Autonomía, el regreso moderno de las instituciones perdidas
Fue preciso Esperar tres años y medio de largas negociaciones, hasta que estuvo a punto el Estatuto: una epopeya reflejada en estas páginas
Este periódico decano, que pronto cumplirá 160 años de vida, ha contado día por día, en sus páginas, las inquietudes, desvelos, sueños y polémicas que han llevado a la autonomía valenciana ... . Aunque antes de la guerra civil ya hubo proyectos, aunque desde 1915 venimos hablando de autonomía, el episodio más reciente es el que ocupó los años comprendidos entre la multitudinaria manifestación del 9 de octubre de 1977 y la aprobación de nuestro Estatuto de Autonomía, el 1 de julio de 1982. Las negociaciones fueron largas y tediosas, desesperanzadoras a veces; pero los valencianos, al final, gozamos del merecido autogobierno.
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Las instituciones antiguas, la Generalitat, se perdieron con los decretos de Nueva Planta (1707-1716), tras la batalla de Almansa. España entró en un régimen centralizado de administración que anuló las peculiares formas de relación entre la ciudadanía, la nobleza y el poder eclesiástico con la Corona. La ausencia generó una frustración, latente durante largo tiempo, que sin embargo habría de resucitar, sobre todo en el País Vasco y Cataluña, en los inicios del siglo XX.
LAS PROVINCIAS fue fundada por Teodoro Llorente en 1866. El padre de la Renaixença valenciana no fue nacionalista, pero si se sintió anti-centralista. El nombre del periódico alude a tres hermanas –Alicante, Castellón y Valencia— unidas por historia, lengua, tradición y cultura y llamadas a compartir un destino común en el seno de una nación, España, que respeta las variables y peculiaridades de las regiones. Llorente, con su periódico, defendió la hipotética capacidad de regulación regional y el sentido práctico de una administración que, sin centralismos uniformadores, con autonomía, se acerca mejor a los ciudadanos cuyos intereses hay que servir.
Esos impulsos llevaron al periódico de Llorente a estar atento a las pulsiones autonomistas de Cataluña, que enseguida encontraron eco en Valencia. En 1918, Lo Rat Penat, fundado entre otros por Llorente, ya empezó a preguntarse si los impulsos de mancomunidad de otras regiones cuadrarían en la nuestra. Tres años después, las juventudes de Lo Rat Penat ya impulsaban el homenaje del 9 d'Octubre a Jaume I, en su estatua del Parterre. Una estatua, de 1891, que había sido costeada por Llorente y otros cientos de promotores a través de largas campañas nacidas en nuestro periódico.
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Regionalismo, no nacionalismo. Estatuto de Autonomía, nada de separatismo. Clara y nítida personalidad valenciana propia, en la lengua y en los símbolos; nada, por tanto, de catalanismo ni de catalanización de las instituciones y las costumbres. Esos son los rasgos distintivos con los que el periódico abordó el hecho autonomista antes de la guerra y después del largo silencio sin libertad del franquismo.
Cuando murió el dictador, en noviembre de 1975, pocos recordaban que una vez hubo un proyecto valenciano de Estatuto que fracasó al llegar una guerra entre hermanos. Pero era mucho más sensato empezar de nuevo. Y eso ocurrió el 9 de octubre de 1977, cuando una enorme manifestación recorrió las calles de la ciudad para reclamar, como otras regiones, el derecho a un Estatuto de Autonomía. En estas páginas hemos procurado sintetizar los largos meses de negociaciones políticas que siguieron; y que se iniciaron con el decreto de creación de un régimen preautonómico en marzo de 1978.
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Ocurrió, observemos la fecha, antes de que estuviera a punto la nueva Constitución, donde las autonomías, tras largo debate, encontraron al fin su asiento. Todo el proceso autonómico cabalga junto al proceso de democratización de España, donde hubo elecciones constituyentes en 1977, elecciones parlamentarias en 1979 y unas primeras elecciones municipales en abril de ese mismo año.
Se ha escrito mucho, en demasía, sobre la ebullición autonómica española de los años 1980 y 1981 en su relación de causa y efectos sobre el intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981. En todo caso, sí se puede afirmar que, aunque fuera efímera, la intentona propició una unidad de los partidos en defensa de las libertades amenazadas y una necesaria ola de sentido común, de pragmatismo, a la hora de enfocar y encauzar las negociaciones autonómicas.
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El PSOE valenciano, siempre tentado por el nacionalismo, se hizo práctico por unas semanas. De la mano de un Joan Lerma más sensato que sus compañeros de filas, aceptó los consensos que Manuel Broseta, Fernando Abril y Alfonso Guerra fraguaron en Madrid haciendo uso del sentido común. Se encontraron soluciones para la denominación del territorio y se aceptó que esta era una de las pocas regiones que tenía bandera e himno disponible desde hacía décadas. Los partidarios del consenso ganaron la partida a los nacionalistas e independentistas, que han sido siempre minoría y excepción. En 1981 tuvimos el necesario Estatuto, que hizo primer presidente de la autonomía efectiva a Joan Lerma, tras las elecciones correspondientes.
LAS PROVINCIAS, día por día, estuvo en su sitio. Alentó la libertad necesaria, reclamó la autonomía y defendió para ella los símbolos y estilos que la gran mayoría del pueblo tenía como suyos en el corazón.
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