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Mayrén Beneyto, en el salón de su casa en Valencia, que preside una escultura de Miquel Navarro y un retrato suyo. JOSÉ LUIS BORT

Mayrén Beneyto: «Mucha gente me para por la calle para pedirme fotos. Debo estar en todas las neveras de Valencia»

La socialité acaba de cumplir 80 años más activa que nunca, con una energía que le permite asistir hasta a cuatro eventos por día. «Aprendí que nunca estaría mano sobre mano», dice la exconcejal valenciana, que asegura que sigue viviendo «de la única manera que sé hacerlo»

Domingo, 28 de septiembre 2025

Fue en el mes de las flores cuando Mayrén Beneyto cumplió 80 años. Una cifra redonda que celebró llevándose a su familia a Roma, porque la reina de la sociedad valenciana todavía tiene muchas ganas de exprimir cada minuto. Es difícil imaginarla, como hacen muchas de sus coetáneas, sentada frente al televisor siendo testigo invisible de los avatares de otras personas. Qué va. La mujer que ha convertido la vida social en un trabajo y el saber estar en un arte es nuestra particular duquesa de Alba valenciana, que en esta entrevista abre las puertas de su casa en la Valencia más señorial, con unas vistas al cauce del río que son uno de sus tesoros más valorados. De hecho, contaba en una entrevista hace unos años que el exalcalde Ricard Pérez Casado «me mandó unas flores y yo le dije que no hacía falta, que ya me había puesto un jardín maravilloso en casa». Junto al escritorio donde organiza su agenda, una estantería llena del techo al suelo de cajas naranjas de Hermès esperan su momento, en una casa preparada para recibir, pero sobre todo a medida de una mujer que disfruta de esa intensa vida social que le regala su carisma, con armarios por todas partes, y donde guarda un vestuario lleno de firmas de alta costura. «Aquí están los abrigos de piel, allí los trajes chaqueta». La edad no ha supuesto además una merma en el número de invitaciones que le llegan, y a las que acude como si se tratara de una profesión vocacional a la que se entrega a conciencia.

-Ha sido usted una mujer independiente que nació en una familia muy tradicional.

-Tuve que serlo, no me quedó otra opción. A mí me educaron para ser una niña bien, criar hijos, procurar que la ropa esté planchada y ofrecer comidas en casa. Pero en absoluto para trabajar, en todo caso podía dedicarme a alguna causa benéfica, sabiendo idiomas para ejercer de relaciones públicas. Y nada más. Pero me encontré con que no era así, que la preparación que había tenido en el extranjero la tenía que utilizar. Y aunque no he necesitado ponerme a trabajar para comer, he comido porque he trabajado.

Se separó cuando todavía no existía el divorcio de su primer marido, Alfonso Manglano, miembro de esa alta sociedad a la que ella también pertenecía. Una decisión dura, obligada por las circunstancias, que le acarreó un vacío social.

Una casa de recuerdos

El piso donde vive Mayrén Beneyto está ubicado en un edificio que construyó su abuelo, Valeriano Jiménez de la Iglesia, en la plaza América, y de donde nunca se ha querido mover. Muchas personalidades han pisado una casa llena de recuerdos y obras de arte, como una escultura de Miquel Navarro que preside el salón.

-Ha sido una mujer muy fuerte.

-Yo diría que fuertísima. He sufrido casi todos los golpes duros por los que puede pasar una persona. Ha habido momentos en los que me he sentido muy mal, y he sido fuerte porque la vida me ha obligado, no porque yo quisiera serlo. He tenido que salir adelante y aprender que nunca estaría mano sobre mano.

-¿En qué momento se encuentra?

-Me encuentro en un momento de paz interior, pero no tiene nada que ver con la jubilación. Yo sigo viviendo de la única manera que sé hacerlo.

-¿Cuantas invitaciones puede recibir en una semana?

-Me invitan a muchos eventos, pero no lo contabilizo. No me parece elegante, y aunque lo supiera no te lo diría. Suelo asistir todos los días a uno o dos, siempre que la persona que me llame sea amiga, y por supuesto si está en mis manos, porque doblarme tampoco puedo. Los viernes me preocupan, porque suele haber muchas exposiciones y es complicado llegar a todo.

-Es usted una persona muy social, y parece que una fiesta no está completa si no está usted.

-Yo me lo tomo muy en serio. Por ejemplo, el otro día Susana Lloret organizó una exposición dedicada a su marido. Bombas Gens está lejos y era complicado, porque luego tenía otro evento, la entrega del cuadro como regalo a la clavariesa de San Vicente, pero ¿cómo no voy a ir a la exposición de Susana, que con tanto cariño había hecho por su marido? Fui por ella, y es en la persona que me invita en quien yo pienso.

Una vida de política

Mayrén Beneyto comenzó en política de la mano de Abril Martorell y Broseta en UCD. «Quería ayudar a las mujeres» en un momento en que no tenían derechos. Al hundirse la UCD estuvo unos años al frente de Unicef, donde sacó su lado más social, hasta que Vicente González Lizondo la recuperó para UV. Fue concejal durante 26 años al lado de Rita Barberá, que supo ver en ella el don de gentes y el carisma en una época en que Valencia se abrió al mundo.

-¿Nunca le ha apetecido quedarse en el sofá?

