Populismo cinematográfico
Amenábar tiene razón en que la presunta homosexualidad de Cervantes no debería ser polémica... salvo que lo que se busque sea precisamente eso, la polémica
Con el estreno de 'El cautivo', a Alejandro Amenábar le han preguntado por el aspecto más polémico y comentado de su película, el que aborda ... la presunta homosexualidad de Cervantes. Y el cineasta ha declarado que en pleno siglo XXI este asunto «no debería ser polémico». Así planteado, tiene toda la razón. Lo que hace treinta años era motivo de escándalo y vergüenza en las familias, lo que se ocultaba y se vivía, o mejor dicho, se sufría, en silencio, está hoy más que normalizado. Salvo sectores ultraconservadores de la población española, a nadie se le ocurriría discriminar a una persona por su condición sexual. Asunto bien distinto es que ciertas actitudes y complejos sigan estando muy presentes en la sociedad. No obstante, la declaración de Amenábar me parece tramposa. Porque la cuestión no radica en si la homosexualidad (insisto, presunta) de Cervantes debe o no ser polémica, que ya hemos aclarado que no debería serlo. Ni siquiera en el escaso rigor histórico de lo que no pasa de ser una suposición que no sustenta ninguno de los principales especialistas en el autor del Quijote. Sino en el ventajismo de reducir la vida del gran Miguel de Cervantes -la mayor cumbre literaria de todos los tiempos, con y sin permiso del Bardo de Stratford-upon-Avon- a los años que pasó encerrado en una prisión en Argel. Jugando hábilmente con la hipótesis de que como no era ejecutado tras sus reiterados intentos de fuga, es porque mantenía una relación sexual con su captor, el gobernador Hasán Bajá. Una 'relación', cabría matizar, que de haberse producido no sería de igual a igual sino de sometimiento del reo al carcelero para garantizarse su supervivencia. Es decir, no hablaríamos de una homosexualidad consentida sino impuesta, como la que todavía hoy sufren muchos prisioneros y prisioneras en países con regímenes dictatoriales. Una violación reiterada y consentida. Lo que cabe preguntarse, y de lo que debería responder Amenábar, es si la apasionante trayectoria vital y la obra del mayor escritor español de la historia merece ser reducida y polemizada a su pretendida homosexualidad. Si no es más que un intento de traer al presente una figura del pasado. Si no se está cometiendo el ya clásico error del presentismo con el que se juzga y condena a los hombres del pasado y que en esta ocasión -en sentido inverso- serviría para hacer de Cervantes 'uno de los nuestros'. Y no hay más que ver la pareja que acudió al estreno de la obra en Madrid -de declarar en el juzgado al cine- para certificar que probablemente era eso lo que se buscaba.
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