Un año en busca de una casa de alquiler
Rosana Jiménez, la mujer de Chiva que dormía «agarrada al pijama de su marido», víctima de la dana, paga 64 euros de taxi al día para ella y para su hijo
La dana le rompió «la vida y las ganas de vivir». El 29 de octubre de 2024 se llevó por delante la vida de su marido, José Vicente Madrid, cuando regresaba del trabajo en Aldaia. Rosana Jiménez, una mujer de 47 años que vive en La Canaleja –Chiva– y trabaja en Cheste, quedó viuda con tres hijos. Un año después «todos los días sigo encendiendo una velita blanca» para recordar al amor de su vida. El dolor que sufrió, el que sufre, «no se cura nunca». Y por si fuera poco no ha encontrado vivienda de alquiler para estar cerca del trabajo y del instituto de su hijo. Rosana no conduce y se le va mucho dinero en taxis.
Cuando enterró a su marido sabía que le quedaba mucho dolor por delante. En esos días en los que la tragedia era más punzante se puso a buscar un lugar donde residir dignamente.
Su casa quedó destrozada y se había visto empujada a vivir junto con sus tres hijos en la habitación que le prestó un familiar. La desesperación la llevó a lanzar un SOS desde las redes sociales. Buscaba casa de alquiler en Cheste para tener cerca el trabajo y el instituto de su hijo Marcos, un joven de 15 años apasionado del fútbol. Aún no lo ha conseguido. «Pude arreglar mi casa. Me dieron 72.000 euros del Gobierno», explica. La vivienda quedó bien. Las lluvias de este otoño lo han probado. No ha habido goteras. Pero hay una circunstancia que a Rosana todavía no le ha permitido recuperarse del todo. «No conduzco. Tengo que ir a trabajar en taxi y mi hijo también coge un taxi para ir a clase y cuando tiene que entrenar».
Desde La Canaleja, en Chiva, a Cheste, «el taxi me cuesta 16 euros la ida y otros 16 la vuelta». A los 32 euros que suman sus desplazamientos hay que añadir otros tantos de Marcos porque no coinciden en el horario de clases y trabajo. Y los días que toca entrenamiento, otros 32. «En Cheste no encuentro casa para alquilar, sólo hay para comprar», insiste.
–¿Rosana, no recibes ayuda para los taxis?
–El Ayuntamiento no me ayuda y la asistenta social tampoco. Sigo buscando para alquilar.
Noticia relacionada
«Duermo agarrada al pijama de mi marido»
La hija mayor, Tamara –26 años–, «vive en casa de sus suegros». Con Rosana comparten residencia Malena, de 21 años, y el pequeño, Marcos. En medio de toda la familia, de los cuatro, el padre sigue muy presente. «Mi hija duerme con un pijama de mi marido y yo también». Poco han cambiado las cosas en este aspecto. El año pasado la viuda de José Vicente ya relató a LAS PROVINCIAS que «dormía agarrada al pijama de su marido» Ahora añade que «es muy difícil ver el hueco en la cama». Siete meses de baja con atención psicológica no han podido con todo. El joven Marcos no «quiso ir a psicólogo y ahora le está saliendo todo. A veces se va a su cuarto a llorar». Hablan todos, se comunican y se cuentan sus cosas. Rosana tiene claro que «el apoyo familiar es el mejor».
Han arreglado la casa, algo que esta mujer valora, pero recalca que «el dinero, los 72.000 euros, no me importa. Habría preferido tenerlo a él, aunque le hubiera faltado una pierna». A ella, cada día a las seis y cuarto de la tarde, le da un vuelco el corazón. Es la hora a la que él regresaba a casa. Y cuando llueve «sufre. El miedo está ahí».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión