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Sefi, a la izquierda, junto a su compañera Marroto, en el estudio Nigromancia Tattoo. IRENE MARSILLA

Tatuadores en Valencia: auge de aperturas de estudios, pero falta más control

La asociación de profesionales alerta de la proliferación de centros sin supervisión sanitaria en los últimos cinco años y el Ayuntamiento anuncia un punto de inflexión

Jueves, 17 de julio 2025, 00:08

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Los tatuajes están muy lejos de ser una simple moda. Basta con remontarse a sus orígenes varios milenios atrás. Su sentido ha ido cambiando conforme ha atravesado culturas ancestrales y contemporáneas: religioso, tribal, estético… Hay tendencias, estilos que se imponen, evoluciones artísticas, nuevas técnicas… Según la agencia Dalia Research, el 38 por ciento de la población mundial lleva tinta en su piel como forma de expresión. Desde unas básicas iniciales hasta una escena tan realista que engulle a quien la mira, pasando por composiciones que juegan con el color. Hace tiempo, las agujas se convirtieron en otra manera de hacer arte. En este caso, con el cuerpo como lienzo. Al calor de la ostensible popularización, los estudios se han multiplicado a lo largo de cuatro décadas, pero en Valencia ha habido una sorprendente eclosión durante el último lustro. Y tras este crecimiento, subyace una pérdida de celo en la regulación de las licencias sanitarias. La laxitud ha alimentado la subida de persianas de una forma preocupante, tal y como alerta Sefi, delegada en la Comunitat de la UNTAD (asociación de profesionales). Desde el pasado año, se han producido ciertos movimientos con el propósito de poner orden y, a la espera de medidas efectivas, el Ayuntamiento se ha comprometido a tomar cartas en el asunto. Una cuestión de salud pública.

A lo largo de los últimos años, afloran numerosos estudios de la noche a la mañana. Más de 200 tatuadores ejercen en la capital del Turia. Buena parte de ellos lo hacen cumpliendo con la normativa sanitaria, pero existe una fracción que desoye las exigencias y atiende a sus clientes de forma clandestina o en establecimientos inadecuados.

Este 17 de julio se celebra el Día Internacional del Tatuaje. Y en Valencia, toca poner coto a una proliferación indiscriminada de los negocios. Una misión que pasa por corregir la falta de información y de supervisión arrastrada durante el último lustro. Hay locales en condiciones irregulares que se están viendo obligados a cerrar, pero el filtro actual resulta insuficiente. El problema de fondo reside en las lagunas en los procedimientos de licencia e inspección.

Sefi, quien suma 23 años como profesional, es la propietaria de Nigromancia Tattoo en el corazón de Valencia. «Están apareciendo más estudios que nunca. Influye lo laxo que es el Ayuntamiento, entre otros factores. Antes, para poder abrir un estudio, tenías que presentar un montón de papeles, tanto en Urbanismo como en Sanidad. Ahora mismo ya no se hace. Ha habido una involución total», explica.

El ablandamiento del proceso arrancó hace cinco años aproximadamente. La autorización de estos centros corresponde a los ayuntamientos según el Decreto 83/2002, de 23 de mayo, del Gobierno Valenciano, por el que se fijan las normas que rigen la práctica del tatuaje, la micropigmentación y el piercing, así como los requisitos para la autorización y funcionamiento de los establecimientos.

La normativa específica no ha cambiado. Se mantiene desde hace más de dos décadas. Cuando su aplicación fue rigurosa, la apertura de los estudios funcionó debidamente en Valencia. Sin embargo, a partir del año 2020, se produjo un ostensible deterioro relacionado con el nuevo marco legal general que aceleraba los procedimientos de obtención de licencias. Con el objetivo de acortar plazos en el nacimiento de negocios, se simplificaron los pasos y se suprimieron ciertos controles que antes eran innegociables. De esta forma, quedó mermada la supervisión sanitaria.

Unas carencias agudizadas por la acuciante falta de personal en el servicio de Sanidad y Consumo, ya que las jubilaciones no han sido cubiertas. Una situación que ha desembocado en la pérdida de recursos humanos para llevar a cabo las convenientes inspecciones sanitarias en los diferentes establecimientos.

Realización de un tatuaje. CARLOS MANSO

En cualquier caso, el concejal de Sanidad y Consumo, José Gosálbez, anuncia un punto de inflexión. «En Valencia nadie juega con la salud de nuestros vecinos en los centros de tatuaje, piercing y micropigmentación. Se acabó el 'esto lo hago en casa' o el 'yo me busqué un vídeo'. Aquí se cumple el Decreto 83/2002, y punto. Esto no va de estética, va de salud pública. Y aquí el que pincha sin control, pincha su negocio».

El edil recuerda que la normativa exige locales limpios, ventilados, con superficies desinfectables, zonas separadas y material estéril o de un solo uso. «Todo tiene que estar precintado o recién salido del autoclave. Y si no lo está, se clausura», advierte. Además, los profesionales deben estar formados en asepsia, primeros auxilios y control de riesgos sanitarios. «Los inspectores municipales no están de adorno. Están inspeccionando, denunciando y actuando. Comprobamos documentación, condiciones higiénicas, gestión de residuos biológicos, información al cliente y todo lo que marca la ley. Y cuando no se cumple, actuamos. Rápido».

Sin embargo, los profesionales lamentan que, con la evidente flexibilización, dejó de intervenir Sanidad en el proceso de concesión de licencias. Simplemente, el propietario debe presentar una declaración responsable, pero no hace falta que los inspectores redacten un informe previo a la apertura. Algo que antes sí ocurría. Los requisitos para dar luz verde han disminuido.

Actualmente, la única licencia necesaria es la de actividad. A posteriori, en función de las posibilidades debido a la escasez de efectivos médicos, Sanidad llama a la puerta de los estudios para realizar inspecciones, pero a esas alturas pueden llevar abiertos al público varios meses o incluso años. Y en caso de haber irregularidades que obligan al cierre, arranca un denso procedimiento administrativo.

Desde 2020, han echado a andar numerosos estudios sin la supervisión sanitaria en Valencia. Eso sí, en el último año, ha aumentado la coordinación entre el servicio de Actividad y el de Sanidad, que aspira a contar con un mayor conocimiento de los locales que van apareciendo en la ciudad. Precisamente, el pasado 15 de mayo, en el Complejo Deportivo Cultural Petxina, se celebró la II Mesa Redonda sobre Salubridad y Estética, organizada por el Ayuntamiento. Como objetivo, luchar contra el intrusismo profesional y reforzar el control administrativo. Un cónclave en el que intervino, precisamente, Sefi. La delegada valenciana de la UNTAP (Unión Nacional de Tatuadores y Anilladores Profesionales) lanza diferentes reivindicaciones.

«En el Ayuntamiento hay los inspectores que hay. No tienen a nadie de estética que sepa los trucos para pillar a alguien que lo está haciendo mal. Y no tienen a nadie de tatuajes. En otras ciudades están muy evolucionados. Ahora nos están empezando a escuchar», comenta Sefi, quien entró en el gremio con 16 años.

Lamenta que buena parte de los estudios que han abierto en Valencia durante los últimos años no cumplen la normativa: «Entras por la puerta y tienen hasta el fondo un montón de camillas. Una detrás de otra. Abrir un estudio como el mío, de forma legal, cuesta entre 30.000 y 50.000 euros. Pero ahora se montan estudios invirtiendo 5.000 o 6.000. Y si Sanidad no acude, pues ahí están. Hay otros a los que sí han ido y evidentemente han cerrado. Hay un montón de negligencias. Antiguamente, sin embargo, había una inspección cada cierto tiempo en base a algún cambio. Por ejemplo, algún cambio de tintas».

En la página web del Ayuntamiento de Valencia, está publicado un resumen de los requisitos higiénico-sanitarios para la apertura de establecimientos de tatuajes, micropigmentaciones, microblading y piercings. Se trata de un PDF de seis páginas. Actualmente, se está trabajando para que esta información aparezca más clara y desarrollada.

«El EVES (Escola Valenciana d'Estudis de la Salut) homologa la formación y pone la normativa sobre cómo deben estar las cabinas. El EVES dice que tiene que haber una cabina para cada tatuador con determinadas medidas», apunta Sefi, quien observa lagunas en el servicio de Sanidad a la hora de aplicar y transmitir tales exigencias: «Antes eran superestrictos e iban más unidos».

Para poder ejercer, resulta obligatorio superar un curso de técnico higiénico-sanitario. Sin embargo, Sefi reclama una formación más profunda: «Para tatuar tienes que aprender la normativa y las leyes vigentes, como lo ilegal que es tatuar en casa. O lo ilegal que es ir de feria en feria no homologada, a bodas o a festivales sin haber pedido un permiso».

Además, el gremio está pendiente de que se instaure en la Comunitat Valenciana la acreditación de competencias «para legalizar y homologar» el oficio. También hay un proyecto de Formación Profesional. En esta coyuntura, se intensifica la batalla contra el intrusismo: «Hay peluquerías y locales de uñas donde tatúan. El tatuaje está creciendo mucho, demasiado. Si crece mucho y bien, maravilloso. El problema es que está creciendo de manera insana».

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