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Valencia, en ayuda de los rusos hambrientos

La revolución, la guerra civil, la sequía y la mala administración soviética se aliaron para matar a millones de inocentes mientras en la España de 1922 se hacía una campaña de auxilio

Domingo, 27 de febrero 2022, 00:34

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Cuando las preocupaciones internacionales llevan varios meses orientadas hacia la actitud de Rusia y su poder militar, no deja de ser curioso, además de aleccionador, que Occidente, hace cien años, se volcara conmovido en ayuda de un gran país que sufría el azote de una hambruna pocas veces vista. Valencia, como toda España, fue testigo, en 1922, de cuestaciones destinadas a ayudar a los rusos hambrientos; y singularmente a salvar a los niños, que cada día morían de desnutrición por miles, mientras Lenin, el líder de su revolución, se plegaba, después de un año de indiferencia, a autorizar el socorro al pueblo desvalido.

La hambruna de Rusia se extendió entre 1919 y 1922 y se cobró quizá más de diez millones de muertos. El país de los zares llevaba siete años de miseria, ocasionada por la guerra mundial, primero, y después por la revolución bolchevique, una terrible guerra civil entre zaristas y rojos, una sequía que diezmó las cosechas en 1919, y finalmente una pésima administración de los vencedores, el régimen comunista soviético. Hace cien años, cuando las autoridades del Kremlin abrieron al fin las puertas a las súplicas de ayuda que llegaban de las organizaciones caritativas, no se pudo hacer mucho: millones de personas habían sucumbido ya en racimo, después de espantosas semanas en las que no faltó el canibalismo ni desde luego el azote de las epidemias.

Valencia se moviliza

En la segunda quincena de febrero de 1922, Valencia, como toda España, se movilizó ante la llamada de socorro internacional. Según informó LAS PROVINCIAS el día 15, solo en la región del Volga había 30 millones de personas en peligro; por muy pronto que llegaran las ayudas, la mitad era seguro que iban a perecer de hambre. Las noticias que llegaban de Londres y Paris eran alarmantes y las confirmaba el explorador Fridtjof Nansen, ahora alto comisionado de la Sociedad de Naciones para los refugiados, que había podido viajar a las zonas afectadas.

En su sesión del 17 de febrero, el Ayuntamiento presidido por el republicano Ricardo Samper trató la propuesta de ingresar «1.500 pesetas en las listas para socorrer a los niños rusos», moción que promovió un debate sobre si la cantidad debía ser mayor, de 5.000 pesetas, y si debía incluir ayudas a los hambrientos del antiguo imperio austro-húngaro, los «imperios centrales», derrotado en la guerra y ayudado por los conservadores españoles. Se decidió primero convocar una «junta magna» ciudadana que resolviera sobre el asunto y comenzaron a movilizarse enseguida fuerzas benefactoras en la Valencia de inclinación monárquica, recelosas del protagonismo republicano.

Cuestación. Una procesión cívica recorrió las calles de Valencia. LP

Por fortuna, en pocos días se vio que una duplicidad de iniciativas, capitaneadas por el diario republicano 'El Pueblo' y el conservador LAS PROVINCIAS, iba a conducir a un callejón sin salida práctica. De modo que gracias a los desvelos del gobernador civil, José Calvo Sotelo, y a la inteligencia de ambos diarios, terminó por triunfar el sentido común y se nombró un comité ejecutivo, esencialmente resolutorio, que convenció al arzobispo Reig Casanova (el futuro Primado Reig) para que presidiera simbólicamente un comité capaz de aunar los esfuerzos de todos. De ese modo, cuando monárquicos y republicanos aceptaron trabajar juntos por una causa humanitaria, se pudo poner en marcha una cuestación que movilizó generosos recursos gracias a las noticias y llamamientos de todos los diarios.

El Ayuntamiento debatió una moción que proponía ingresar 1.500 pesetas en las listas para socorrer a los afectados

Los donativos privados de las autoridades -200 pesetas el gobernador, trescientas el arzobispo, un cuadro para subastar de Mariano Benlliure, etc.- estimularon las listas de suscripción que los diarios publicaron junto con alarmantes reseñas de lo que pasada en la Rusia de los soviets.

El prisma de cada cual

Cada periódico matizó a su aire los argumentos. Pero en este caso todos se dirigieron hacia el bien común de que el dinero se canalizara en comida y en lo que los expertos trataban de introducir en la hermética y aislada Rusia: semillas, grano que hiciera aún posible el milagro de una cosecha de trigo que salvara el hambre de los rusos en 1923.

El republicano 'El Pueblo' no se desprendió de sus tintes progresistas y en un artículo de Roberto Castrovido, líder de la causa, apeló a las convicciones humanitarias después de atender a los informes que llegaban a Occidente. ¿Cómo no se habían rebelado los habitantes de una región mayor que España y Portugal juntas? ¿Cómo no había habido huidas de la población en masa? Y escribió: «Para comprender bien esta plaga hacía falta un descubridor, un inventor, un sabio. Ha surgido. Nansen ha sido». Gracias a él, Lenin había cedido. Y añadió: «Si la revolución rusa parece algo geológica, el hambre de la región del Volga es algo perteneciente a la historia antigua». Castrovido, para el que Lenin «me es tan antipático como Torquemada, San Ignacio, Santo Domingo, Robespierre y el cura Santacruz», atribuyó a la sequía la causa principal del hambre; pero tras disculpar al bolchevismo como causa del desastre, apeló a la necesidad de que Rusia tuviera libertad, «necesaria hasta para quejarse y para ser oído y atendido».

Fridtzjof Nansen. LP

Nansen, del Ártico al socorro internacional

La vida del aventurero noruego Fridtzjof Nansen fue tan apasionante cuando se dedicó a las exploraciones polares como cuando, por encargo de la Sociedad de Naciones, se puso a trabajar en ayuda de los millones de refugiados y desplazados por la guerra Europea. La revolución, guerra civil y hambruna de Rusia, tan bien contada por el periodista español Chávez Nogales en «El maestro Juan Martínez que estaba allí», centró a partir de 1921 las inquietudes del explorador ártico, que pudo llegar a las regiones del Volga y dio credibilidad a cuanto de espantoso llegaba a las agencias de noticias europeas y americanas.

Gracias a Nansen se supo que en el Volga hubo, ante la indiferencia de los caciques soviéticos, no solo canibalismo sino venta de cadáveres, cuando se habían agotado todos los animales disponibles para comer. Las fotos de los niños al borde de la muerte por inanición siguen espantando un siglo después. El 22 de febrero, en nuestras páginas, llegaron sus declaraciones: 19 millones de personas estaban en peligro; pero ya habían muerto no menos de 14 millones. «En mi visita a Buzulak, una aldehuela, he encontrado en el cementerio un montón de 80 cadáveres. Eran las víctimas de dos días. En la calle había cadáveres abandonados. Se habla de casos de canibalismo. Desgraciadamente son ciertos». Nansen, que en 1922 recibió el premio Nobel de la Paz, urgió a reunir tres millones de libras de inmediato en toda Europa. Pero se tenía que lograr una solución antes de junio para evitar la hecatombe y lograr que en 1923 hubiera cosecha. Su mensaje a España fue conmovedor: «Apelo especialmente a las madres españolas para que salven a los niños inocentes. No hay que perder un momento. Cada día supone miles de cadáveres», escribió.

Por su parte, nuestro periódico escribió que «no hay que inquirir las causas del asolamiento en que está feneciendo Rusia, ni han de recorrerse los caminos que a la sima en que se está disolviendo, la han llevado, para atribuir responsabilidades a los conductores: una caridad que reprochara, no sería caridad completa...» Valencia, en fin, estaba llamada a «enviar los socorros que pueda para mitigar tan horrible situación; y debe hacerlo con ademán digno de ella y del horrendo mal que pretende contribuir a aliviar; con un ademan misericordioso, y con palabras fraternas».

Manifestación-cuestación

Hubo festivales benéficos en teatros y en la plaza de toros. Un voluntario anónimo recaudó 37 pesetas en la barriada de Quart. Docenas de valencianos aportaron una peseta, una simple peseta, como ayuda a desconocidos niños rusos. Y el domingo 26 de febrero, hoy hace un siglo, una procesión cívica recorrió las calles del centro, encabezada por varias pancartas, para pedir a los valencianos su ayuda. En varios automóviles y un coche de caballos descubierto, iban varias señoritas de los casinos republicanos de la Vega y de Ruzafa: Nati y María Soler, Lolita Bañuls, Concha Bayona, Asunción Payá y muchas más; también estaban la tiples Adela Taberner, Sara Fenor y Emilia Clement, del teatro Ruzafa; y todo el elenco del teatro Regües, con el popular actor Pepe Alba a la cabeza. San Vicente, San Fernando, Mercado, Carda, Santa Teresa...

Todo el centro fue recorrido en bucle por una comitiva sin políticos que encabezaba la Banda Unión Musical. Se recaudaron 2.597 pesetas, que se remitieron al arzobispado desde Gobierno Civil. Pero en coincidencia con el Carnaval, hubo docenas de iniciativas más, en toda la provincia: casinos, sociedades y mutuas se desvivieron en organizar rifas, tómbolas y bailes benéficos. A lo largo de diez días, por cien caminos distintos, una Valencia generosa reunió miles de pesetas que se integraron en las cuentas de suscripción española que circularon hacia organismos internacionales como Cruz Roja o Save the Children. En los meses siguientes, los niños rusos, el hambriento pueblo ruso, vio mitigada la hambruna que ya había causado millones de víctimas.

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