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«Vi cuerpos entre el barro, gente atada... Horrible»

«Vi cuerpos entre el barro, gente atada... Horrible»

Los hermanos Domingo, José Company, Salvador Torres y Joaquín Varela recuerdan cómo vivieron aquellos momentos en los que la ciudad fue engullida por las aguas

Arturo Checa

Valencia

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Viernes, 13 de octubre 2017

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Los hermanos Juan y Paco Domingo pasean por el pulcro, asfaltado y urbanita Bulevar Sur y ven cicatrices. «Allí la rambla se desbordó, allí había plantas bajas en las que la gente se subió al primer piso, aquí estaba nuestra casa...», indican junto a una de las esquinas de la fuente que preside el cruce del gran bulevar con San Vicente. José Company señala a lontananza. En 1957 tenía apenas 9 años pero recuerda cuando el agua inundó el horno de sus padres, cómo corrieron a la parte de arriba y que la puerta de la casa se llenó los días siguientes de barras de pan llegadas hasta de Teruel. Salvador Torres y Joaquín Valerason recibidos en la Delegación de Defensa de Valencia como auténticos héroes. El coronel Rafael Morenza y delegado en la Comunitat los agasaja («ésta es su casa, son ustedes un orgullo») mientras ven fotos en blanco y negro entre lodo, rostros perdidos de ciudadanos y cuerpos cubiertos por sábanas. Salvador y Joaquín empuñan sendos bastones igual que en el 57 agarraban palas, picos, capazos y cuerdas para poner a salvo Valencia del barro y a los valencianos de la riada. Son dos de los héroes de la 'quinta del barro', dos de los 3.000 militares que pelearon contra un millón de toneladas de fango en la ciudad durante mes y medio. Son sólo algunas de las voces que hoy sobreviven y que evocan lo sufrido en aquellos días en los que el Turia rugió más que nunca.

Juan y Paco Domingo

«Estábamos comiendoy corrimos al primer piso al entrar el agua»

Si uno pasa por las calles de Behring y Edison de Valencia, dos de las pequeñas vías entre matojos y talleres (muchos abandonados) paralelas a la calle San Vicente, tras dejar Valencia por el Bulevar Sur, se puede imaginar la ciudad que rodeaba a los hermanos Domingo cuando el agua entró en sus vidas. La de la foto bajo estas líneas. «Estábamos comiendo y empezó a entrar el agua», recuerda Juan, entonces con 9 años. Allá que se fueron al piso de arriba con gallinas, patos, «un cerdo y un perrillo que teníamos que no quiso bajar luego en una semana». A la Cruz Cubierta llegó el caudal de acequias como la de Favara, rebosando el agua al estar embozados de cañas y barro los ojos del Turia.

Los hermanos Domingo, a la derecha, y José Company.
Los hermanos Domingo, a la derecha, y José Company. Irene Marsilla

Cinco hermanos y padre viudo, la inquietud se adueñó de la familia al pillarles la riada a cada uno en un sitio. Tres de ellos en la casa. Elías, el padre, trabajando en una fábrica de muebles de Benetússer. Otro hermano como militar. Y Paco Domingo, a sus 18 años, tratando de volver desde el negocio familiar, una tienda de comestibles, en la plaza de Jesús. «Acabé subido en un camión hasta arriba de gente y cruzando Gaspar Aguilar inundado», recuerda Paco, quien hace gala de valencianía. «No te olvides de poner que soy el socio 140 del Valencia CF». Un día estuvieron en el piso de arriba, hasta que las aguas se recondujeron. Juan no se olvida de «la descarga eléctrica que sufrió un primo mío al empujar una valla en la entrada. Por el agua algún cable había caído». Un susto al lado de muchas tragedias que se vivieron en Valencia.

José Company

«El horno se llenó de barro y el barrio se quedó sin pan»

Vecino y amigo de toda la vida de los Domingo, José Companyrecuerda aquel 14 de octubre con los ojos de un niño de 9 años que no fue al colegio «porque estaba malo». El agua y el barro irrumpieron en el horno de la familia y dejaron sin pan al barrio. «Se quedó inutilizado para cocer». Así durante casi una semana.

Vídeo. Torres y Valera, tras un cañón de la Delegación de Defensa Txema Rodríguez

La familia subió al piso de arriba a resguardarse. Y a la puerta de su casa llegó una muestra de la solidaridad que esos días también inundó Valencia. «Un camión repleto de barras de pan venido de Teruel lo dejó en una lona a las puertas para todos los vecinos. España se volcó con nosotros», destaca José. En la retina de sus recuerdos de niño tiene a su padre y sus tíos poniendo a salvo sacos de 80 kilos de harina, a un caballo bufando inquieto en el corral y a toda Valencia conmocionada por la furia del agua.

