Muere la primatóloga Jane Goodall a los 91 años
La investigadora británica fue la mayor eminencia en el estudio de los chimpancés y sus documentales emocionaron al mundo
Miguel G. Casallo
Miércoles, 1 de octubre 2025
La primatóloga, etóloga y activista medioambiental británica Jane Goodall, reconocida como la mayor eminencia mundial en el estudio de los chimpancés y Mensajera de la Paz de la ONU, ha fallecido este miércoles a los 91 años por causas naturales mientras participaba en una gira de conferencias en California, según confirmó su instituto.
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Nacida en Londres en 1934, dedicó más de seis décadas a observar a los chimpancés en su hábitat natural, en el Parque Nacional de Gombe (Tanzania), en una de las investigaciones de campo más prolongadas jamás realizadas sobre animales en libertad. Cuando viajó por primera vez a África para estudiar a los chimpancés tenía solo 26 años, y ninguna formación científica formal, pero aun así logró ganarse la confianza de los primates.
Sus hallazgos, reconocidos con el Premio Príncipe de Asturias de 2003, revolucionaron la ciencia, demostrando que los chimpancés son capaces de fabricar y utilizar herramientas, que mantienen relaciones sociales duraderas y que incluso participan en conflictos organizados similares a guerras primitivas. También desmontó la idea de que eran vegetarianos, al documentar comportamientos de caza y consumo de carne.
Su vocación surgió en la infancia, cuando, inspirada por un libro de Tarzán, soñó con viajar a África para estudiar a los animales. «Yo no era Tarzán, era Jane», recordó en una de sus últimas entrevistas en España, durante su paso por el programa La Revuelta, donde bromeó con Broncano: «Puedo hablar español, pero tú no puedes hablar chimpancé». Allí, como era tradición en sus visitas públicas, entregó un regalo: un peluche de primate dedicado y un palo, símbolo de su descubrimiento más célebre, el del uso de herramientas por los chimpancés.
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Su madre fue la primera en alentarla a perseguir un sueño que muchos consideraban imposible para una joven en la Inglaterra de los años cincuenta. «Me dijo que no me rindiera, que lo intentara», relató Goodall. Ese empuje la llevó en 1960, con apenas 26 años y fondos para solo seis meses, a adentrarse en la selva africana, donde al principio los chimpancés la miraban con recelo. Su paciencia y respeto consiguieron lo que nadie había logrado: que uno de ellos se acercara, abriendo la puerta a una nueva manera de entender a estos animales.
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Las reacciones no se han hecho esperar en las redes sociales, entre ellas la de la propia ONU, una de las primeras en lamentar su pérdida: «Hoy, la familia de la ONU lamenta la pérdida de la Dra. Jane Goodall. La científica, conservacionista y Mensajera de la Paz de la ONU trabajó incansablemente por nuestro planeta y todos sus habitantes, dejando un legado extraordinario para la humanidad y la naturaleza.»
El legado de una pionera
Los hallazgos de la investigadora británica sobre el comportamiento de los chimpancés la guiaron a una vida sin pausa. No sólo obtuvo su doctorado en Cambridge, convirtiéndose en una de las pocas personas en lograrlo sin tener los estudios universitarios correspondientes. En 1977 creó el Instituto Jane Goodall, con oficinas en decenas de países, que busca mejorar la preservación de los primates y otros animales. Además, era autora de más de una veintena de libros de divulgación y recorría el planeta dando conferencias en las que le gustaba bromear que Tarzán se casó con la Jane «incorrecta». Era vegetariana y hasta fue consultora en la película 'La guerra del planeta de los simios' (2017).
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Parte del año se lo pasaba viajando. «Tanto viaje aéreo es poco recomendable a mi edad, pero es la única forma en la que puedo dar charlas e intentar inspirar a las personas». Cada año sólo hacía un par de pausas en verano y Navidad: «Esos períodos los paso en la casa donde crecí en el Reino Unido, donde viven mi hermana Judy y su familia. Debo acelerar el paso y no bajarlo, porque a mi edad obviamente me acerco cada año al fin y todavía me queda mucho por hacer», decía hace unos años en una entrevista.
Sobre su vida se han hecho muchos documentales. Uno de ellos, 'Jane', cuenta su faceta más personal. Producido por National Geographic a partir de 140 horas de filmación sus imágenes fueron captadas en Tanzania en los años 60 y 70 del siglo pasado por Hugo van Lawick, uno de los mejores cineastas de vida salvaje del siglo XX que luego se convirtió en el primer esposo de Goodall y padre de su único hijo, también de nombre Hugo.
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Su labor fue reconocida internacionalmente con más de cincuenta doctorados honoris causa y premios de gran prestigio, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2003, otorgado en reconocimiento a su papel pionero en el estudio del comportamiento animal.
Activista de las «emociones» animales
Defendió hasta sus últimos días la idea de que los animales tienen sentimientos, algo que en sus inicios fue duramente cuestionado en los círculos científicos. Su imagen icónica, de cuclillas junto al joven chimpancé Flint que le agarra la mano, se convirtió en símbolo de una nueva relación entre los humanos y el reino animal.
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«Darse cuenta de que los animales tienen emociones fue un paso muy importante. Cualquiera que tenga un gato, un perro o un conejo lo sabe ahora», explicaba recientemente. La ciencia, la conservación y la divulgación pierden a una de sus voces más influyentes, pero su mensaje perdura: la necesidad urgente de reconciliar a los humanos con la naturaleza.
Una de sus últimas acciones como activista medioambiental fue la de involucrarse en las protestas contra la decisión del Gobierno de Marruecos de eliminar a los perros callejeros de cara al Mundial de 2030, del que es país coorganizador junto a España y Portugal. Goodall se sumó a las campañas internacionales actualmente en marcha tras conocer que se estaba matando a tiros y con veneno a los perros en el país magrebí.
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En una carta abierta a los directivos de la FIFA, decía estar «absolutamente horrorizada» de ver al Gobierno marroquí «comprometido en matanzas a gran escala de perros callejeros como parte de un aparente esfuerzo por hacer que las sedes del Mundial sean más 'presentables' para los visitantes extranjeros».
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