La ciudad que se desangra

Andoni Torres

Valencia

Viernes, 7 de febrero 2020

En los últimos meses realizo, dos veces por semana, un largo recorrido a pie por algunas de las calles más conocidas de Valencia: Pérez Galdós, San José de Calasanz, San Francisco de Borja, Gran Vía Germanías, Avenida del Reino... Un largo paseo que me recuerda una dura realidad a ras de suelo en nuestra ciudad. Decenas de locales cerrados muestran carteles de 'Se vende', 'Se traspasa' o del más aséptico 'Disponible'. Icónicos escaparates mancillados por pintadas y hasta históricas taquillas y pantallas de cine silenciadas desde hace lustros. Comercios tradicionales cerrados por la falta de relevo generacional, la voracidad recaudatoria de gobiernos y Ayuntamiento, la imparable competencia de franquicias internacionales y el feroz avance del comercio electrónico. Decenas de persianas bajadas para siempre.

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Algunos de estos comercios -muchos con décadas de historia y varios de ellos centenarios- han dicho adiós desde las páginas y la web de LAS PROVINCIAS. La ferretería Hija de Blas de Luna, Abanicos Nela, Bicicletas El Belga o Galerías Martín ya no atenderán nunca más a sus clientes. Sus lamentos coinciden en la falta de ayudas, controvertidas decisiones como la peatonalización o limitación al tráfico de céntricos enclaves como la plaza del Ayuntamiento o la calle Colón, el auge del 'turismo barato' y el abandono -si no acoso- por parte de las instituciones. En mi recorrido, miro hacia arriba y me reconcilio con edificios emblemáticos, con el cielo azul eterno de Valencia, con la luz que inyecta vida a borbotones en sus calles. Abajo, la ciudad se desangra y vende su alma, su historia y singularidad con el cierre de las tiendas tradicionales, con la pérdida de esencias que no podrán reponer modernos modelos de comercio globalizado.

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