Francisco, el Papa que lloró con Valencia el dolor de la dana

Ha muerto el Papa Francisco. El universo católico llora su pérdida y los campanarios suenan a difunto. Y en ese triste concierto de luto se escuchan los bronces de Valencia y de toda su diócesis, una tierra que guardará para siempre entre sus recuerdos las muestras de compromiso, afecto y acercamiento que el sucesor de Pedro ofreció al pueblo valenciano ante el dolor causado por la dana del 29 de octubre de 2024. Lloró con los valencianos la peor tragedia de la Comunitat.

Su nombre, además, está unido a las grandes tradiciones de la capital del Turia. No se olvida que en 2022 saludó a las falleras mayores del cap i casal en una audiencia en San Pedro. Y un año después, en el marco de una de las celebraciones más emotivas de la ciudad, saludó también a la Comisión del Centenario de la Coronación Canónica de la Virgen de los Desamparados.

Y de nuevo en 2024 la gran tradición de la fiesta que toca lo más profundo del corazón de esta tierra volvió a contar con el Pontífice ahora fallecido como aliado. El 9 d'Octubre se encontró con la comisión fallera Art i Ciència, que regaló un ninot de San José al máximo representante de la Iglesia. Era un obsequio cargado de significado para Valencia y para el propio Francisco. San José estaba presente en su escudo papal mediante un nardo, flor que representa al santo.

Para conocer la acción de Francisco con los valencianos es necesario mirar también a quienes hoy se encuentran al frente de la Archidiócesis de Valencia. Fue el Pontífice argentino quien designó Arzobispo de Valencia a monseñor Enrique Benavent en 2022. A Benavent ya le hbía nombrado obispo de Tortosa en 2013. También designó a los dos obispos auxiliares que en la actualidad acompañan a Benavent en la labor pastoral: Fernando Ramón y Arturo Javier García. Uno y otro recibieron el nombramiento en 2024.

Cada mirada que Francisco dirigió a la Comunitat era un abrazo a los valencianos, pero sin duda fue su actitud ante el dolor de la dana la que mostró su gran sensibilidad, su cariño, hacia este pueblo. Tras la trágica noche muy pronto abrazó a las víctimas, a sus familias y a todos los afectados.

Los damnificados de l'Horta Sud y de las localidades de otras comarcas el 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, ya ocuparon las palabras que pronunció desde el Palacio Apostólico en el rezo del Ángelus. Recordó a quienes sufrían y también a todos aquellos que les ayudaban. «El Señor sostenga a los que sufren y lleve fuerzas a los rescatistas», dijo dos días después de la catástrofe. A estas palabras se sumó una invocación a la oración por la población española y «especialmente por la Comunitat Valenciana que ha sido golpeada por la dana, por sus difuntos y seres queridos, y todas las familias damnificadas».

No fue la única muestra de cercanía que dedicó a los damnificados. Días después, su proximidad cobró especial significado cuando una imagen de la Virgen de los Desamparados, la patrona de todos los valencianos, presidió la Audiencia General del 6 de noviembre. La imagen, ante la que depositó una rosa blanca, era un regalo de los valencianos y el gesto, un indudable y elocuente brazo tendido a todos ellos. «Quería que estuviera aquí la imagen de la Virgen de los Desamparados que los mismos valencianos me han regalado», dijo en esa ocasión.

Sus pronunciamientos, sus acciones y miradas hacia los que sufrían mostraban que estaba «impactado por la devastación y conmovido por el apoyo a esta tierra», según las palabras del cardenal Michael Czerny, prefecto del Vaticano, que enviado por el Pontífice visitó la zona cero de la catástrofe para trasladar el mensaje del Santo Padre que quería decir que estaba con los que sufrían el dolor del barro.

Pronunció palabras de afecto, rezó, decidió enviar al cardenal Czerny e incluso, en uno de sus pronunciamientos más contundentes, con unas palabras que daban cuenta de que la preocupación por los damnificados no terminaba, llegó cuando en enero de 2025 en la recepción a formadores, seminaristas y obispos de la Provincia Eclesiástica Valentina invocó a los sacerdotes a «hacerse barro» y les recordó que la solidaridad y la ayuda desinteresada de muchos era el campo donde «están llamados a trabajar ustedes».

El recorrido del Pontífice argentino que sorprendió al mundo cuando al dar sus primeros pasos como sucesor de Pedro invitó a «armar lío» -como metáfora de la acción de los creyentes- estaba comprometido con el dolor de Valencia. Pero ello no le bastó. Dejó muy claro que toda la Iglesia, representada en sus sacerdotes, tenía que estarlo.

A esa llamada sonó el mensaje en el que recalcó a los formadores, seminaristas y obispos que ser sacerdote «es hacerse barro en el llanto del pueblo» con la solicitud de que «cuando vean a la gente rota, porque en Valencia hay gente rota, que ha perdido la vida a pedazos, repártanles trozos, pedazos de ustedes mismos».

En el duodécimo año de su pontificado ha fallecido el Papa que visitó la ciudad del Turia cuando todavía era cardenal Bergoglio. Llegó a la capital con motivo del Encuentro Mundial de las Familias de 2006 que presidió su predecesor Benedicto XVI. Se le había encomendado celebrar la misa para los peregrinos de habla hispana en la parroquia del Santo Ángel Custodio.

Fue el 8 de julio de 2006 cuando discretamente se acercó al templo parroquial de la calle Salamanca. Iba a concelebrar con el sacerdote Vicente Serrano, entonces vicario de Acción Caritativa y Social, quien tras conocerse el resultado del Cónclave de 2013 recordó la «humildad» que observó en aquel purpurado que hablaba el español de Argentina, quien se resistía a presidir la misa de 2006, aunque finalmente lo hizo como corrrespondía a su condición de Príncipe de la Iglesia.

Palabras profundas, mensajes de esperanza, gestos de generosidad, cariño y aproximación en los momentos más difíciles, y también muestras de afecto hacia celebraciones de la cultura popular de raíz cristiana trazan el perfil de un Papa inscrito en la memoria de Valencia y de los valencianos.

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