Visita a los océanos y el fondo marino en una exposición en Valencia
Fundación Bancaja presenta la muestra 'Caleb' de la creadora castellonense Cristina Babiloni I Treinta piezas recorren el universo de la artista y su vinculación con la naturaleza
La relación entre el hombre y la naturaleza en una fusión artística. La atractiva vinculación que la existencia establece entre una y otro es el motivo que llena de contenido la exposición 'Caleb' de la pintora castellonense Cristina Babiloni. La Fundación Bancaja ha presentado esta mañana en su sede de Valencia la propuesta con la presencia del presidente de la Fundación Bancaja, Rafael Alcón; la comisaria, Alicia Ventura; y la propia artista. Desde este jueves 20 de noviembre y hasta el 16 de febrero se puede visitar. Es un encuentro que permite sumergir la mirada en los océanos, los fondos marinos, las islas y todos los encantos del agua salada.
El recorrido por la exposición no sólo permite indagar en esa relación ya señalada de la artista con su creación. También facilita el encuentro con la particular mirada creativa a la materia, la luz, el color y las texturas, que son elementos esenciales en sus obras. Las treinta obras, de mediano y gran formato, que cuelgan de las paredes de la sala de Bancaja ofrecen el relato del universo creativo de Babiloni. Algunas de las piezas se han realizado ex profeso para una cita con los óleos, las instalaciones y la escultura.
Las formas y colores de la naturaleza inspiran el trabajo presentado en Caleb, que plantea una reflexión sobre la interacción del ser humano y su entorno, así como sobre el fluir de la naturaleza. La exposición revela la mirada de Cristina Babiloni sobre el mundo natural, especialmente los océanos y el fondo marino, que han influenciado su trabajo en los últimos años. A partir de sus materiales de referencia como telas de arpillera, arenas y pintura acrílica, cartones, cerámicas, y experimentando con otros nuevos como el metacrilato en algunas piezas, Babiloni consigue desarrollar un ecosistema marino con su propio imaginario, teniendo siempre las formas orgánicas como inspiración constante en su trabajo. A la muestra se suman las últimas piezas de la artista, centradas en la contemplación de tierras, volcanes y materias terrestres que generan nuevas formas y paisajes.
Con motivo de la exposición se ha editado un catálogo con la reproducción de las obras expuestas y un texto de la comisaría. Dentro de su programa de mediación cultural y artística, la Fundación Bancaja ofrece visitas comentadas de la mano de un experto especialista en arte y mediación cultural.
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No hay evidencia histórica, científica ni geográfica de que la isla Caleb haya existido realmente. Sin embargo, en algunas versiones de la historia se presenta con características muy específicas, lo que la convierte en una especie de mito moderno.
Generalmente se la sitúa en algún lugar del océano Atlántico Norte o en una zona imprecisa y cambiante, a menudo fuera de los mapas tradicionales. Se dice que era una isla pequeña, del tamaño de una ciudad o menos, pero autosuficiente. En su paisaje la isla tenía una naturaleza exuberante, con vegetación densa, montañas bajas y clima templado. Algunas versiones mencionan arquitectura antigua o misteriosa, similar a ruinas de civilizaciones desaparecidas.
Supuestamente estaba habitada por una comunidad secreta o cerrada, que vivía de forma aislada del resto del mundo. En algunas versiones eran científicos, en otras, monjes o incluso una civilización anterior a la humana. A menudo se le atribuyen fenómenos paranormales, como desapariciones, cambios en la percepción del tiempo o una energía que afecta a quienes la visitan.
Hay múltiples versiones sobre su desaparición, dependiendo del relato, que contemplan desde un hundimiento repentino o un castigo por algo que ocurrió allí a relatos conspirativos que afirman que gobiernos o entidades ocultaron la existencia de Caleb debido a los secretos que contenía (tecnología avanzada, conocimientos antiguos, etc.). La historia de la isla Caleb tiene paralelismos con otros mitos como La Atlántida (Platón) o El Triángulo de las Bermudas.
Llevado a la plástica, el misterio de la isla de Caleb se transforma en un lenguaje barroco y en el espesor de las obras de Cristina Babiloni con una superposición de materias donde la pintura deviene casi escultura para hablar de un mundo en continua evolución y al acecho de peligros de destrucción por la acción de la naturaleza, de fuerzas sobrenaturales y de la acción del hombre.
El color y su efecto domina las obras de Babiloni. No se trata del color seleccionado, sino de la mezcla resultante para el relato de su historia. Junto con la densidad de su volumen, resulta evidente la corriente de pintura expandida que se desliza fuera de la obra impactando en la retina tanto como en el fondo del propio muro. Acompañada de una riqueza de materiales de desecho convertidos en materiales con un valor escultórico muy rico, el resultado es la imagen ilusoria a la vez que real de un paisaje táctil, con un relieve casi como un espejo del natural.
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