-Es mucho más cómodo, claro, y yo disfruto mucho de mi casa, pero también pienso que cuando alguien organiza un evento, hay que estar a su lado. En una cena junto a Vallejo-Nágera le pregunté cómo conseguía no aburrirse, porque él asistía a muchos actos. Y me contestó: «Yo hago lo siguiente. Primero hablo con el de la derecha, si es interesante perfecto, si veo que no, me dirijo a la izquierda y hago lo mismo. Si veo que no me aportan mucho, les pregunto sobre su trabajo y me cuentan su vida, y algo terminan diciéndome que me permiten llegar a casa sabiendo algo más». Yo soy de esa política.

-¿Quién le ha enseñado a saber estar?

-Ha sido mi educación. Mi etapa de París fue terrible. En casa de mis tíos se vivía una vida de diplomáticos, y recuerdo con horror que no podías hacer esto, no podías hacer lo otro. Yo he ido a un colegio, el Sagrado Corazón, donde no podías volver la cabeza para ver la función, solo la veía la superiora. Yo tengo una disciplina férrea.

-¿Cómo la ha aplicado?

-No he fallado a ninguno en los 24 años que he estado en el Palau y prácticamente todos los días había uno. ¿Tú de verdad crees que yo podría haberlos oído todos sin que la cabeza se me haya ido ningún día? He tenido muchísimo tiempo para pensar. Lo primero que yo hacía era ver que la sala estuviera perfecta, y luego pensar en todo lo que tenía que hacer al día siguiente. Ha habido algún concierto menor en el que he tenido que he ordenado toda la agenda.

-Además, le he escuchado aquello de que hay que salir de casa llorada.

-Hay que salir de casa llorada y hay que saber estar.

-Ha aprendido disciplina, a saber estar, pero el carisma dicen que no se enseña.

-Yo debo tener algo porque no es para nada normal lo que me ocurre. Mis nietos dicen que no quieren ir conmigo por la calle porque me piden fotos. Señores que se acercan a decirme: «Cuando le diga a mi mujer que la he visto...». Debo estar en todas las neveras de Valencia.

-Es una celebridad local.

-Si hubieras visto esta mañana… Tenía que ir a la peluquería y no he llegado. Pero sobre todo yo quisiera saber qué conexión tienen conmigo las clientas de Zara. Yo no puedo ir porque la gente se acerca a mí, y lo que es peor, me piden consejo.

-¿Sobre qué?

-Sobre sus compras. Lo hago encantada, pero claro, no puedo. Yo he llegado a elegir las telas del traje de una madrina en El Corte Inglés. Me hace ilusión, sí, pero que me pase en Zara… La última vez, esta misma mañana. Y me dicen: «Qué gracia me hace usted, y qué gusto tiene. ¿Qué le parece esta falda con esta chaqueta? Yo sonrío, y le digo la verdad, eso sí.

-Puede que esté entre las mujeres mejor vestidas de Valencia.

-Es muy complicado porque hay que pensar en la ropa adecuada para cada evento. Por ejemplo, mañana asisto al funeral de mi hermano, y tengo que ir de negro y perlas, pero por la mañana me han invitado Lucas Zaragosí y Adrián Salvador a un evento y ahí tengo que ir moderna porque ellos son modernos. Ahora, como yo voy bien vestida es con trajes de chaqueta. Cuando llegué al Palau lo tuve claro: una buena camisa y un traje sastre para recibir visitas, ir a la sala de conciertos... Ya por la tarde venía y me cambiaba para ir más bohemia.

-¿Cómo se prepara?

-A la chica le dejo escrito qué voy a llevar, así ya sabe lo que tienen que prepararme porque yo tengo varios eventos al día y necesito tenerlo todo organizado.

-¿La ropa y los complementos que veo aquí los ha comprado o se los han regalado?

-Yo me he comprado muchas cosas pero la mayoría me las han regalado personas muy cercanas a mí. Mi marido, que yo creo que casi lo he arruinado. Mi padre, que ya me dijo cuando me separé que el pan me lo tenía que buscar, y los caprichos me los iba a dar. Estoy acostumbrado a que los hombres de mi familia me regalen cosas. Por ejemplo, mi primer bolso de Hermès me lo regaló mi marido Ramón.

Contaba Mayrén hace unos años que en Ramón Almazán, profesor de Filosofía, subdirector del Palau de la Música, encontró la ternura. Así, su tercer marido se convirtió en «alguien a quien admirar, que me puede enseñar, que respeta mis momentos de sociedad».

-¿Qué opina de Valencia a nivel social?

-Está por debajo de otras ciudades en ese sentido. Valencia es como la paella, un plato buenísimo que se come entre todos. No es un lugar selectivo, no hay exclusividad. Además, se vive en la calle. Como fiesta importante están las Fallas, y cuando alguien pretende destacar quiere que su hija sea fallera mayor. Así y todo, a mí me encanta mi ciudad y soy la primera que invito a paella, porque es un lugar maravilloso para vivir y para disfrutar todos. Sin exquisiteces.

-¿Cree que su vida social la ha mantenido con salud?

-Creo que el poder pensar como pienso, trabajar como lo hago y actuar de esta forma es sin lugar a dudas porque mi cabeza y mi cuerpo están siempre en movimiento.

-¿De qué se siente más orgullosa?

-De la decisión de hacer lo que sea necesario por amor a Valencia, porque no sabes hasta qué punto quiero lo mío, lo nuestro. Y ese amor es lo que me ha movido en mi vida.

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