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Lleva una media coleta alta y una sonrisa perenne. Dorita Terrades está «a punto» de cumplir 80 años. «Yo soy de Valencia capital, de Gran Vía. Y hace ya varias décadas que forma parte del programa Fundación Amics de la Gent Major». Cuando se le pide que diga con un puñado de palabras qué supone para ella formar parte de ella, le cuesta no emocionarse. Sus ojos azules empiezan a brillar todavía más: «Sólo puedo decirte que es una suerte tenerlos al lado, quiero mucho a las voluntarias y los voluntarios, a todos».
Llega entonces Paco Valero, uno de los voluntarios de esta organización que trabaja diariamente para acompañar a las personas mayores que se sienten solas. En Valencia son 600 usuarios y algo más de 500 voluntarios. «Es un tipo de voluntariado diferente, nosotros no limpiamos, ni compramos ni nada de eso, es un acompañamiento estrictamente emocional, de compañía. Empecé antes de la pandemia, encontré en la boca de metro de la Calle Colón una especie de cartel en el que anunciaban que pedían ayuda y pensé que sería una buena opción para recordar un poco lo que habían sido mis padres».
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Terrades matiza: «Yo fui la primera, lo que pasa es que me cambié de casa y ahora tengo otras voluntarias. ¡Paco es el mejor!» El voluntario reconoce que es una tarea muy «reconfortante» pero también muy dura: «Hay algunas que sí que tienen un sentimiento muy positivo, son optimistas, pero otras personas, que es lógico, te cuentan muchas tristezas. No es fácil gestionarlo porque luego te vas a casa y te quedas sus historias dentro».
A principios de 2025, profesionales sanitarios de Elche y Torrevieja, publicaron un estudio de Profesionales del Centro de Salud de Altabix sobre la soledad no deseada en las personas mayores y su impacto en el sistema sanitario. Éste confirmó que aquellos que viven solos acuden con más frecuencia a las consultas de atención primaria.
Dorita y Paco asisten a la comida de primavera de la Fundació dels Amics de la Gent Major. Como ellos, más de 400 personas están reunidas en Benicalap en una jornada muy especial para todos ellos. Al fondo de la enorme sala, Encarnación Gonzalez y Bea Díaz, asisten por primera vez a una de estas comidas. Lo cierto es que ambas parecen voluntarias. «No, no, yo soy usuaria», dice la primera. Tiene 65 años y un aspecto jovial. Aunque hace pocos meses que están juntas en el programa ya se consideran «amigas». «Somos muy parecidas, vamos juntas al cine, de compras…», explica la segunda.
A raíz de una fractura en la pierna, quedó en silla de ruedas. Un hito que no sólo cambió su vida físicamente. «Me dio mucha gente de lado… la realidad es que no todo el mundo está en los momentos en los que más los necesitas. Y es así. Por ejemplo, alguna amigas que antes me llamaban para tomarnos algo por la tarde, no lo hacen… aquí he encontrado esa compañía. No hay que tener miedo ni sentir vergüenza a pedir ayuda porque a final es tan importante tener vida social como salud».
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