La historia de la ciudad metida en un jardín

F. P. PUCHE

Domingo, 14 de septiembre 2025, 00:14

El periódico LAS PROVINCIAS llegó en 1866, cuando se estaban derribando las murallas. Para entonces, la Glorieta era el único jardín digno de ese nombre, junto con el Parterre, situado detrás de la Aduana. El edificio hoy judicial, en el que trabajaban más de tres mil mujeres, era usado por entonces como fábrica de tabacos. Desde ese momento lejano, el diario no ha dejado de relatar las idas y venidas, los avatares y acontecimientos de un jardín que solo se dejó vencer por el prestigio, el tamaño y el afecto popular de los Viveros Municipales.

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En la Glorieta se estrenó el alumbrado de gas en octubre de 1844. El marqués de Campo, alcalde al mismo tiempo, llevó la primera canalización de su fábrica, situada al otro lado de la actual calle de Colón. La historia entera de la ciudad ha pasado por ese jardín donde el primer miembro de la saga de los jardineros Peris plantó, en los primeros compases del siglo XIX, pinos y eucaliptus, plantones traídos desde la Dehesa para decorar la obra más antigua: una colina de apenas tres metros, que servía de marco a la histórica fuente del Tritón, una estatua de mármol, de Ponzanelli, procedente del Huerto de Pontons, colocada en 1833. Después de años de respeto por la escultura, es la misma que hoy se ha retirado para hacerle una copia que pueda esquivar el moderno vandalismo.

La historia se puede leer en el atuendo de los paseantes de la Glorieta. Chisteras, hongos, canotiers y gorras... Por allí pasaron los primeros tranvías de caballos y la feria de Navidad; las casetas del cinematógrafo y la exposición de flores y plantas de 1883, la casa de Socorro de 1895 y el 'chalé de necesidad' como se llamó a los urinarios en los viejos tiempos. En 1900, la Glorieta fue elegida como escenario ideal para el gran banquete en homenaje a Sorolla y Benlliure, premiados en la Exposición de París. Y en 1909 se le construyó un enorme umbráculo para albergar un concurso de floricultura.

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