La desaparición de Bea: 50 días sin rastro de la joven de Oliva
La Guardia Civil amplía la búsqueda y comprueba los testimonios de personas que aseguran haberla visto en la provincia de Alicante
¿Dónde está Bea? Esa es la pregunta que atormenta a la familia de Beatriz Guijarro, la joven de Oliva de 29 años que ... desapareció en extrañas circunstancias en la madrugada del pasado 9 de agosto. Desde entonces, y ya son 50 días de incertidumbre, de desasosiego, de sospechas que no llevan a ninguna parte, la Guardia Civil no ha cesado ni un segundo en descubrir que hay detrás de esta desaparición calificada desde el minuto cero como «inquietante» y presuntamente «forzosa».
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Los agentes del Equipo de Policía Judicial de Gandia, encargados de la investigación, centrados en el entorno más próximo de la joven y tras interrogar en varias ocasiones a aquellos que estuvieron con Bea la noche del 8 al 9 de agosto, han ampliado la búsqueda a la provincia de Alicante tras recibir información de personas que aseguraban haberla reconocido gracias a las imágenes difundidas por redes sociales y medios de comunicación. Pero nada, ninguna prueba real de que fuera ella.
«No queremos crearnos falsas esperanzas, pero me tranquiliza pensar que la están buscando en calidad de viva», reconoce Juanjo, novio de la joven desde hacía poco más de siete meses y que se ha convertido en algo así como el portavoz de la familia. «Siento impotencia, no puedo quedarme de brazos cruzados, necesito sentirme un poco útil», confiesa atrapado en la barra de su bar sin posibilidad de contribuir más en la investigación de lo que lo está haciendo –aportó las grabaciones en las que se ve por última vez a Beatriz–.
Certezas e incógnitas
Juanjo está convencido de que Bea no se ha marchado por voluntad propia, no dejando a sus dos hijos, un niño de seis y una niña de ocho años, a los que está muy unida y «quiere con locura». Sus padres tampoco pierden la esperanza de verla de nuevo entrar por la puerta y dejar a un lado esta pesadilla.
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Pero los días pasan y el tiempo hace mella en su fortaleza. Las habladurías en el municipio no ayudan y la familia solo quiere dejar trabajar a los investigadores de la Guardia Civil, cuyo mutismo es absoluto. Más aún desde que el juzgado que instruye la causa, ya judicializada, acordara el secreto de sumario.
«Siento impotencia, no puedo quedarme de brazos cruzados, necesito sentirme un poco útil», asegura Juanjo, su novio
La noche del viernes 8 de agosto la pareja estuvo en el bar de Juanjo, situado en la plaza San Roque de Oliva. Tras cerrar al público el establecimiento, se quedaron cerca de una hora hablando. El novio de la joven asegura que Bea estaba «normal» como cualquier otro día. «La relación era muy buena, llevábamos siete meses de categoría», señala con pesar por las especulaciones que ha tenido que escuchar por el pueblo. «Me dicen que la saque de donde la tenga, y esos comentarios hacen daño, yo soy el primero, junto a su familia, que quiero que aparezca».
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La grabación de la cámara de seguridad de otro local de la plaza capta a la pareja marchándose a las 00.34 horas por la calle del Fossar, dirección hacia la casa de Juanjo. Antes de desaparecer por la arcada de dicha calle, Bea se acerca a tirar la basura al contenedor. Tan solo dos minutos después hay unas imágenes de otra cámara de un particular en las que se ve a la joven a punto de caerse al saltar el desnivel de una callejuela, tras haberse despedido ya de su novio, mientras va pendiente del móvil. Con quién estaba en contacto, posiblemente por una aplicación de mensajería ya que se le ve escribir, es una incógnita que seguramente los investigadores ya han despejado, aunque no haya trascendido.
El tercer momento, y la última vez en que fue captada Bea antes de desaparecer, es pasando de nuevo por la misma plaza del bar pendiente en todo momento del móvil. Apenas han transcurrido nueve minutos desde las primeras imágenes, y Bea, tras pasar por casa –donde vive con su madre, sus hijos y su hermano–, se ha cambiado de ropa y se ha marchado de nuevo. Juanjo desconoce con quién había quedado y para qué.
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Se sabe que fue al domicilio de una prima hermana de su madre, con la que la familia no tiene relación. Ella es una de las personas interrogadas por la Guardia Civil y sus incongruencias tampoco aportan luz al caso. El rastro se le pierde tras ser vista a las tres de la madrugada marchándose junto a un vecino de la localidad, también identificado e interrogado. «Esta incertidumbre va a poder con nosotros».
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