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SR GARCÍA

Compromís: una coalición en constante peligro de autodestrucción

La hostilidad frente al PP y el recelo ante el PSPV son el único pegamento que parece mantener unida a una formación pendiente de definir su identidad

Burguera

Valencia

Martes, 7 de octubre 2025, 00:00

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Si en 2021 Compromís estaba por cocer, a la espera de que la gestión del Consell le diera un respiro para definirse orgánicamente, cuatro años más tarde arroja signos de haberse quemado sobre el fogón de la política valencia. Churrascado bajo el fuego rival y propio, de tal modo que lo crudo hace cuatro años ahora arroja el aroma del socarraet, pero no precisamente del bueno. Un tremendo capítulo, el de la salida de la que fuera vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, en junio de 2022, quiso zanjarse por parte de Més (el partido mayoritario nacionalista de la coalición), pasando páginas con gran rapidez. Con prisa y enorme provecho para los dirigentes del antiguo Bloc, que coparon los cargos públicos que Compromís pudo rescatar del naufragio del Botánico. De los tres partidos que conforman la coalición (Més, Els Verds, y el partido fundado por Oltra, Iniciativa del Poble Valencià), los verdes apenas han aguantado cierta cuota de representación, mientras que el tradicional pulso entre el antiguo Bloc e IPV se ha decantado abrumadoramente a favor de los nacionalistas, que hicieron valer tras las elecciones de 2023 su mayor peso orgánico, en las listas y, consecuentemente, en los grupos parlamentarios o en los espacios de decisión de la coalición.

Han pasado dos años de esa purga interna propiciada por la ausencia de Oltra, la que fue gran motor electoral de Compromís y contrapeso a la mayoría de militancia con la que contaba Més. Quedan supuestamente otros dos años para las nuevas elecciones locales, autonómicas y generales. Supuestamente una eternidad. Sin embargo, el problema para Compromís es que sus nuevos liderazgos no saben si en 2027 ya estarán desfasados. Algunos analistas consideran que, estando el PSPV en horas bajas por la inercia descendente del 'sanchismo', el escenario sería muy propicio para que Compromís intentase el 'sorpasso'. Sin embargo, bastante tiene la coalición con no autodinamitarse.

La escenificación pública y ya sin disimulos de la fractura en Madrid (con cada uno de los dos diputados en el Congreso en un grupo distinto) deja patente una división interna que se traslada al discurso hacia la ciudadanía. Eso es lo que ocurre en la capital del país.

Baldoví fue una solución de urgencia que un sector dio por jubilado a mitad de legislatura pero que aspira a seguir más allá de 2027

La diputada nacional Àgueda Micó, de Més, decidió tomar las de Villadiego unilateralmente (sin el consenso en la Ejecutiva de Compromís) y abandonó Sumar para irse al grupo Mixto en el Congreso. Dejó atrás en la plataforma de izquierdas liderada por Yolanda Díaz al otro diputado de la coalición, Alberto Ibáñez, militante de IPV. Cada uno hace la guerra por su cuenta en Madrid, con propuestas que en ocasiones son rechazadas frontalmente por su propio compañero. Se trata de una situación insólita, pocas veces vista en la cámara baja de Las Cortes Generales, y que suele anunciar divorcios posteriores en todas las formaciones donde se han producido este tipo de fracturas entre diputados y partidos de una coalición en riesgo de descoaligarse. ¿Y a nivel Comunitat? El síndic en Les Corts, Joan Baldoví, llegó al puesto como solución de urgencia, y acatada por IPV a regañadientes, un mal menor que logró salvar los trastos en las elecciones de 2023 pero que ha demostrado falta de aliento y de regate político en el ámbito autonómico. Sin embargo, Baldoví, al que un sector del nacionalismo daba por jubilado a mitad de esta legislatura, no tiene intención de irese. En realidad, tiene intención de continuar más allá de 2027, con 69 años, al estilo de Joan Ribó. ¿Y en el ámbito local? Precisamente, en lo tocante a la ciudad de Valencia, donde el exalcalde dejó el acta de concejal y el grupo municipal quedó en manos de Papi Robles, es otro espacio electoral en el que la coalición se debate entre incógnitas.

