Archivo fotográfico del Museo de Etnología. Colección Toni Mestre.

Barraca, herencia y resiliencia

De vivienda campesina a icono cultural: las pocas barracas que aún resisten se reparten entre las que tienen protección oficial, las restauradas como recurso turístico y aquellas que, pese a las transformaciones, sobreviven en manos privadas conservando la memoria de la huerta valenciana

Miércoles, 8 de octubre 2025, 23:37

Como todas las tardes, la barca-correo anunció su llegada al Palmar con varios toques de bocina. El barquero, un hombrecillo enjuto, con una oreja amputada, iba de puerta en puerta recibiendo encargos para Valencia, y al llegar a los espacios abiertos en la única calle del pueblo, soplaba de nuevo en la bocina para avisar su presencia a las barracas desparramadas en el borde del canal

Cañas y Barro

V. BLASCO IBÁÑEZ

La dureza y la grandeza de la vida en la Albufera a finales del siglo XIX fue retratada por la intensa pluma de Blasco Ibáñez. ... En aquella época, campesinos y pescadores sobrevivían en un paisaje hecho de cañas y barro y moraban en humildes edificaciones realizadas también con ellos: las barracas. Las casas de blancas fachadas e inclinadas techumbres de cañas se han convertido ahora en el ejemplo por excelencia de la arquitectura vernácula valenciana. Unas construcciones, cada vez más escasas, y que sólo recientemente se han empezado a valorar y proteger.

La evolución de las barracas ha ido de la mano con la degradación y destrucción del hábitat que las rodea, marcado principalmente por la desaparición de la huerta al sur de Valencia y de los cambios en el modo de vida de sus vecinos. Las sencillas construcciones, levantadas con lo que daba el entorno, han sufrido embates más importantes que los producidos por la intemperie y el tiempo. Pese a todo, unas pocas edificaciones, treinta y nueve, según el listado de bienes protegidos de interés local de la Generalitat, sobreviven en los márgenes de la vorágine de la ciudad.

Una arquitectura nacida del entorno

La arquitecta y profesora Rosa Pastor Villa define la barraca como «una construcción popular, tradicional y vernácula, que forma parte del patrimonio construido de la huerta valenciana. Representa la forma de residencia, característica del labrador valenciano y es un ejemplo de simbiosis entre casa y lugar, respondiendo a un patrón de asentamiento propio de un ámbito climático».

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Así pues la barraca es, ante todo, un producto del medio. Con cañas de la Albufera, barro de los arrozales y paja de arroz para cubrir el tejado, se levantaban estas casas de planta rectangular, fachada encalada y cubierta a dos aguas muy inclinada sostenida por un armazón de madera. Chopos, generalmente. La economía de medios marca su diseño: no hay artificio, sólo la necesidad de sobrevivir en un entorno difícil y aprovechar al máximo los recursos disponibles.

El botánico Cavanilles en 1797 la describía así: «Su fábrica consiste en dos malas tapias paralelas de cinco pies de altura, sobre las cuales se levantan dos planos inclinados convergentes, cubiertos de cañas y enéa, cuya reunión forma un caballete con dos alas.»

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El interior se distribuía en torno a una sala central y pese a las variaciones domina la tipología de 'passadís'. Se trata de un amplio pasillo que recorre longitudinalmente la edificación y que está flanqueada por pequeñas alcobas que hacen las funciones de dormitorios. Al fondo del 'passadís' solía situarse la cocina con chimenea. Una escalera da acceso a la parte superior que estaba destinada a almacenar morera, grano o arroz. Tras la casa, un patio con corral acogía animales de granja y servía de espacio de trabajo.

Cabe señalar que el diseño de la planta y las dimensiones de las barracas no siguen un modelo fijo y tienen algunas variaciones que dependen de su ubicación ya que no sólo se encuentra esta tipología en la Albufera. En l'Horta Nord, la Vega Baixa y Murcia también encontramos barracas aunque de dimensiones más reducidas.

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Durante siglos, esta arquitectura fue el corazón de la huerta valenciana. En las barracas nacían y morían generaciones de labradores y pescadores que transmitían sus conocimientos de padres a hijos pero también era el lugar donde se compartían celebraciones y duelos. No eran simples viviendas: eran el eje de una forma de vida profundamente vinculada al paisaje que les rodeaba.

Cuatro muchachas, unos ángeles de Dios, que se pasaban el día cantando y cosiendo á la puerta de la barraca, y algunas veces se metían en los campos para descansar un poco á su pobre padre; pero la pasión suprema del tío Barret, el amor de sus amores, eran aquellas tierras sobre las cuales había pasado monótona y silenciosa la historia de su familia

La Barraca

V. BLASCO IBÁÑEZ

Las barracas han pasado de ser el paisaje cotidiano retratado por los clásicos valencianos a convertirse en simples reliquias. La modernización agrícola, la urbanización y la fragilidad de estas construcciones provocaron su progresiva desaparición a lo largo del siglo XX.

