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Grietas, tramos de verja vencidos y hasta mutilados en sus elementos ornamentales, hierbas que crecen de las paredes de las construcciones del parque, pináculos de los muretes de la verja desaparecidos cuando no rotos, pintadas, esculturas revestidas de verdín, vegetación que se excede de los límites… Es el triste retrato que ofrecen los Jardines de Viveros en una mañana cualquiera mientras los niños juegan, los mayores pasean y los jóvenes toman el sol.
Todo sucede en uno de los espacios verdes con mayor arraigo en Valencia. Viveros, como saben, es uno de los jardines con más historia de la ciudad. Hasta allí se ha acercado LAS PROVINCIAS para descubrir qué bien le sentaría un repaso. No son pocas las huellas del olvido que muestra en sus distintas caras.
Comienza el paseo en la calle San Pío V. El retrato es poco alentador. Las grietas en los muretes de ladrillo visto que soportan la verja de forja verde son profundas, tanto que dejan ver las entrañas de las columnas en incluso del zócalo por las que en algún punto hasta muestran los hierros que dan consistencia a la obra. También la forja, vencida en alguno de los tramos y mermada de algunas de sus piezas ornamentales reclama atención.
No mejor es la situación en el tramo recayente a la calle Botánico Cavanilles. Se repite la escena de las grietas, pero hay incluso mayores desperfectos. Faltan pináculos de los que coronan las columnas de la verja, mientras que algunos de los que sobreviven están mutilados en alguno de sus lados y el pórtico que permite el acceso se presenta rodeado de una valla que anuncia el riesgo de desprendimientos de los pilares. Aunque distinta, no mejor es la imagen que regala el paseo cuando la preciosa verja alcanza la degradada zona de las calles Vuelta del Ruiseñor y Genaro Lahuerta. Los muretes y columnas que soportan la forja se ven renovados. El ladrillo visto está limpio y bien agarrado, pero las pintadas lo afean, como también lo hacen sobre las paredes de las construcciones del parque que recaen a este lado de una zona verde que en su área histórica, ligada a la presencia del antiguo Palacio Real, cuenta con la calificación de Bien de Relevancia Local.
El recorrido de desperfectos no se ciñe a los límites que señalan el perímetro. Cuando se accede al interior de nuevo saltan a la vista las sorpresas. Crecen las hierbas sobre la piedra del pórtico de 1697 procedente de la antigua colegiata de San Bartolomé que da acceso al jardín del vecino Museo de Bellas Artes. Y las esculturas que lo ornamentan no ofrecen su mejor aspecto. Tampoco lo hacen las 'Mozas del cántaro', obra de Salvador Octavio Vicent. Las dos piezas escultóricas que ocupan el centro de una de las fuentes del jardín están cubiertas de moho y de verdín. El paseo descubre también otras esculturas faltas de cuidados. Y sin abandonar el gran espacio verde, la mirada descubre que el emblemático kiosko no sólo está cerrado, además da muestras de abandono.
Una superficie de 200.000 metros cuadrados ocupan los Jardines del Real, más conocidos como Viveros. Son los más antiguos, extensos y populares de la ciudad. Albergan 2.769 ejemplares arbóreos de 167 especies botánicas diferentes y una interesante muestra de huellas del patrimonio y de obras de arte esculpidas en piedra.
La puerta recayente a la calle San Pío V contigua al Museo de Bellas Artes retrata una situación para la que no llega solución pese a que hace años que se espera.Pintadas en la parte inferior afean el acceso desde la calle. La presencia de una cadena abrazando las dos hojas de la puerta anuncia el estado de la cerradura y a través de la reja se contempla una palmera con sus palmas secas. No mejor aspecto ofrece el pórtico de piedra desde el que se accede a la zona de jardín del museo, se encuentra el pabellón Benlliure rodeado de objetos que a larga vista dan la imagen de abandonados o al menos sin uso.
Es un punto estratégico. Es el espacio en el que se tienen puestas muchas esperanzas para mejorar los accesos a la pinacoteca a través de los Jardines de Viveros. El interés y al reivindicación viene de lejos. El proyecto para conseguir el objetivo se planteó en 2018. Cuatro años después, en junio de 2022, la entonces vicealcaldesa de Valencia, Sandra Gómez, aseguró que el Museo de Bellas Artes se abriría a Viveros. El Ministerio había desbloqueado la actuación para derribar el muro que separa los dos espacios.
Ahí quedó todo hasta tres años después. En febrero de 2025 el Ayuntamiento de Valencia abrió la puerta a las obras de mejora del entorno del museo. La Junta de Gobierno Local respaldó el proyecto básico de ordenación y urbanización de esta zona, y decidió también impulsar la redacción de la propuesta constructiva, «que cohesionará y mejorará este espacio urbano así como el de las instalaciones de la segunda mayor pinacoteca de España, ubicada en la calle San Pio V», tal como anunciaron en su momento.
Hay que tener en cuenta que el proyecto está vinculado al Ministerio de Cultura, propietario del Museo de Bellas Artes. El departamento del Gobierno presentó su propuesta en 2018 e incluye el trazado del vallado que separa el Jardín de las Esculturas del museo de los Jardines del Real, y contempla las condiciones específicas determinadas en los informes técnicos. Hasta el momento no ha habido novedad.
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Juan Sanchis | Valencia
Ivia Ugalde, Josemi Benítez e Isabel Toledo
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