Feijóo ha deslizado la postura de su partido sobre la inmigración hacia los postulados más extremos. Incluso llega a parecer que ha comprado el paquete ... de Vox entero. Y es decepcionante porque, más que su convicción personal, parece que piensa en su interés electoral. Ese que se aferra al discurso anti migratorio que abandera Trump y que se expande de forma exaltada por las grandes potencias europeas: Francia, Alemania, Italia... Es inquietante porque se juega con demonizar a quien recoge nuestras naranjas y uva, construye las ansiadas viviendas bajo un sol letal, limpia hoteles y casas y, en muchos casos, cuida a nuestros mayores, dependientes y en soledad. Pero lo es, además, porque son personas como nosotros que huyen de países sumidos en la precariedad laboral, la persecución religiosa e ideológica, la guerra... Huyen y muchos mueren tragados por el Mediterráneo. Menores, jóvenes, mujeres... a los que, de forma inhumana, les queremos dar un vergonzoso portazo, que debemos evitar. No por buenismo; por dignidad. De un sorbo y sin azucarillo.
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