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Vista aérea del Fuerte de Graça, construido en 1792 y restaurado en 2016. La ciudadela se encuentra en lo alto de una loma, en Elvas. Pixeldrone
Portugal: Forte da Graça, la cárcel más sórdida

La cárcel más sórdida de Portugal

A sólo diez minutos de Badajoz, el rehabilitado Forte da Graça se ha convertido en una gran atracción cultural: los abuelos llevan de visita a sus nietos y les enseñan dónde cumplieron condena

JUAN LÓPEZ-LAGO

Domingo, 29 de abril 2018, 20:09

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En Portugal hay una cárcel a la que los abuelos llevan a sus nietos. Les explican que ahí, en lo que fue la fortificación más inexpugnable del mundo conocido en el siglo XVIII, en el interior de sus galerías y polvorines, ellos cumplieron condena, en la mayoría de los casos por pensar a contracorriente. Los mandaron a un fuerte que está en lo alto de una loma cuya cima es destino frecuente de ciclistas que quieren probar sus piernas contra una poderosa pendiente. Casi ninguno lo sabe, pero cuando se hacen el 'selfie' en maillot junto a la inscripción Forte da Graça se están retratando a las puertas del que fue el penal más temido de Portugal. Como prisión civil funcionó hasta 1975, como militar hasta 1989.

Elvas, con 23.000 habitantes, es una ciudad fronteriza en el país vecino a la se llega en diez minutos en coche desde Badajoz. Entre los siglos XIV y XIX España ha estado en guerra con Portugal varias veces y el enemigo tenía vía directa hasta Lisboa porque para llegar hasta esta capital no hay obstáculos naturales como un río o unas montañas que paren al invasor.

Por eso en 1763 se dio la orden de levantar sobre un cerro cercano a Elvas el Fuerte de Nuestra Señora de Santa María de Gracia, llamado así porque esta era la virgen que había en su ermita (Nossa Senhora da Graça). Desde abajo no se aprecia, pero en lo alto hay 17 hectáreas fortificadas con baluartes y revellines dedicados a defender la villa. A vista de dron la construcción tiene once puntas y su diseño, obra del Conde Lippé, es tan perfecto desde el punto de vista militar que nadie jamás osó atacar la ciudadela. Fue abandonado a finales de 2001 y ni los vándalos ocasionaron desperfectos reseñables. Ha sido restaurado y desde noviembre de 2016 es visitable como construcción militar. Pero los guías no tienen ningún episodio bélico que contar. Lo que predomina en sus relatos son las historias carcelarias.

Poca gente es capaz de imaginar que ahí hubo presos hasta hace 29 años. Y que semejante bastión, de una solidez excepcional para repeler al enemigo exterior, cumplió la mayor parte de su vida útil como prisión política, con miles de soldados custodiando a un enemigo que penaba en el interior de sus murallas.

A los visitantes les cuentan que la construcción por la que pasean, con unas vistas espléndidas, llegó a tener listos para disparar 250 cañones. También les hablan de numerosas trampas para el que osara aproximarse a pie, incluso subterráneas.

Pero es al bajar a los polvorines y galerías cuando a los turistas les recorre un escalofrío. De repente, les cuentan que están pisando las mismas estancias donde malvivían miles de presos políticos. La peor es conocida como 'La redonda', sala circular de ocho metros de diámetro concebida originalmente para guardar la munición y que terminó siendo uno de los peores destinos de la red penitenciaria de Portugal. Allí se hacinaban hasta 50 reos cumpliendo condena a pan y agua. La sordidez de este lugar solo era superada por una estancia anexa denominada 'La solitaria'. Es diminuta, el turista entra y le explican que ahí solía haber una o dos personas que pasaban a oscuras 23 de las 24 horas del día. Tan solo les encendían una vela media hora para almorzar y media hora para cenar. Para rematar la tortura, el suelo estaba cubierto con cuatro dedos de agua para que la humedad debilitara el organismo del prisionero. Aquí eran confinados los más problemáticos de Portugal hasta 1975, que en esa época solían ser comunistas y socialistas que se opusieron a la dictadura de Salazar.

Precisamente este periodo de la historia reciente de Portugal se ideó en el Forte da Graça. Ocurrió a raíz de una fracasada revuelta de la extrema derecha en 1925 que acabó con varios de sus responsables en la prisión de Elvas. Eran amigos del general que gobernaba el fuerte, que los subió a vivir cómodamente con él. Se dice que ahí empezó a fraguarse la dictadura militar salazarista que comenzó el 28 de mayo de 1926 y duró hasta 1974.