Pero antes de ello vivieron su época de esplendor. Fue a finales del siglo XIX, según Antonio Michavila, pedagogo, escritor y periodista. Los testimonios recogidos por este autor relatan que existían barracas en los alrededores de la Albufera, y hacia el norte hasta Massalfassar y en una franja de seis kilómetros hacia el interior de la costa.

Tipología

Barraca valenciana características con el emparrado de vides frente a la blanca fachada. Archivo fotográfico del Museo de Etnología de Valencia. Colección Furió Navarro.

Barracas de Caldera

Disposición paralela de dos barracas combinadas y edificios anexos. Archivo fotográfico del Museo de Etnología de Valencia. Colección Agustín Hernández.

Pescadores

Las barracas, humildes residencias de agricultores pero también de pescadores, se disponían en paralelo al canal. Archivo fotográfico del Museo de Etnología de Valencia. Colección Donderis.

Reliquia

Esta es probablemente la imagen que se conserva de una barraca. Está datada a finales del siglo XIX. Archivo fotográfico del Museo de Etnología de Valencia. Colección FACTICIA.

Pintoresquismo

Estampa bucólica de la Albufera con varias barracas al fondo. Archivo fotográfico del Museo de Etnología de Valencia. Colección Donderis.

Con el advenimiento del siglo XX llegó de estas construcciones. El arquitecto valenciano Víctor Gosálvez recalca en su obra «La barraca valenciana», que existen tanto causas económicas como sociales para su desaparición. En primer lugar, se produce por una mejora en la calidad de vida de los habitantes de l'horta que abandonan el trabajo en el campo progresivamente. Es la época de la industrialización y muchos emigran a la ciudad para tener un mejor trabajo que ya no está al lado de sus campos. Nuevas necesidades demandan nuevas casas.

Además, tradicionalmente se vinculaba esta tipología de vivienda con agricultores, pescadores y pobladores moriscos. Es decir, los grupos más desfavorecidos de la sociedad.

También hay que contar con la cada vez más escasa presencia de madera en la zona, lo que dificulta realizar grandes cambios en las dimensiones de la vivienda. Y, sobre todo, hay que contar con los incendios. Ya en 1797 ardieron 87 viviendas en el Cabanyal, y posteriormente se registraron fuegos devastadores en El Palmar y en Albuixech. La fragilidad de las cubiertas de paja hacía de la barraca un hogar siempre vulnerable. A tal punto que en 1915, una ordenanza municipal del Ayuntamiento de Valencia prohibió su construcción, lo que supuso el inicio de su desaparición definitiva.

La rápida propagación de los fuegos son una consecuencia directa de las características básicas de la barraca. Sus elementos constructivos limitan las dimensiones, de modo que cuando las necesidades familiares exigían más espacio se recurría a la agrupación de varias unidades. Así, podían combinarse dos edificios, dispuestos en:

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La sencillez de este esquema arquitectónico permite su repetición modular para combinar varios edificios pero también su integración en conjuntos urbanos. Así se formaron las tramas rectangulares, paralelas a la costa, en barrios como el Cabanyal-Canyamelar, una disposición que más tarde facilitó la sustitución de las barracas por casas sin alterar la retícula original.

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De hecho, de las miles de barracas que antaño poblaron la huerta de Valencia, apenas subsisten un puñado. La bucólica y pintoresca imagen es ya una estampa casi extinta.

Pero no todo está perdido, la recuperación de lo que Max Thede llamó 'la casa de l'Albufera' ha sido objeto de atención en las últimas décadas coincidiendo con la puesta en marcha de diferentes instrumentos de protección y recuperación de la Albufera. Estos planes se unen a programas de otras instituciones como la Universidad Politécnica de Valencia, para profundizar y difundir el conocimiento del patrimonio arquitectónico local y a iniciativas sociales, como la que está llevando a cabo LAS PROVINCIAS para movilizar a la opinión pública ante la situación crítica del paraje.

Las barracas hoy

Afortunadamente aún quedan ejemplos en los que evocar cómo era la vida de nuestros abuelos. Una de las más célebres es la Barraca del Tío Aranda, en El Palmar, declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en 2002. Su restauración la ha convertido en referencia patrimonial y en escenario de actividades culturales. En la misma población, se pueden encontrar más construcciones vernáculas privadas que han sido rehabilitadas como restaurantes o alojamientos rurales. La mayoría mantienen la silueta característica de fachada blanca y techumbre vegetal.

Ejemplos de la degradación de las barracas en las últimas décadas. I. MARSILLA y Archivo Fotográfico de l'ETNO. Colecciones de M. del Rey y Jarque.

Y ya que hablamos de los BIC, cabe destacar que el interés de las entidades públicas por el patrimonio etnográfico se tradujo en la inclusión como Bien de Interés Local de varias barracas consideradas representativas. La catalogación no sólo reconoce su valor histórico y etnográfico, sino que obliga a garantizar su conservación y a realizar las reformas y rehabilitaciones con criterios tradicionales.

Estos son los recogidos en el catálogo de la Generalitat:

Este listado sitúa la mayor concentración en El Palmar, pero también hay ejemplos en Pinedo y el Camí del Tremolar; al oeste y sur del puerto de Valencia y ejemplos aislados pero valiosos en l'Horta Nord. La mayoría comparten la tipología de passadís y la traza original, aunque es frecuente la sustitución de la cubierta vegetal por teja, fibrocemento o chapa.

