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Entre Marco y El Marco. Puente internacional de La Codosera. Esperanza Rubio
De viaje por la Raya - Badajoz (VI)

Llegamos a El Quinto Coño y probamos un café casi mágico

Nos enseñan el secreto de la bica, que en realidad es un acrónicomo de un cartel publicitario: «Beba Isto Con Açucar»

Jueves, 28 de agosto 2025, 20:03

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La Codosera (Badajoz) está tan alejada de todo que cuando, allá por 1978, los hermanos Fernández abrieron un bar en la carretera que lleva a Portugal, lo llamaron, con mucha propiedad, 'El Quinto Coño'. Esta comarca rayana sigue siendo muy periférica, pero puede presumir de contar con el puente internacional más pequeño del mundo. Así lo bauticé hace 20 años, con ese título se ha quedado y así aparece hasta en la prensa inglesa. Une otro pueblo doble rayano: el español El Marco y el portugués Marco, separados por un arroyo fronterizo, el Abrilongo, que los contrabandistas sorteaban colocando una tabla de madera o metal. La Guardia Civil retiraba la pasarela y los vecinos la volvían a poner en otro punto. Hoy, el Abrilongo es cruzado por este bonito puente que parece de cuento infantil.

La Codosera es como un cuento rayano lleno de caseríos evocadores y pueblos dobles: La Tojera, La Varse, Bacoco, Pan de Trigo… La capital tiene una iglesia gótica y renacentista, una ermita rayana consagrada a la Virgen de Chandavila, con ermitaño español y ermitaña portuguesa, un mercadillo sabatino de quesos y embutidos y una carreterita enrevesada que avanza, paralela al río Gévora, por una vega feraz hasta llegar a otro pueblo doble: La Rabaza en España, con más ambiente, y Rabaça en Portugal, por donde paseamos sin ver a nadie ni oír nada. Aquí nunca hubo aduana ni puesto fronterizo, solo las rondas rutinarias, de compromiso, de guardias y guardiñas. Cuando ya nos marchamos, suena una música de acordeón que sale de no se sabe dónde y parece la banda sonora de este viaje por la Raya tranquila.

Nuestra siguiente parada, Campo Maior, tiene más de tragedia que de cuento. Su historia está marcada por un rayo, que provocó la explosión de su polvorín en 1732. Destruyó 836 de las 1.076 casas del pueblo, provocando 1.500 muertos. Junto a la iglesia parroquial está la inquietante Capilla de los Huesos, levantada en 1766 en memoria de las víctimas de la explosión. Los huesos de cerca de 800 cadáveres cubren las paredes y el techo. Una inscripción nos estremece: «Nós, ossos, que aquí estamos, pelos vossos esperamos».

Capilla de los Huesos. Monumento funerario en Campo Maior. Esperanza Rubio

Y frente a la muerte, la vida, que en Campo Maior huele a café. Todo comenzó en un cobertizo del pueblo al poco de acabar la Guerra Civil española. En 1944, un niño de 13 años llamado Rui Nabeiro, su padre y sus tíos empezaron a tostar café para vendérselo a los españoles a través de las redes de contrabandistas que ellos mismos crearon. El joven Rui Nabeiro se independizó pronto. En 1961 fundó su propia sociedad, en 1984 inició la construcción de la mayor fábrica de café de la Península y hoy domina el mercado portugués del café y parte del español.

Acaba la sexta etapa de nuestro viaje y la rematamos con una bica. Lo de bica es el acrónimo de un cartel publicitario: «Beba Isto Con Açúcar». Son dos dedos de café y tiene una cualidad: el agua, al ser muy poca, pasa un instante por el filtro, extrae solo lo mejor del sabor y lo justo de cafeína. Es otra virtud de la Raya tranquila: por aquí no altera ni el café.

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