El testigo más cercano de las grandes figuras del Medio Maratón
Andrés Giménez se encarga de conducir la moto del juez de carrera en las grandes citas de Valencia: «Es hipnótico»
Cuando el año pasado vino Bekele, para mí fue como estar junto a Messi«, casi un año después Andrés Giménez (6-05-1970) todavía se emociona al recordar la participación del que muchos consideran el mejor fondista de la historia en la última edición del Maratón Valencia Trinidad Alfonso Zurich. No fue para nada la carrera perfecta de Bekele, pero para personas como Andrés, que corría cuando sólo lo hacían «cuatro gatos», fue pura magia.
Este valenciano, socio de Correcaminos tiene el privilegio de ver tanto los 42k como los medios maratones de la ciudad del running desde una posición exclusiva: «Esas motos que van delante de los primeros, pues una de ellas las conduzco yo. Llevo al juez pegado al grupo de cabeza, controlando tiempos, posiciones, ritmos… y te aseguro que vivir la carrera desde ahí es otro espectáculo. Vas a dos metros de los élite, los ves volar literalmente: la técnica, la concentración, el silencio de fondo con sus zancadas sobre el asfalto… es hipnótico».
Para este valenciano miembro de Correcaminos, formar parte de la organización de carreras como la del próximo domingo 26 (8:25 horas) es un «honor». ««Lo bonito de estar en la organización es que vives el maratón desde dentro. Ya no sólo corres, sino que formas parte de ese engranaje que hace que todo funcione. Ver cómo la ciudad se vuelca, cómo los hoteles se llenan, cómo los voluntarios se dejan la piel… te das cuenta de que esto es mucho más que una carrera. Es un motor económico, social y emocional. Cada año, Valencia entera late al ritmo del maratón, y ser parte de eso, aunque sea llevando una moto, es un privilegio».
Quizás los dos días al año reservados para las grandes citas de Valencia sean los únicos en los que Andrés no se calza las deportivas para correr. En sus piernas acumula «más de cincuenta maratones y más de cien medias». «Y sigo con las mismas ganas», advierte. «Correr me cambió la vida. Es un deporte que te pone en tu sitio, que depende sólo de ti, de tus piernas, tu cabeza y tus ganas. Era malísimo en los deportes de equipo, y correr me dio la libertad de hacer deporte a mi manera, sin depender de nadie», añade, empezó a correr en los años 90. «Nos mandaban por el Grao para no molestar, y el maratón era casi una aventura», recuerda.
Tras el asfalto llegaron otro tipo de retos. «He hecho diez Ironman, y nunca he repetido ninguno. Cada año intento un desafío distinto. Este año, por ejemplo, hice la carrera ciclista Lieja–Bastoña–Lieja en Bélgica, que era una espinita que tenía clavada. Y hace poco, con unos amigos, hicimos una locura: fuimos con las bicis en tren a Madrid y volvimos pedaleando hasta Valencia, del kilómetro cero de la Puerta del Sol hasta la Plaza del Ayuntamiento. Fue una aventura inolvidable, una de esas cosas que te recuerdan por qué haces deporte».
El pasado 5 de octubre realizó el Ironman Barcelona-Calella, quizá el más especial después de un duro año en el dique seco por una dolorosa fractura por estrés en el sacro. «En la línea de meta me esperaban mis hijas gritando de alegría, nunca lloré de tanta alegría», concluye.
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