Gracias a estas protecciones y a iniciativas privadas, la barraca ha trascendido su condición de vivienda modesta para convertirse en un símbolo. Es emblema de la huerta valenciana, icono turístico y referencia literaria. La imagen de cubierta inclinada, junto con la del campo de arroz y las barcas, de vela latina, siguen alimentando la idea de una Valencia rural y pintoresca.

Una mirada hacia el futuro

Es un matiz importante ya que no hay que olvidar que también se han convertido en un recurso turístico. Paseos en barca, visitas guiadas y restaurantes tematizados las utilizan como reclamo. La clave está en equilibrar el valor patrimonial con usos más acordes a los nuevos tiempos, pero.. ¿qué futuro les espera? ¿Se puede evitar la banalización y asegurar al tiempo su conservación?

Su función original se ha perdido. Ya no quedan agricultores y pescadores que quieran vivir en unas casas que requieren de una atención y conservación frecuente y con un tamaño y disposición adaptados a cumplir una función agrícola.

Los proyectos apoyados por asociaciones culturales y administraciones locales buscan preservar al menos un número representativo de ejemplares para que las generaciones futuras conozcan cómo se vivía en la huerta. ¿Será suficiente?

Origen y evolución

Existen distintas teorías sobre el origen de la barraca. Antonio Michavilla parte de la hipótesis de que estamos ante un fenómeno geográfico paleolítico vinculado a humedales, ya que además de en l'Albufera, también existen tipologías de barracas en la Vega Baja y en Murcia. Zonas en las que hubo asentamientos íberos.

El antropólogo e historiador Caro Baroja, relaciona las barracas con los primeros asentamientos musulmanes en la tierras valencianas, dada la similitud de las construcciones con otras muy similares en el norte de Marruecos.

Max Thede era más proclive a situar su origen en las humildes barracas de campo que están emparentadas con las cabañas de pescadores que poblaban el Mediterráneo con una cubierta vegetal que desciende hasta el suelo.

No todo está perdido. Las barracas tienen un as en la manga: su resiliencia. Tal y como, recoge Marcel·lí Rosaleny-Gamón, profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura la UPV en su estudio «La barraca valenciana. Història i recuperació d'una arquitectura resilient», se trata de un edificio capaz de tolerar alteraciones sin cambiar sustancialmente, una gran capacidad para evolucionar y adaptarse a las cambiantes condiciones externas y los cambios de uso de sus moradores. Además de ser un ejemplo de construcción sostenible e integrada en un entorno del que parece brotar. Esta capacidad de resiliencia es clave para su recuperación en una sociedad globalizada en la que esta arquitectura ha perdido su sentido original pero «continúa siendo un un testimonio vivo de las tradiciones constructivas y del saber popular en el aprovechamiento del entorno [...]. Sus posibles usos tienen que estar necesariamente vinculados al paisaje en el que se construyen y del que forman parte», enumera el profesor Rosaleny.

Las barracas restauradas, como la de Montoliu, en Meliana, son escenario de actos relacionados con la cultura y tradiciones valencianas. I. Arlandis

Aulas de estudio del parque natural, museos etnográficos o asociaciones vinculadas a la Albufera o a la huerta, pescadores, vela latina e incluso estancias pequeñas vinculadas al turismo más sostenible son algunos de los estudios en los que se han trabajado desde la UPV para garantizar la supervivencia de esta peculiar edificación.

De la novela a la realidad

Cuando el barquero de 'Cañas y Barro' soplaba su bocina en El Palmar, llamaba a unas casas hechas de cañas y barro, pero también a todo un universo cultural que giraba en torno a ellas. En la actualidad, aquellas construcciones forman parte de la memoria y del imaginario valenciano, y su conservación es, en realidad, la conservación de un relato colectivo que afecta a toda la comunidad.

¡Barraca valenciana! ¡Santa i noble escola del treball! ¡Modest bressol del que nos dóna el pa, laboriós poble curtit pel vent i bronzejat pel sol!

La Barraca

TEODORO LLORENTE

Por tanto, las barracas son mucho más que casas de campesinos: son la materialización de un modo de vida basado en el aprovechamiento del entorno, en la colectividad y en la resistencia frente a la adversidad. Un patrimonio humilde, pero profundamente identitario que debe ser protegido, al igual que el entorno en lo alberga, porque la memoria es también presente y sobre todo, futuro.

Documentación

Información elaborada con la colaboración del Museo Etnográfico de Valencia, los artículos «Barraca valenciana història i recuperació d'una arquitectura resilient», ROSALENY-GAMÓN, M.; «Un edificio patrimonial de la huerta valenciana, la barraca», PASTOR VILLA, ROSA; «Variantes constructivas de las barracas», FERRE, l. Y GARCÍA, E.;«Estudio constructivo de la barraca del avega valenciana», GOSÁLVEZ, V. y «La barraca valenciana», MICHAVILA, A. Ilustración: Bruno Perales. Gráficos: P. Cabezuelo.

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