por encima del horario modificado por las obras. Muchos estudiantes y trabajadores dependen de este servicio para poder acudir a su actividad en la capital, y éste se ha limitado a un tren por hora y trayectos de más de 90 minutos.
En el viaje de vuelta desde Gandia, dos grandes diferencias. La primera es que mucha más gente coge el tren, por lo que a partir de Sollana ya tienen que pasar el trayecto de pie varios usuarios. La otra gran diferencia es que en el camino de vuelta el tren no se queda parado en todo el trayecto, y aún así llega con diez minutos de retraso con respecto al horario que marca Renfe. ¿Qué sentido tiene? En fin, cuando uno lleva desde Silla completamente hacinado y de pie en lo único que piensa es en llegar y punto.
Cuando ya pensaba que terminaba esta (no) grata experiencia, aún habría que superar un último obstáculo (pasé tantos que el viaje parecía una prueba del Grand Prix). Y es que al llegar a la estación del Norte nos juntamos cientos de personas que queríamos salir del emblemático edificio y otros tantos que querían subirse al tren. En medio, una auténtica jungla de andamios que llevan en el interior de la estación casi más tiempo que los detalles de las naranjas en la facha principal. Y sí, mucho debe mejorar el Ministerio su servicio de Cercanías, pues los valencianos no merecen tanta incomodidad para acudir a la ciudad y cumplir con sus obligaciones.
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