Vámonos

Vicente Lladró

Valencia

Viernes, 29 de agosto 2025, 23:28

Si todo es culpa del cambio climático, vámonos, dejemos de pelear, resignémonos como lo hacían los antepasados ante lo que estaba claro que eran castigos ... divinos; porque no valdrán esfuerzos, todo se presenta extraordinariamente desproporcionado para nuestras fuerzas humanas. Quienes están al frente de la tribu española concluyen que la pavorosa ola de incendios que asola medio país se debe a la alerta climática. Los que están al mando en territorios directamente castigados no lo dicen tan claro porque no se atreven, son de otro partido y no está en su manual, donde hay que diferenciar conceptos ideológicos, pero se escudan en las adversas condiciones climatológicas.

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Da igual, viene a ser lo mismo: recurrir a causas sobrenaturales, incontrolables. Como cuando catalogan incendio de intencionado, fruto de la acción de pirómanos y prometen que se investigará hasta las últimas consecuencias y caerá sobre ellos todo el peso de la ley. Luego vemos que la ley no debe tener mucho peso, al menos no alcanza la misión disuasoria y protectora que necesitamos, porque los incendiarios se multiplican y las penas son cortas. Basta un avezado abogado para dejar claro que un pirómano es un enfermo, y no se puede castigar a quien tiene sus facultades mermadas, claro. De acuerdo, pero, sin castigar, ¿no se le puede apartar de la tentación de que vuelva a prender fuego? Por seguridad de todos.

Las fuerzas del orden han detenido en las últimas semanas a casi cincuenta personas acusadas de provocar incendios e investigan a otras ciento cuarenta. Entre esto y lo de las condiciones climatológicas adversas, sea de forma estructural o coyuntural, según el color político de unos u otros, apenas queda resquicio para aplicar algo nuevo. ¿Qué vamos a hacer si estamos rodeados de pirómanos que no paran de prender fuego por todas partes y además vivimos unos tiempos de calor y sequedad sin igual? Quedamos hipnotizados ante tanta desventura, incapaces de ponernos manos a la obra. Tan solo, de vez en cuando, apuntar lo del despoblamiento, que hay que asentar a la gente en el medio rural; y lo del ganado, que antes sí que comían pastos las ovejas y las cabras, y lo dejaban todo limpio. Discursos la mar de lustrosos, pero ¿a qué gente van asentar en pueblos perdidos? ¿Y para hacer qué? Si se fueron será por algo. Y lo del ganado, enternecedor. Nadie quiere hoy ser pastor 24 horas al día, todos los días del año, y cada vez somos menos carnívoros.

Pero si no hay gente haciendo lo de antaño ni ganado cumpliendo antiguas misiones, tenemos máquinas para lo que hace falta: retirar excesos de combustible, crear cortafuegos, idear cultivos viables que generen mosaicos intercalados, proteger pueblos y edificios aislados..., reorientar gran parte de los esfuerzos que ahora se centran sobre todo en la extinción. Vayamos a evitar y no hará falta apagar. Pero ahí se pone escasísimo énfasis. Es más fácil recurrir al clima y los pirómanos. Sin embargo, pongan un montón de paja a 50 grados y verán como no arde por sí. Y si no hay paja, no valen las cerillas del pirómano.

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