El trail también es para personas con discapacidad visual
Rebeca Cartagena, voluntaria en carreras de montaña, explica la enriquecedora y transformadora experiencia que supone formar parte de un equipo de guías
La inclusión en el deporte (y en el día a día) es una obligación. Todas las personas tienen derecho de disfrutar beneficios de la actividad física y su práctica en entornos como la naturaleza. Es por ello que distintos organismos intentan fomentar el voluntariado en sillas joëlette, para que personas con movilidad reducida puedan disfrutar de salidas, tanto no competitivas como carreras.
En el caso de las personas con discapacidad visual, ya sean totalmente ciegas o con algún resto, las barras direccionales permiten a sus acompañantes guiarles en la montaña hasta la línea de meta.
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Desde la FEMECV, Federació d'Esports de Muntanya i Escalada de la Comunitat Valenciana, o la ONCE, así como otras organizaciones, se ofrecen cursos de formación para que personas voluntarias, amantes del deporte y solidarias, tomen nociones acerca de cómo ayudar a los corredores con discapacidad visual, sin embargo no siempre es fácil llegar a ellas una vez finalizada la formación.
Rebeca Cartagena Fernández es maestra con mención en pedagogía terapéutica. Amante de la carrera a pie y la montaña y un día recibió la posibilidad de formarse en este ámbito. «Los docentes tenemos una vía de formación, como una plataforma para apuntarte online a diferentes formaciones, aunque yo no soy concretamente un profe de educación física sí que me dedico a la educación en el ámbito de la educación especial y la posibilidad de acceder a personas con diversidad funcional en la montaña y poder ofrecer esta actividad, me llamó mucho la atención».
Sin embargo, tanto ella como el resto de personas que realizaron esta formación no tuvieron inmediato contacto con usuarios. De hecho, su primera experiencia en carrera fue «por casualidad» . «Hicimos como una salida para hacer una toma de contacto. Fuimos concretamente a Vallada, a una ruta que hay por ahí muy chula. Allí nos encontramos con Juanjo, que es un guía con experiencia y vino con Lydia, una chica ciega».
Aquel día fue muy especial. «Evidentemente que, pese a la formación, la práctica es muy diferente. Adaptarse a la persona y sus necesidades es algo a lo que se aprende estando en el lugar», añade antes de desgranar algunos aspectos de la carrera a pie en montaña que ha ido descubriendo zancada a zancada: «Para cada persona se necesitan las barras direccionales y dos guías: uno que va en la parte de delante y uno que va en la parte de detrás aunque dependiendo del tipo de competición, es conveniente que haya una persona más.»
«La persona del centro siempre es la persona ciega o con discapacidad visual mientras la de delante va describiendo el terreno y adaptando la jerga. Por ejemplo, cuando hay pequeños escalones se va nombrando con un número, : escalón de 30, escalón de 20, para indicar que hay rocas a los dos lados: paso de bailarina…», desgrana, mientras matiza que la persona de detrás va corrigiendo y dando indicaciones en el momento exacto así como es posible que cambie de mano la barra para poder ir corrigiendo la trayectoria.»
La comunicación y la empatía es fundamental para cumplir con el objetivo de cruzar la línea de meta. Un momento en el que la alegría se multiplica: «Si en situaciones digamos cotidianas es emocionante ese momento, llegar juntos es algo maravilloso. Normalmente, las personas del equipo se ponen uno al lado del otro y levantan la barra», una imagen que refleja la felicidad de la recompensa tras el esfuerzo compartido.
Rebeca, explica algunos de los motivos por los que el voluntariado en este tipo de carreras es un aliciente único: «Es un gesto de voluntad, hay que tener en cuenta que otra persona va a poder cumplir un reto gracias a ti y además, se combina el deporte con poder ayudar, creo que es una oportunidad fantástica de poner en práctica algunos de los valores del deporte precisamente donde, específicamente en la montaña siempre hay mucha solidaridad».
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