Almudena Muñoz, la resiliencia del primer oro olímpico valenciano
La judoca trabajó 12 meses para volver tras una grave lesión de rodilla tres años antes de los Juegos de Barcelona
Barcelona 92 supuso un antes y un después para el olimpismo español, de eso no hay duda, ni existirá mientras perdure el récord de 22 ... medallas registradas en aquellos Juegos. Hasta entonces, el mayor éxito en el mayor evento deportivo del mundo para la Comunitat tenía nombre y apellido de futbolista: Agustín Sancho, castellonense (de Benlloch) que se afincó en Barcelona y que se colgó la presea plata en Amberes 1920.
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Almudena Muñoz, más de siete décadas después, consiguió el primer oro de un deportista valenciano en unos Juegos Olímpicos. Y no fue la pionera española por horas, las que habían transcurrido desde el éxito de Míriam Blasco en -56 kilos. La valenciana venció en la final de -52 kilos a la japonesa Noriko Mizogouchi. Estaba en el mejor momento de su carrera deportiva, como demostró en los meses siguientes, al proclamarse campeona de Europa en Atenas y colgarse la medalla de plata en el Mundial de Hamilton. En Atlanta 96 peleó por el bronce, pero una polémica decisión de los jueces la dejó sin podio.
Pero como suele suceder en el deporte, detrás del éxito hay siempre mucho trabajo y, en demasiadas ocasiones, una enorme dosis de sufrimiento. Así le sucedió a Almudena Muñoz, quien tres años antes de los Juegos de Barcelona sufrió una grave lesión de rodilla. Sucedió en 1989, justo antes del Mundial que debía disputarse en Yugoslavia. Confió en las manos de Enrique Gastaldi para su paso por el quirófano y en su preparador físico, el también judoca Carlos Torres, para la recuperación.
Fueron 12 meses de resiliencia en el grado más elevado. Mucho dolor, horas y horas de entrenamiento, todo con un horizonte incierto. Se había clasificado para los Juegos Olímpicos de Barcelona y decidió acudir: nadie quería perderse esa cita en casa. Pero la valenciana tenía decidido retirarse tras esa competición. Había trabajado a conciencia en su recuperación con cientos de ejercicios con balón medicinal y había puesto a prueba su rodilla en el monte y en dunas.
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Consideraba que ya había padecido suficiente. Suerte que había trabajado en un plan B, al aparcar los estudios de Magisteria que arrancó durante la lesión por una oposición para Bancaixa. Había solicitado su incorporación al mercado laboral antes de hacer las maletas para Barcelona. Ni en sus mejores sueños sospechaba hacer historia en el tatami de la ciudad condal. Claro está, ya no podía abandonar.
Tras ese ejercicio de resiliencia, tras sentirse en el mejor momento de su vida, cobraron sentido aquellas súplicas en casa para que le dejasen probar el deporte que practicaba su hermano. Esa medalla de oro era también el premio a las horas de carrera continua en el Viejo Cauce del río, entre cañas y barro, en tiempos en los que aún no tenía ningún parecido al actual Jardí del Túria.
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Almudena Muñoz pudo compaginar el final de su carrera con el inicio del trabajo como administrativa del Ayuntamiento. Estuvo en La Petxina y actualmente desempeña esta labor en Tabacalera. Ha tardado, pero su ciudad le brindó este año el justo reconocimiento de rotular una calle, en el barrio de Malilla, con su nombre.
Isabel Fernández siguió el camino antes de la maldición
Almudena Muñoz tuvo una sucesora casi inmediata en la persona de Isabel Muñoz, bronce en Atlanta 1996 y oro en Sydney 2000. Después de tres Juegos Olímpicos de gloria, parecía que el judo era una apuesta segura para el deporte valenciano. La realidad es que la Comunitat ha tenido a grandes representantes sobre el tatami, pero desde entonces ninguno de ellos ha subido al podio, en ocasiones por decisiones controvertidas de los jueces. Tristani Mosakhlishvili, de origen georgiano afincado en Valencia, se quedó a las puertas en París.
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