Salvador Torres

«Fue medio mes entre barro, gripe, lágrimas y gente volcada»

Cuando Salvador Torres posa su memoria en Nazaret, en el infierno de barro, troncos, muebles, animales muertos, coches arrastrados y agua en el que la riada culminó tras atravesar Valencia, tiene que detener su discurso. Cabecea mientras mira al suelo y las lágrimas amenazan con desbordar sus ojos. «Lo he contado apenas dos veces en mi vida porque fue horrible, horrible... Había cuerpos de criaturas entre el barrio, personas atadas para que no se las llevara la riada, lágrimas, gritos y silencio, gente a la que sacamos con cuerdas...», suspira. «Horrible...», reitera. Entonces era un tiarrón de 22 años de Benimaclet que hacía la mili en el Regimiento de Artillería Antiaérea de Manises. Cuando el monstruoso Turia se hizo fuerte en Valencia comenzó su historia como uno de los 3.000 héroes del barro. Salvador es hoy de los pocos supervivientes de la llamada 'quinta del barro', el contingente militar que durante mes y medio se bregó en la capital para limpiarla de más un millón de toneladas de fango, cuerpos de animales muertos, muebles y un sinfín de restos de vida. «No sabíamos ni por dónde empezar», rememora Salvador mientras acaricia el bastón de su abuelo. A sus 82 años repasa mentalmente a cientos de militares con el barro por las rodillas, a los vecinos dándoles de almorzar («nos llevaban de todo, a mí una moza me lavó el gorro», ríe picarón), el burro muerto que sacaron «en Santa Mónica» y el temor que asaltaba a muchos de ellos mientras peleaban «con barro espeso como chocolate... ¡Madre mía como se seque», era su pesadilla.

Salamanca, Burriana, Conde Altea... Días sin horas devolviendo el pulso a la moribunda urbe. «Nos metíamos en plantas bajas a sacar a gente. Un sargento iba dándonos coñac en una garrafa para coger fuerzas. ¡Yo no podía ni olerlo y casi me arresta porque no tomaba y me iba a desmayar!», apostilla Salvador, joyero en su vida civil. Al final la gripe que asediaba a Valencia ('asiática' la llamaron ya aquel año) hizo estragos en el batallón. «La cogimos todos y nos mandaron al cuartel. A mí me dieron un 'piramidón', al otro una aspirina, más 'piramidón' para aquel... y otra vez a la carga».

Con motivo del 60 aniversario de la riada, la Delegación de Defensa en la Comunitat Valenciana prepara ya su homenaje a estos héroes, la exposición 'La Batalla contra el Barro', que se podrá ver en Fundación Bancaixa a partir del 17 de octubre, con fotos inéditas sobre la gran labor de las Fuerzas Armadas en la recuperación de la capital del Turia tras la trágica riada.

Joaquín Varela

«Coja pala, pico o capazo, dijo el sargento al pedirle un permiso»

Joaquín aún ríe cuando revive cómo empezó su inmersión en la 'quinta del barro'. «Estaba de permiso, y cuando llegué al cuartel, dije 'mi sargento, aún me queda permiso', y él fue claro: 'Coja pala, pico o capazo y salga a la calle». El octogenario, artesano de abanicos en su vida civil, limpió Valencia codo a codo con Salvador en el mismo regimiento. De naturaleza optimista ante la vida, Joaquín casi recuerda más las estampas felices que las tristes. La gente. Por encima de todo cómo los ciudadanos se volcaron con sus salvadores. «Nos traían de todo: café, coñac... ¡Hasta nos salían novias!». O el «fajo de billetes de Negrín» que apareció bajo el lodo en el barrio de San José y que los militares se repartieron.

En la Delegación de Defensa, en la que se hace esta entrevista, la plantilla mira a la pareja con embeleso. Se hacen alguna foto con ellos. Escuchan con devoción su relato mientras contemplan un álbum de la riada, con 'La batalla del barro' en la portada de cuero, que completó con dedicación el padre del coronel Morenza identificando escenarios de las fotos. «Me emociona ver su letra», recuerda el mando a su padre fallecido. «Algo hicimos por Valencia», sonríen a su lado dos héroes de pico y pala.

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