¿Para qué sirve hoy un faro?
Fueron guías, brújulas, ojos y salvavidas de navíos y navegantes. Hoy, cuando el desarrollo de la tecnología los ha hecho casi inútiles, sus luces todavía siguen siendo referentes a lo largo de nuestra geografía costera.
Durante muchos años estas fuentes de luz han guiado a los barcos avisando de la proximidad de la costa, dibujando sus formas, indicando fondeaderos seguros, ... advirtiendo de zonas peligrosas y ubicando a los navegantes con sus personales e identificativos destellos. Y aunque hoy en día existen en la navegación marítima múltiples tecnologías que los hacen casi prescindibles, su presencia sigue siendo una referencia visual innegable a la hora de navegar, como siguen siéndolo para los conductores de vehículos las señales de tráfico aunque cuenten con navegadores GPS junto al volante.
Muchas son las ayudas lumínicas que vemos desde el mar repartidas a lo largo del litoral pero no todas ellas son faros, ni siquiera muchas de aquellas que vemos sobre sus soportes en nuestros puertos, cabos o playas. Más allá de los faros existen muchos otros tipos de luces costeras que ayudan y contribuyen a la seguridad de la navegación en general.
A grosso modo podríamos decir que los faros son aquellas ayudas visuales marítimas que llegan a un alcance de 10 millas náuticas o más y las balizas las que no alcancen esa distancia. Y ello independientemente de cómo sea su apariencia, es decir que parezcan un faro clásico o no. Esta distinción solo serviría para las luces que solo tienen la función de orientación y señalización fija a larga distancia y no se rigen por el llamado sistema de balizamiento IALA Maritime System que es una especie de código de circulación náutico que se utiliza para identificar rutas seguras para entrar en puertos y canales sin problemas, evitar peligros puntuales, señalizar áreas militares y reserva naturales u obstáculos recientes que todavía no estén en los mapas.
Curiosamente este sistema internacional de balizamiento no era común para todo el mundo y debido a las confusiones y accidentes que ello provocaba se decidió estandarizarlo creando dos regiones por sus diferencias históricas a la hora de interpretar la señales lumínicas, en concretola llamadas laterales (las que dirigen la navegación dentro de un canal o entrada a puerto) llegando a tener significados contrarios. Un fenómeno similar al que pasa en la circulación vial con los países anglosajones.
Aunque ya existía alguno hace dos mil años, los faros tuvieron su máximo esplendor durante el desarrollo naviero comercial y la revolución industrial de los siglos XVIII y XIX. De hecho, la mayoría de los casi doscientos que se reparten por nuestra costa fueron proyectados y construidos en esos años, poco después de uno de los avances más destacados en el control de la intensidad lumínica de los faros: las lentes de Fresnel. Un avance tecnológico que permitió multiplicar el alcance de la luz y convertir los faros en los verdaderos focos direccionales que hoy conocemos, dejando de ser meras luces posicionales debido el escaso alcance que su luz emitía hasta entonces.
Una peculiaridad de los faros es que el patrón de sus destellos (su 'característica luminosa') debía ser diferenciado e inconfundible de aquellos que tenía más próximos. De este modo permitían a los navegantes ubicar su posición y evitar confusiones entre los distintos puntos de la costa, es decir, ser una especie de GPS cuando este no existía.
Los faros no solo utilizaban la luz para cumplir con su función localizadora. ¿Qué pasaba, por ejemplo, cuando había niebla? Muchos de ellos se equiparon de mecanismos antiniebla que consistían en señales sonoras para advertir a los barcos de la cercanía de la costa. Estos dispositivos podían ser sirenas sonoras, campanas e incluso cargas de pólvora.
Con el avance de la tecnología, algunos faros incorporaron radiofaros que emitían señales de radio para que los barcos con receptores pudieran orientarse incluso cuando la niebla impedía ver o escuchar las señales tradicionales. Estos sistemas fueron clave para la seguridad marítima hasta que la navegación por GPS y los radares hicieron que su uso fuera menos común.
¿Pero cuántos faros tenemos en España?
En 2017 se hizo público un estudio universitario de investigación promovido por el Ministerio de Cultura que dio como resultado un catálogo de 190 faros de los que a 130 se les dotaba de un 'valor relevante' en el patrimonio industrial por su tecnología, su arquitectura y su relevancia social.
Lógicamente la ubicación de los faros no es aleatoria y se construyeron en posiciones geográficas estratégicas de la costa para facilitar al máximo la navegación entre las distintas rutas marinas, localizar lugares estratégicos como estrechos, cabos y entradas a puertos o señalizar zonas de peligro.
La visibilidad de su luz también determina su localización ya que su alcance dependerá en gran medida, y dejando a un lado su lente, de su altura. Por ello los faros que están construidos al mismo nivel del mar suelen tener una torre muy alta y los que tienen la linterna sobre una construcción situada en alto no precisan grandes torres.
Los faros también poseen durante el día sus propias características identificativas a través de su propia estructura (torre, forma del edificio…) o pinturas en forma de bandas, franjas o dibujos para diferenciarlos de su entorno si es preciso.
En el litoral de la Comunitat Valenciana se reparten 15 faros con características muy distintas y peculiares entre los que anecdóticamente podríamos destacar los dos únicos proyectados por mujeres (Irta, en Alcossebre, y Nules) o el más sostenible (el faro nuevo de Valencia hecho con fibra de carbono y fibra de vidrio).
La práctica totalidad de los faros construídos en el siglo XIX y principios del XX llevaban adosados a la torre de sus linternas construcciones auxiliares que se habilitaban como viviendas para los fareros encargados de su mantenimiento. El avance de la tecnología de las linternas, su automatización e incluso su autosuficiencia energética arrebataron a este oficio su razón de ser. De hecho, una ley de 1992 dictaminó su extinción, que se hará efectiva en el momento que se jubilen los pocos que quedan de entonces. Hoy solo unos pocos técnicos se encargan del escaso mantenimiento de varios faros a la vez y pocos de ellos, no más de una treintena residen todavía en estas casas, situadas algunas de ellas, en enclaves naturales privilegiados.
Teniendo en cuenta el valor patrimonial y cultural de muchas de estas construcciones casi en desuso, en evidente deterioro y el coste de su mantenimiento, desde el Gobierno de España se promulgó en 2013 una iniciativa llamada Faros de España. Con ella se invitaba a la inversión privada a sacar rendimiento a estos lugares privilegiados a través de propuestas hoteleras o de ocio a cambio de una concesión administrativa de varias décadas. Potencialmente el 80% de los casi doscientos faros españoles eran susceptibles de tener un uso de este tipo. Sin embargo hoy en día muy pocos de ellos se han reconvertido debido a la dificultad de los requisitos y a cierta oposición social que despierta esta iniciativa contraria a la democratización del uso de estos espacios públicos y el riesgo medioambiental que representa en algunas zonas más sensibles.
Por fortuna otros muchos de ellos no han quedado en el olvido y acogen en sus históricas instalaciones centros de interpretación, arte y exposiciones, centros culturales y de formación o centros de investigación. Algunos también albergan cafeterías y restaurantes.
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