

Secciones
Servicios
Destacamos
Son las seis de la tarde de un día laborable. En el merendero no hay nadie, tampoco en kilómetros a la redonda. El silencio es total. Ni siquiera se escucha el zumbido latente de las grandes ciudades. Jonathan carga una mochila enorme. Pesa unos diez kilos. De su interior extrae un tubo potabilizador, una especie de pajita enorme, y una cantimplora de gran tamaño mientras busca con la mirada una fuente. Luego, observa a su alrededor. Su mirada experta le revela cardos y juncos. Bien. Podrá comer en las próximas horas. Jonathan ya está preparado para el fin del mundo.
No, no se asuste. La civilización aún no ha terminado. El apagón del pasado lunes nos tensó a casi todos, sí, pero el apocalipsis aún no ha llegado. Jonathan lo sabe, pero está especializado en supervivencia y montañismo. Es el rey del «por si acaso». Es uno de los miles de valencianos que se preparan para el fin de mundo. Él no quiere que le pille bailando: quiere que le pille con una mochila preparadísima, varios hornillos, una radio a pilas y alguna vivienda con placas solares vacía cerca. Vamos, que si llega, que esté preparado.
Por suerte, por ahora es todo teoría. El merendero en el que estamos se encuentra en Chulilla, a un par de kilómetros. El cielo no lo cruzan cazas que acuden a bombardear una ciudad llena de zombis, ni flotan a nuestro alrededor las partículas invisibles y asesinas de la radiación, ni la electricidad se ha ido para no volver. Jonathan Lozano accede a enseñarnos su mochila 24 horas. Regenta una empresa de multiaventura llamada Serranía Aventura donde enseña técnicas de superviviencia. Reconoce que, desde el lunes, se han multiplicado las consultas. Y eso que el domingo previo al apagón terminó un curso 24 horas en el que cuatro personas pasaron un día en el monte, aprendiendo de las técnicas de Jonathan. Él vive en el campo, por lo que sus habilidades son adecuadas para la montaña, pero no para la supervivencia en ciudad. Aunque lo tiene claro: «Si llega el fin del mundo, lo primero que hay que hacer es alejarse de la civilización. Lo más peligroso siempre será otro ser humano».
En la mochila 24 horas que tiene preparada Jonathan y que enseña elemento por elemento a LAS PROVINCIAS, la mayor cantidad de espacio la ocupa todo lo relacionado con el abrigo. Lleva saco de dormir, esterilla aislante, anorak y una tela para hacer un vivac si es necesario. «El mayor enemigo en el monte es el frío», cuenta. Ni el hambre, ni la sed ni, claro, los jabalíes (aunque luego hablaremos de ellos). ¿El frío? En la selva de Irati vale pero, ¿en Valencia? «Si te quedas al viento en plena madrugada, hasta en agosto te enfrías fácilmente. Cuando dormimos es cuando más calor corporal perdemos», explica.
La siguiente prioridad en caso de apocalipsis es el agua. Jonathan lleva pastillas potabilizados y admite que se puede hervir el agua para poder beberla, pero ambos son procesos laboriosos y que requieren mucho tiempo o mucho fuego. Él dispone de un filtro portátil del que puede beber directamente del río o incluso de un chaco no demasiado sucio. «Con esto he bebido directamente del Turia», cuenta. El filtro, del que no quiere hablar demasiado porque, dice entre risas, no lo tiene mucha gente y ahora «querrán venir a por él», puede limpiar varias decenas de miles de litros de agua. Junto a una cantimplora de gran tamaño, permite disponer de agua fresca en cualquier momento.
Noticia relacionada
La mochila de Jonathan, que tiene infinidad de cinchas, espolones y bolsillos a las que atar, de los que colgar y en los que guardar, respectivamente, todo lo que se necesite, también lleva comida. Él es vegetariano y aunque en un momento mira alrededor y distingue dos plantas comestibles (juncos y cardo) y hasta una medicinal de la que sacar aspirina (plantas que, a ojos de urbanita, no son más que hierbas no demasiado distintas la una a la otra), lo cierto es que lleva un mix de frutos secos, harina, muesli y quinoa. «En el monte, lo más importante son las calorías, no tanto las proteínas. Estos alimentos son ligeros, se preparan en nada de tiempo», explica Jonathan.
Hablamos de calorías. Él lleva hasta dos hornillos distintos, con paravientos y mantas ignífugas, para cocinar en casi cualquier sitio. También lleva mechero y ferrocerio, que no es más que un pedernal del que sacar chispas que, en contacto con yesca, se convierten en llamas. Pero el fuego es complicado de mantener vivo, por lo que Jonathan siempre recomienda los hornillos. No le extraña que en Valencia se hayan acabado. En esta mochila no lleva, en la tarde del miércoles, la radio a pilas. «Probablemente la saqué el lunes», cuenta.
Si hace caso a Jonathan, es fácil que pueda sobrevivir en el monte. No tema a los animales: los zorros no son un problema y los jabalíes, si se mantiene la comida elevada, tampoco. Por si acaso, Jonathan también sabe cómo hacer una lanza con una rama para mantener al puerco alejado. En su mochila lleva también brújula y un silbato, que le puede ser útil si quiere que le encuentre. Pero como él advierte, en caso de apocalipsis «no eres lo que tienes, eres lo que sabes». Y usted, gracias a Jonathan, ya sabe un poquito más y el fin del mundo, esperamos, ya no le da tanto miedo.
El mundo ha terminado. Usted, por suerte para todos, ha conseguido sobrevivir al cataclismo que ha terminado con la civilización. ¿Qué tiene que hacer ahora? Los expertos en supervivencia le han preparado una guía.
1 Huya de la civilización
Es fácil que el mayor peligro lo entrañe otro ser humano. Se recomienda buscar lugares poco habitados. es probable que su vecino ya no sea tan majo cuando usted tenga agua embotellada y él no.
2 Tenga la mochila lista
Hágase con su mochila de 24 o de 72 horas. Lo ideal sería que pesara entre 6 y 7 kilos.
3 Busque refugio
Su mayor enemigo será el frío. Incluso en verano, la hipotermia es el gran enemigo en supervivencia en medio natural. Busque un refugio a salvo del viento y lejos de fuentes de agua: la humedad acrecienta la sensación de frío.
4 Busque agua
No, no es contradictorio. Busque un lugar con fuentes o ríos que le permitan un suministro constante de agua, pero a la vez que esté lo bastante lejos de su refugio como para que el relente no le haga tirtar de madrugada.
5 Prepárese para defenderse
De animales de cuatro patas o de dos, es fácil que tenga que defenderse. Si no dispone de armas como hachas o cuchillos, incluso lanzas, debería poder hacerse alguna con ramas y similares.
6 Procúrese comida
Con el paso de las horas, irá teniendo hambre. Luego dejará de tenerla, pero perderá energía. Es normal. Los frutos secos, las harinas o la quinoa otorgan muchas calorías. La proteína no es una prioridad en estos casos. Además, sepa que en el bosque hay muchas plantas comestibles si uno sabe cuáles comer.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
J. Gómez Peña y Gonzalo de las Heras (gráfico)
Sara I. Belled y Jorge Marzo
Héctor Esteban | Valencia
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.