La capital del Turia es el cogollo electoral de la provincia, Valencia, que además sostiene todo el entramado sobre el que se sustenta Compromís. Se quedaron sin Oltra pero retuvieron a Ribó. Sin embargo, de cara a 2027, los perfiles de Baldoví y Robles convencen, obviamente, a Més, pero otro cantar es si lo harán a su electorado o al resto de partidos de la coalición. Y ahí está, precisamente, el meollo del problema de futuro para Compromís, porque mientras la diputada nacional Àgueda Micó y también parlamentario en el Congreso Alberto Ibáñez toman caminos divergentes en Madrid, (un divorcio nacido de la decisión unilateral de Més de irse al grupo Mixto en la Cámara Baja), en la Comunitat y la ciudad de Valencia no hay más carburante que el mal ajeno.

En 2010 bastante tenían con ejercer la oposición; en 2015 se concentraron en la gestión y en 2023 se optó por el mal menor

La gestión de la dana por parte del PP (en la Generalitat) y los socialistas (en el Gobierno) alimentan el discurso de la coalición. Otra cosa es que ese alimento se convierta en músculo electoral por parte de una dirigente y un ramillete de cargos públicos que, más que hacer oposición, parecen más pendientes de presentarse a oposiciones, según señala un dirigente histórico al ver cómo sus compañeros buscan refugio de cara al futuro. Y en este panorama de división, incertidumbre y fuga hacia otros destinos laborales, emerge esa pregunta que Més ha intentado obviar pasando páginas desde hace más de tres años: ¿Y qué pasa si Oltra quiere volver? ¿y qué ocurrirá si vuelve, pero no bajo las siglas de Compromís? Terror y pavor frente a los dos interrogantes por parte de aquellos que han logrado asentarse en las pocas sillas que sobrevivieron a la derrota electoral de 2023. Algunos han tomado tanta distancia que ni se les ve. Es el caso de Vicent Marzà, eurodiputado en Bruselas. Que nadie pierda de vista al exconseller.

Ese oasis bruselino le permite a Marzà salvaguardarse de meter la pata y cultivar un aura de mirlo blanco, al estilo de Feijóo cuando presidía la periférica Galicia y en Génova le miraban como quien al suspira por la gran esperanza (blanca también). Mientras Més haga valer el peso de su mayor cantidad de militantes, la opción de Marzà no debe descartarse, si bien es cierto que en el partido nacionalista la división también es tan evidente que sus congresos se han ido cerrando con votaciones cada vez más fragmentadas a la hora de elegir a su secretaria general, Amparo Piquer, con el apoyo de solo el 57% de los sufragios congresuales.

La salida de Micó del grupo del Congreso donde continúa Ibáñez, el gran ejemplo de que la división es la moneda de cambio

Sin un Més fuerte y con IPV recelosa a causa del reparto de cargos, solo faltaría que Oltra emergiera con ganas de demostrar que su resurrección política no pasa por una amnistía de aquellos que tan pronto la olvidaron. Ese escenario, el de la vuelta de Oltra, es posible pero también es territorio desconocido, una incertidumbre que se expande a todo lo que tiene que ver con Compromís. La coalición, que irrumpió en 2010, nunca ha logrado afianzar el terreno que pisa.

Marzà se mantiene a salvo en Bruselas de las batallas públicas agrandando su fama de mirlo blanco si todo va a peor

Su endeblez orgánica como formación, por la falta de consolidación de sus equilibrios internos, era irrelevante en sus primeros años de oposición a un PP asediado por los casos de corrupción. La victoria electoral de la izquierda en 2015 provocó un trasvase total de su musculatura a la gestión del Consell. Nadie reparó en que el pacto electoral a tres bandas era una situación transitoria que no avanzó hacia ningún sitio. Se fueron (una forzada, Oltra, y otro voluntariamente, Ribó) sus estandartes electorales. Pasó a la oposición. Nada se ha resuelto desde entonces. Al contrario. Todo parece cada vez más enrevesado, complicado y fracturado.

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