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«Nos gusta batirnos con el fuego»: diario de un bombero valenciano
Ricardo Pérez, un joven bombero valenciano de 22 años, explica cómo es su día a día en una brigada forestal en Zamora: «Hay mucha descoordinación»
Debe ser lo más parecido a enfrentarse a un dragón, a un monstruo inmenso que lanza fuego y que puede terminar con tu vida con un caprichoso golpe de viento. Es ahí, en ese escenario de pesadilla, donde los bomberos forestales, auténticos especialistas en la gestión de los grandes incendios que nos queman el monte y el corazón, donde trabaja Ricardo Pérez, que tiene unos insultantes 22 años y que ha cambiado los veranos de vacaciones en su Comunitat Valenciana natal por enfrentarse al dragón en tierras de Castilla y León, donde trabaja desde hace dos años en una brigada helitransportada. Atiende a LAS PROVINCIAS con la voz cansada porque el día anterior estuvo 14 horas frente a las fauces del monstruo. Con él, reconstruimos el día a día de un bombero forestal de la mano de un joven que se prepara para ser bombero en la base de Rosinos, en Zamora.
12 horas
Despertar y a la base
Ricardo hizo en su momento un máster en gestión de emergencias y decidió que quería ser bombero. Uno de sus profesores les contó que en Castilla y León buscaban bomberos forestales y él, que dice que uno de sus sueños siempre ha sido trabajar en una brigada helitransportada, se apuntó. Hizo las pruebas, las aprobó y le cogieron. Este miércoles, como tienen que pasar al menos diez horas desde que termina de trabajar hasta que vuelve a la base, se levantó a las 12. Desayuna y se prepara para ir a darse de golpes, literalmente, con el incendio. Después lo explicaremos.
13 horas
Comienzo de jornada
Una vez en la base, los primeros trabajos implican la revisión de todo el material con que se equipan: el traje de protección, una mochila con 20 litros de agua, una antorcha para provocar incendios (luego iremos a eso, confíen en nosotros) y un abatefuegos, que describe como «un remo grande». Porque es con ese dispositivo con el que se enfrentan al fuego, en una danza coordinada en la que los ocho integrantes de una cuadrilla de bomberos forestales golpean con fuerza fuegos de pequeñas dimensiones para sofocarlos. De ahí lo de los golpes al fuego que son, como decimos, literales.
15 horas
Empieza el descontrol
La del miércoles fue una jornada particularmente caótica para la brigada de Ricardo. Subieron al helicóptero dos horas después de lo esperado, porque no recibían órdenes claras, y tras un vuelo de ente 5 y 20 minutos, dependiendo de la distancia, llegaron a las coordinadas que le había dado la emisorista de la base. «Fuimos destinados a una zona donde había un incendio pero nos decían que nuestro trabajo era perimetrar, controlar que el fuego no se saliera de los márgenes, pero eso nos frustra porque a nosotros lo que nos gusta es batirnos con el fuego», explica Ricardo, que reconoce que él no quiere que haya incendios, pero si los hay, que sean cerca de donde están él y sus compañeros para poder trabajar en él.
Y es que el trabajo contra un incendio forestal es cuerpo a cuerpo, casi de forma literal (porque el fuego no tienen cuerpo, ya saben). Trabajan en turnos muy cortos, de apenas 5 o 10 minutos, y se turnan para enfrentarse a las llamas. «Hay dos tipos de trabajo: el directo y el indirecto», explica Ricardo. El indirecto es el que hablábamos antes del perimetraje y, sobre todo, la elaboración de cortafuegos para evitar que las llamas se propaguen. Es algo así como quitarle la comida al dragón. En ese trabajo directo, se ataca el fuego con agua, claro, pero también con esos golpes con el abatefuegos, que es algo parecido a darle con una manta a una llama para que se apague. Sin oxígeno, el fuego muere.
17 horas
Cortafuegos de emergencia
Más tarde fueron trasladados a otra ubicación para hacer un cortafuegos. Es aquí donde emplean las antorchas, que son como lanzallamas pequeños con los que crean fuegos para detener a otro incendio más grande. Es un trabajo complejo y peligroso, como indica Ricardo: «El viento puede cambiar en cualquier momento y te puedes encontrar atrapado entre el fuego que trae la cabeza o la cola del incendio y el que has creado tú». Estos trabajos, aunque puedan parecer contraproducentes, son clave para detener el avance de siniestros de grandes dimensiones, sobre todo en casos de monstruos como el que estos días devora Castilla y León.
18 horas
A la espera... otra vez
A media tarde se les ordenó parar porque las condiciones meteorólogicas hacían imposible su trabajo. Esos descansos son oro para los brigadistas, porque su trabajo es extenuante. Las temperaturas alrededor de un incendio son elevadísimas y ellos no van precisamente con el torso al aire: los trajes cumplen su finalidad de protegerse pero también hacen que el calor sea aún más elevado. En estos descansos aprovechan para beber agua y reponer fuerzas. Llevan varias botellas de dos litros de agua y también una cantimplora cada uno con otro litro. «Empieza la jornada congelada y acaba muy caliente», ríe Ricardo.
19 horas
La defensa de Ribadelago
Ribadelago es un pueblo diminuto de Zamora donde fueron destinados Ricardo y sus compañeros en la tarde del miércoles. «Ahí tiramos de manguera», explica de forma gráfica. Los bomberos forestales también están entrenados en el uso de material que el común de los mortales podemos asociar más a bomberos 'tradicionales'. De hecho, cuando se bajan del helicóptero lo hacen en dos grupos: el primero descarga material y el segundo despliega el 'bambi', que es como llaman a la bolsa que recoge agua para las descargas sobre el incendio. Descargas que también dan valiosos minutos de descanso a los bomberos.
4 horas del jueves
Vuelta a la base
Tras una jornada maratoniana de 14 horas, Ricardo y sus compañeros vuelven a la base. El viernes, más. El dragón no se va a domar solo.
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