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Juan Carlos Alonso
Valencia
Viernes, 2 de mayo 2025, 11:26
La primavera llega como una invitación abierta para los amantes del running: el sol empieza a calentar, trayendo consigo temperaturas más agradables, los días se alargan y las calles se llenan de vida. Es el momento en el que muchos runners retoman con fuerza su rutina o incluso se animan a empezar. Pero lo que parece una estación ideal para entrenar puede esconder riesgos que afectan tanto al rendimiento como a la salud de quienes corren.
Uno de los factores más molestos para los runners en primavera es el aumento del polen en el ambiente. Para quienes padecen algún tipo de alergia, correr al aire libre puede transformarse en una tortura: estornudos constantes, picores, congestión nasal e incluso, en algunos casos, dificultad respiratoria. Por eso, los alergólogos recomiendan evitar salir a correr en las horas de mayor concentración de polen, como a primera hora de la mañana o al anochecer. Usar gafas deportivas y seguir un tratamiento antialérgico guiado por un especialista puede marcar la diferencia entre un entrenamiento frustrante y uno eficiente.
Por otro lado, la primavera no solo trae sol, también presenta contrastes en las temperaturas a lo largo del día que pueden jugar malas pasadas. Es frecuente que el runner salga de casa con una temperatura agradable y regrese con una bajada brusca de grados o incluso lluvia. Estas variaciones pueden irritar las vías respiratorias, propiciar infecciones o desatar crisis asmáticas, especialmente en personas sensibles. Por ello, la vestimenta por capas, el calentamiento previo y una buena hidratación se convierten en herramientas básicas para el runner.
El cambio de estación afecta al ritmo circadiano, alterando el sueño, la sensación de descanso y, por ende, a la motivación y el rendimiento. La conocida como 'fatiga primaveral' puede hacer que el cuerpo se sienta más pesado o lento, algo que desconcierta a muchos corredores que entrenan con regularidad. Para mitigarla, los expertos aconsejan mantener una rutina de sueño estable, alimentarse bien con productos frescos y ricos en nutrientes y proteínas y no forzar entrenamientos de alta intensidad en días en los que uno se pueda sentir más cansado de lo habitual. En esos momentos, un rodaje suave puede ser mucho más beneficioso que una sesión exigente.
Es cierto que la llegada del buen tiempo invita a salir a correr con más energía, pero también conlleva el riesgo de hacerlo sin una progresión adecuada. Quienes han pasado el invierno con poca actividad física pueden verse tentados a recuperar el tiempo perdido de golpe, lo que multiplica el riesgo de lesiones musculares, tendinitis o sobrecargas articulares. Para evitarlo, es clave realizar un buen calentamiento y aumentar la intensidad de forma progresiva.
Los runners suelen cuidar su alimentación pero, durante la primavera, los cambios en la dieta y las condiciones climáticas pueden alterar el sistema digestivo y es que los problemas digestivos se vuelven más frecuentes en esta época del año si no se tiene cuidado con la alimentación y los horarios de ingesta. Además, las variaciones de temperatura también afectan a la tensión arterial, lo que puede provocar mareos o descompensaciones, sobre todo en personas hipertensas. Por eso, el especialista recomienda mantenerse bien hidratado, evitar correr justo después de comer y controlar regularmente la presión arterial en quienes ya tienen antecedentes.
Finalmente, no todos los efectos de esta estación del año son tan visibles. En runners con predisposición a migrañas, la exposición al sol o el propio esfuerzo físico pueden desatar fuertes dolores. También las enfermedades autoinmunes tienden a empeorar en esta época debido a factores ambientales. Para esquivar estos problemas es aconsejable evitar entrenar en las horas de mayor exposición solar y, sobre todo, seguir controles médicos frecuentes para ajustar los tratamientos en caso de que fuera necesario.
Como conclusión, la primavera puede ser una especie de paraíso para el runner, pero también un arma de doble filo si no se toman las precauciones pertinentes. