Cuchillería Vaciador, la casa donde modistas, hoteleros y algún torero afilaban tijeras, cuchillos y espadas
El afilador Manuel Prieto inició la actividad en torno a 1950 y tras la riada del 57 se trasladó a la calle Roteros I En 1988 le sucedió su hijo hasta que en 2011 bajó la persiana para siempre
Los pasos por la calle Roteros, una de las vías más entrañables de Valencia, conducen a un rótulo. Es un rótulo rotundo, un letrero que encierra dos palabras que a nadie dejan indiferente: Cuchillería Vaciador, y a continuación el nombre del titular del establecimiento: Manuel Prieto. Los dos primeros, términos de cortante perfil, sorprenden y hasta puedan asustar a algunos que quizás piensen en una película de terror. Que no cunda el pánico, no hay razones para asustarse. ¿Desconocimiento, indiferencia? Tal vez en la respuesta se encuentra la razón de los temores.
Son dos palabras que en sus entrañas encierran mucha historia. Esconden el relato vital de Manuel Prieto, el afilador que atendió la casa durante cerca de cuarenta años. Y atesoran una amplia y bien ilustrada página de la memoria colectiva de Valencia, de tiempos de silbato de afilador amenizando la populosa vida de las calles. Son el nombre de oficios que tal vez no pocos ya desconozcan; el título de un espacio comercial que, como todos los que se despiden para siempre -ya lo hemos dicho alguna vez- nos roba muchas emociones y deja un enorme vacío en las calles.
«Por el año 1950 mi padre ya estaba en activo», explica Manuel Prieto hijo. Se instaló cerca de las Torres de Serranos, «donde por entonces se encontraba la estación de autobuses. Después de la riada de 1957» -acontecimiento que cambió el curso y el transcurso de la historia de la ciudad del Turia- «tomó el pequeño local de la calle Roteros donde trabajó hasta que en 1988 se jubiló». La casa siguió abierta en manos de su hijo, un maestro que quiso seguir con el oficio del padre hasta que en 2011 anunció su adiós definitivo.
Entre las cuatro paredes del local donde el fundador del negocio disponía de esas muelas redondas de piedra de afilar que tantos buscaban para poner al día los útiles de trabajo. Y también la cuberterías de casa en tiempos en los que el usar y tirar no se había impuesto todavía.
«Mi padre afilaba cuchillos, tijeras, máquinas de esquilar animales y navajas de afeitar». Incluso también las hojas de los útiles para trabajos agrícolas. No sólo las que llegaban del campo valenciano, también las que le acercaban desde tierras extremeñas. Todos trabajos hoy muy escasos en un paisaje social marcado por la pérdida de los oficios tradicionales.
Manuel Prieto afilaba no sólo en el comercio de la histórica calle vecina de las torres de Serranos. «Iba por los pueblos, sobre todo por los del norte de la provincia. Llevaba la máquina en el autobús y una vez llegaba al destino se movía por las calles con un carrito» y el entrañable silbato que anunciaba el paso del afilador.
¿Pero qué significa ser vaciador? «Es lo más difícil. Vaciar significa hacer el primer vaciado sobre las hojas de una herramienta»; hay que rebajar el metal hasta conseguir la función de la herramienta.
Todo era posible en esa casa de la calle Roteros que durante muchos años atrajo a modistas, amas de casa, diseñadores de moda, responsables de hoteles, personal de restaurantes, carniceros, pescaderos «y algún torero también he visto pasar por aquí». Todos requerían para su trabajo cuchillos, tijeras y hasta espadas que antes o después pedían refinar la hoja. El hijo del fundador, también Manuel, recuerda que por la cuchillería pasaron «chicas que trabajaban en el taller de Francis Montesinos y el familiar de torero que también fue torero».
A todos se les atendía en un local de dimensiones reducidas donde había «un banco, poleas y un eje para las muelas de afilar». Era, recalca nuestro cicerone, «una estancia muy pequeña, que yo hice algo más grande cuando me puse a trabajar allí».
La dimensión de la casa no era obstáculo para grandes trabajos, como el que comportó el encargo de una renombrada firma comercial de la ciudad: Cirios Felipo. La conocida cerería pidió «unos cuchillos muy largos, para cortar las velas». Y por difícil que aquello pareciera, Manuel Prieto consiguió entregar el encargo. Cosas de profesionales.
Una historia de constancia en torno a un oficio del que ya quedan pocos, pero cuya huella afortunadamente no ha desaparecido del centro histórico de Valencia. El rótulo que fue su reclamo comercial se mantiene sobre la puerta y ahora forma parte de la lista de letreros históricos que el Ayuntamiento va a convertir en Bien de Relevancia Local. «Yo lo restauré y lo tuve que adaptar a las exigencias de la conselleria», advierte Manuel. Lo hizo manteniendo la esencia, la de un negocio que condensa un relato lleno de detalles que hablan de los valencianos, de un tiempo de oficios, de una época en la que la calle donde se asentó la cuchillería era otra cosa: estaba salpicada de comercios tradicionales. Ahora, es distinto. Manuel hijo cuenta que hay noches en las que desde su casa oye a gente que al pasar por la calle y «leer Cuchillería Vaciador se ríe: No entienden lo que significa». Cosas de los años. Otros tiempos.
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