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El centro de mayores de Campanar, esta semana. ADOLFO BENETÓ

Viaje a la gran Valencia de los iaios

Más mayores que nunca. El cap i casal registra un récord de mayores de 64, con barrios como Campanar, Pla del Real o Vara de Quart donde son uno de cada tres vecinos

Sábado, 28 de junio 2025, 00:10

El centro de actividades para personas mayores de Campanar es un coqueto edificio rodeado de madera en una calle peatonal de Campanar. Tiene frente a su puerta un parque en el que hay sombra, algo muy reclamado en esta ardiente mañana de verano. Pero a su alrededor todo es silencio. Nadie quiere estar bajo el sol. Al atravesar las puertas dobles del inmueble, todo cambia. Más de un centenar de personas mayores, esas a las que en el Ayuntamiento se les llama cariñosamente 'abuelitos' y nosotros, en casa, iaios, toman algo o juega la partida en el bar del local. Es sólo uno de los 50 centros de actividades de personas mayores presentes en la Valencia más envejecida de la historia. Cabría preguntarse si hay suficientes, poque 2025 marca un récord: ya hay 180.264 y suponen un 21% de la población.

El dato no es baladí porque hace casi 40 años, en 1981, eran 83.242, para una población total de 744.000 personas. Suponían, entonces, el 11%. Las personas mayores se han doblado, lo que habla a las claras del aumento de la esperanza de vida y de lo cómoda que es Valencia para los más mayores. De eso hablamos, en el barrio con más mayores de la ciudad, Campanar, con Pepe Sánchez y Amparo Pavía. Él lleva el centro de mayores, de forma totalmente voluntaria, y ella es una de las que lo disfruta. A sus 81 años (aunque parecen menos, 55 como mucho), ya firmábamos muchos llegar a su edad como ella. Dice que le falla un poco el oído, pero la cabeza y el cuerpo le funcionan a la perfección. Quizá el motivo de ambas cuestiones es que pasados los 40 años, cuando sus cinco hijos (ahora tiene cuatro, como dice de forma contrita) ya estaban criados, decidió ponerse a estudiar Fisioterapia en la universidad, después de que su hija le animara. Ahora está jubilada, claro, pero pasó décadas en una clínica.

Amparo cuenta que ella llegó al barrio hace 50 años. «Vivíamos en el pueblo y quisimos venirnos a Valencia», explica. Campanar experimentó un importante crecimiento cuando abrió La Fe, como recuerda Pepe. Amparo ha vivido toda su vida en el barrio. Cuando se quedó viuda decidió seguir en Campanar, un barrio que considera «muy cómodo para vivir». Aunque Pepe asegura que disponen de comercio de barrio, Amparo apunta rápidamente que no hay mercería. Pero sí hay centro de mayores. «Somos importantes porque ayudamos a las personas a tener una vida activa», indica. Amparo lo confirma, porque ella hace muchas actividades en el centro, como gimnasia o teatro. «Antes estaba de voluntaria en un grupo pero ahora por lo de la sordera me lo he tenido que dejar», dice.

Amparo, en el centro de mayores de Campanar. ADOLFO BENETÓ

Ella vive sola. No es un caso aislado, ni muchísimo menos. Casi la mitad de los ancianos que viven en Campanar lo hacen solos, y dos de cada tres de los de Mauella también. «La soledad no deseada es uno de los grandes problemas», cuenta Pepe. En el centro de mayores de Campanar, también en otros de la ciudad, una asistente social va todas las semanas para estudiar casos problemáticos y ver si se puede tomar alguna medida. Y es que en muy pocos barrios de Valencia el porcentaje de mayores que viven solos baja del 30%. En la ciudad se ha puesto en marcha un programa llamado 'Yo cuido mi envejecimiento activo', una iniciativa diseñada para combatir la soledad no deseada y mejorar la calidad de vida de este grupo poblacional. Este proyecto, liderado por la Cátedra de Envejecimiento Activo, Saludable y Participativo de la Universitat de València (UV), en colaboración con el Ayuntamiento de Valencia y diversas entidades sociales, se compone de un programa intensivo en el cual los mayores realizan diferentes actividades con una frecuencia de 4 veces por semana durante 12 semanas por un total de 48 sesiones en cada centro.

Talleres de memoria

Los centros de mayores, en este sentido, juegan un papel importante. A Amparo tenemos que arrancarla de la mesa donde está tomando algo con tres amigas, y el centro está repleto de grupos de personas mayores que descansan a la fresca. También hay nietos que han venido a almorzar con sus abuelos. Hay más mujeres que hombres, aunque la cosa se ha igualado. «Parece que al hombre que se queda solo le sabe mal venir a pedir ayuda», dice Pepe. En la planta superior, un grupo hace gimnasia. Los voluntarios están por todas partes. «Hay que darles las gracias a todos ellos: Amparo, Rafa, Fina, Carmen...», asegura Amparo. Con todo, a veces no son suficientes. «Tenemos tanta gente que cuando sacamos actividades se cierran en nada. Viene gente a apuntarse y tengo que ponerla en lista de espera. Y cuando sacamos talleres de memoria, las plazas se terminan en muy poco tiempo. Tendríamos que ofrecer más pero los profesores los pone el Ayuntamiento», cuenta Pepe.

Campanar es sólo un centro de mayores. Quizá el más mayoritario de la ciudad, pero apenas una gota en un océano de recursos para los ancianos, una población cada vez más presente en una ciudad donde vivir es un placer y donde envejecer es, cada vez más, un regalo.

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