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Eusebio Monzó, la semana pasada en Sevilla. LP

El conseller en la sombra de Hacienda

Eusebio Monzó. El número dos de la conselleria de Hacienda fue el encargado la pasada semana de hacer evidente la crítica situación financiera de la Comunitat y la falta de respuesta que viene obteniendo del Gobierno

JC. Ferriol Moya

Valencia

Lunes, 19 de mayo 2025, 00:38

Eusebio Monzó no es el conseller de Hacienda del Gobierno valenciano. Al menos no lo es nominalmente. Sin embargo, a nadie se le escapa en los círculos más cercanos al Gobierno valenciano que el secretario autonómico de Hacienda y Financiación es el hombre clave en el departamento que dirige Ruth Merino. La pieza que hace que todo se sostenga. «Es el conseller en la sombra», asegura un veterano del partido. Muchos, en realidad, creen que comparte la responsabilidad con la titular de la conselleria.

Monzó no es un alto cargo más en el Consell, porque su conselleria no es una más en la arquitectura de la administración autonómica. Hacienda es el departamento del dinero (o de la falta de dinero), de la elaboración de los presupuestos, del diseño de las políticas fiscales o de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones. Es la conselleria que enfada al resto de departamentos con sus restricciones presupuestarias. Y es también la encargada de pelarse con el Gobierno central para conseguir más recursos.

Y ese factor, en el caso de la Comunitat Valenciana, es pieza fundamental de la acción del Consell. Con un sistema de financiación que lleva caducado más de 11 años, sin un fondo de nivelación para corregir la infrafinanciación, con unas entregas a cuenta que no se actualizan desde 2023, y sin un FLA extraordinario con el que poder atender el coste de los servicios públicos básicos, liderar la conselleria de Hacienda se convierte en ejercicio de riesgo.

Monzó tiene experiencia de sobra en ese cometido. Licenciado en Económicas y Empresariales por la Universitat de València, Máster en Auditoría y Contabilidad Pública (ADEIT), la trayectoria en la administración pública del número dos de Hacienda arranca de 2005, como director financiero de la Sociedad Proyectos Temáticos (SPTCV) con Gerardo Camps como conseller. De un consejo de administración de esa sociedad, tras escucharlo el ahora senador, Monzó salió elegido director general entre 2007 y 2009. Más tarde lo sería de Economía, entre 2009 y 2011 y ya secretario autonómico de Hacienda entre 2012 y 2014.

Nunca ha sido conseller de Hacienda aunque su labor resulta determinante en el departamento de Merino

Ha trabajado con Camps, con José Manuel Vela y con Juan Carlos Moragues. Siempre pegado a los procesos de elaboración presupuestaria y del diseño de la política tributaria. Es habitual en las reuniones del Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF) acompañando a la consellera Merino. Y también es miembro de la Comisión de Expertos en Financiación Autonómica nombrada por Les Corts. «Es el hombre de los números en el Gobierno valenciano», reconoce una fuente de la administración autonómica, que explica con tino que en los casos de consellers con perfil político, como pudiera ser el caso de Merino, resultaba imprescindible contar con secretarios autonómicos de marcado conocimiento técnico.

Concejal en el Ayuntamiento de Valencia en la legislatura en la que estalló el pitufeo, Monzó ha sido el encargado esta semana de poner voz a la delicadísima situación financiera que atraviesa la administración autonómica. En una cumbre de las CCAA infrafinanciadas en Sevilla, el número dos de Hacienda explicó lo que era un secreto a voces desde hace meses: la angustia financiera que atraviesa la Generalitat como consecuencia de la falta de recursos, y en particular, tras la decisión del ministerio de Hacienda que dirige María Jesús Montero de retirar como una de las funciones del extra FLA la de cubrir el exceso de déficit de las CCAA.

«Si el Gobierno de España no habilita de manera inminente el Fondo de Liquidez Extraordinario, los servicios básicos fundamentales de las próximas semanas en la Comunidad Valenciana no se van a poder atender», dijo el alto cargo de la conselleria de Hacienda. Los servicios básicos fundamentales comprenden acciones como las ambulancias, los suministros de los hospitales, la cocina, la alimentación o los mantenimientos en el ámbito sanitario, los suministros para residencias o el pago de las plazas públicas a residencias privadas, en el de los servicios sociales, y el transporte escolar, en el educativo. A todo eso, para pagar a todos esos proveedores, la administración autonómica le pone fecha límite: «en semanas» no habrá dinero.

El equilibrio

Monzó es el encargado de mantener ese equilibrio entre el ministerio de Hacienda, con el que se mantiene un contacto permanente, y una situación financiera que se asoma ya al colapso. Una posición en la que se hace necesario poner de manifiesto las dificultades que para la Comunitat suponen muchas de las decisiones que se adoptan desde el departamento que dirige María Jesús Montero, en las que se percibe más una voluntad política escasamente preocupada por el colapso de las cuentas autonómicas y sí en cambio por el desgaste del Gobierno autonómico. La falta de atención con la dana, la negativa a conceder recursos a fondo perdido pese a la carta remitida por Merino a Montero, el chantaje de la respuesta, así lo reafirman.

Dialogante por naturaleza, los que le conocen destacan su capacidad para actuar sin perder nunca la calma

La conselleria de Hacienda no es un departamento fácil. De allí se han marchado ya Mako Mira, José Manuel García Duarte, José Todolí y esta misma semana Sonia Díaz. Sigue Merino, el fichaje que Carlos Mazón hizo de Ciudadanos, y también sigue Monzó, la pieza clave que sostiene la conselleria de Hacienda. El otro conseller. Los que le conocen destacan su carácter afable y tranquilo. «Dialogante por naturaleza, sabe escuchar con atención y expresar sus ideas con claridad y respeto, generando entornos de trabajo donde prevalece la confianza mutua y la colaboración», señala un ex alto cargo que ha trabajado con él.

De Monzó se destaca que no deja asuntos a medias ni pospone decisiones importantes, lo que lo convierte en una figura confiable para sus colegas y superiores. «Su capacidad para actuar con eficacia sin perder la calma lo distingue especialmente en momentos de presión o incertidumbre», se indica.

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