1. Rui Jesuino (de frente) en el foso que sirvió de patio carcelario del Forte de Graça hasta hace apenas treinta años. 2. Galería subterránea de dos kilómetros de longitud, donde se distribuían las celdas. 3. Inscripciones en la entrada de una de las galerías de presos. Casimiro Moreno
Imagen principal - 1. Rui Jesuino (de frente) en el foso que sirvió de patio carcelario del Forte de Graça hasta hace apenas treinta años. 2. Galería subterránea de dos kilómetros de longitud, donde se distribuían las celdas. 3. Inscripciones en la entrada de una de las galerías de presos.
Imagen secundaria 1 - 1. Rui Jesuino (de frente) en el foso que sirvió de patio carcelario del Forte de Graça hasta hace apenas treinta años. 2. Galería subterránea de dos kilómetros de longitud, donde se distribuían las celdas. 3. Inscripciones en la entrada de una de las galerías de presos.
Imagen secundaria 2 - 1. Rui Jesuino (de frente) en el foso que sirvió de patio carcelario del Forte de Graça hasta hace apenas treinta años. 2. Galería subterránea de dos kilómetros de longitud, donde se distribuían las celdas. 3. Inscripciones en la entrada de una de las galerías de presos.

Un módulo de dos kilómetros

Rui Jesuino es el responsable del patrimonio de la ciudad de Elvas. Es historiador y dice que «el patrimonio no solo son piedras, son historias por contar». Bajo esta premisa, ha entrevistado a varios presos que fueron condenados al Forte da Graça, incluso a algunos que habitaron en 'La redonda'.

«Había de todo porque esto era como una pequeña villa pues aunque el lugar fue diseñado para unas 1.500 personas aquí llegó a haber casi 6.000 en algunos momentos. El aljibe no era suficiente, así que uno de los castigos físicos era ir a una fuente que estaba a los pies de la montaña llamada del 'marechal' (mariscal) a por agua. Los presos tenían que bajar y subir acarreando botellas de 5, 10, 20 y 50 litros, pero nunca eran llenadas del todo para que el líquido se moviera y costara más subirlas por el camino. Lo llamaban 'barriladas'. Según el castigo que quisiera infligir el gobernador podían llegar a hacerse hasta tres viajes al día (...) en otras cuestiones la vida era más normal y había prisioneros que gozaban de la complacencia de los militares y hasta traficaban con whisky de Elvas o Badajoz», narra Jesuino en la entrada de una de las galerías que también acogió a miles de presos y donde todavía se ven inscripciones talladas por los reclusos que datan de la década de los ochenta.

Su interior es siniestro, pero aquí la vida era más llevadera. Dormían sobre paja, cierto, pero los propios presos se preparaban su comida, por eso se ven varias chimeneas y hornos a lo largo de un pasillo jalonado con estrechos ventanales diseñados para disparar hacia el foso, a los que hubo que añadir barrotes de hierro en cuanto el lugar se convirtió en un módulo más del sistema represor portugués. En realidad esta estancia es un estrecho pasillo en curva de dos kilómetros de largo que apenas tiene dos metros de ancho.

Presos subiendo el agua.
Presos subiendo el agua.

Al otro lado de los muros preparados para recibir cañonazos que nunca llegaron, hay un foso diseñado para contener al enemigo que lograra franquear la primera muralla. Ese lugar se acabó convirtió en el patio de la cárcel. Como carecía de ángulos muertos, podía ser vigilado fácilmente desde lo alto por los militares.

El fuerte es una sucesión de plantas superpuestas coronadas por la casa del gobernador. Durante un hipotético asalto habría que superar obstáculos de todo tipo antes de llegar al general o coronel al mando. Hay huecos por donde arrojar aceite hirviendo y lanzas que caerían desde el techo ensartando al invasor. Nunca hizo falta poner en marcha estos mecanismos. Ni por un ataque español ni por un motín carcelario. Y eso que en algunos momentos la población reclusa llegó a ser exagerada. Durante la Guerra Civil portuguesa entre liberales y absolutistas, que duró entre 1828 y 1834, se contaron 5.000 prisioneros. En los años sesenta del siglo XX, durante la dictadura de Salazar, hubo hasta 3.000 presos a la vez. En su última etapa, de 1975 a 1989, cumplieron condena unos 300 militares con delitos tan diversos como homicidios, deserciones, agresiones a otros soldados o problemas con el alcohol. Todos los nombres, fechas y condenas están registrados en el Archivo Militar de Lisboa. Todos eran hombres con penas entre los seis meses y los 20 años.

Según reza una inscripción, el Fuerte de Gracia fue terminado en 1792 gracias al trabajo de 6.000 hombres, 4.000 animales de carga y 120.000 monedas de oro fruto de un impuesto especial en el puerto de Lisboa. En 2001 fue abandonado y, con 6,1 millones de euros se restauró en tiempo récord. Abrió hace quince meses y se ha convertido en uno de los principales atractivos del Alentejo portugués. Ya lo han visitado 120.000 personas.

Forte da Graça

  • Historia Terminó de construirse sobre una montaña cercana a Elvas en 1792. Destaca por su eficaz diseño y su gran tamaño, 17 hectáreas. Fue concebido para evitar ataques desde España, que está a escasos diez kilómetros.

  • Como prisión A la vista de que su función defensiva no tenía sentido al no haber ninguna guerra con España, se reconvirtió en prisión civil y política en 1828, función que se prolongó hasta 1975. En ese año, tras la dictadura de Salazar, se transformó en prisión militar hasta 1989.

  • Restauración Tras 13 años de abandono se inició su rehabilitación, que costó 6,1 millones de euros y duró once meses.

  • Abierto al público Ahora es visitable: De 10 de la mañana a 5 de la tarde (hora portuguesa).

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