El santo de Venezuela que conquistó Valencia antes que los altares
Una figura que replica la imagen de José Gregorio Hernández desde el escaparate de la tienda de ropa Miralles atrae a ciudadanos del país latinoamericano desde que abrió sus puertas en 1986 I La imagen del médico canonizado el pasado domingo recibe visitas de personas que le rezan, se arodillan ante ella y le dejan monedas
Las calles de Valencia no dejan de sorprender. Donde menos se espera salta un delicioso detalle que enamora, una llamada que emociona a los de acá y a los que vienen de allá para hacer de esta su tierra. Muchas pruebas lo confirman, pero la de hoy es especial, llega caída del cielo. La ofrece, ni más ni menos, el santo de Venezuela. José Gregorio Hernández, el primer varón del país latinoamericano canonizado, lleva entre los valencianos desde 1986. Conquistó Valencia y a los venezolanos que la transitan antes que los altares.
Una figura de elegante estilo. Viste traje y sombrero negros que luce señorial bigote -retrato fiel del propio Hernández- saluda a los viandantes desde el escaparate de la tienda Miralles, establecimiento de postín para vestir a los caballeros en la esquina que trazan las calles Barcelonina y Moratín.
José Gregorio Hernández, el médico venerado por millones de personas dado su carácter benefactor, a quien León XIV canonizó el pasado día 19, conquistó la capital del Turia «cuando mi padre, Guillermo Miralles, y Pepe Cabrera montaron la tienda», relata el actual gerente de la casa, Guillermo Miralles hijo. Formaba parte de la decoración del local, un establecimiento de corte elegante que guardó las esencias de la madera y los cristales curvos heredados del comercio que le precedió. En aquel momento vestía de blanco, hay que tener en cuenta que José Gregorio Hernández era médico. Pero un día decidieron apostar por el negro: «Muy elegante».
Quién iba a pensar que la persona que encarna esa escultura de cartón que reposa sobre pedestal de hierro acabaría siendo venerada en los altares. Desde su aterrizaje en las orillas del Turia hace 39 años, no le han faltado visitas y oraciones. «Muchos venezolanos entran en la tienda y nos cuentan la historia de José Gregorio Hernández, que murió atropellado por el único carro que había en Caracas». Algunos le rezan, incluso se arrodillan, lo fotografían y no faltan quienes dejan alguna moneda en el hueco que dejan sus dos manos entrecruzadas sobre la espalda.
En los primeros años eran menos quienes se acercaban, pero desde que ha crecido el número de ciudadanos de Venezuela que llegan a Valencia, las visitas han ido 'in crescendo'. Hay personas que vienen solas para construir una nueva vida y para ellos es una alegría encontrarse con alguien de su tierra que les protege, con ese «médico que además de cuidarles cuando estaban enfermos, les dejaba dinero debajo de la almohada». Y más que alegría. «El día de la canonización una artista venezolana pintó una imagen del santo en la plaza del Ayuntamiento y se acercó a la tienda, donde al verlo se emocionó».
Guillermo Miralles conoce bien la trayectoria del santo por el relato de quienes buscan encontrarse con esa figura que replica de manera idéntica la de su venerado José Gregorio Fernández. «Algunos nos cuentan las curaciones de miembros de su familia».
Pero no sólo les hablan de él en el establecimiento y en Valencia. Cuenta Guillermo que en una ocasión que estuvo en Miami comprando prendas para el negocio «nos encontramos con unas personas que nos contaron que habían estado en Valencia y que se hospedaron el el entonces Hotel Astoria. Al decirles que nuestra tienda estaba muy cerca y describirla, la identificaron porque recordaban haber visto la imagen de José Gregorio Hernández».
Lo dicho, un relato de emociones y encuentros caído del cielo, la vivencia de una tienda que ha tendido con mano de santo un vínculo de Valencia con Venezuela. «Una historia bonita», sentencia Guillermo.
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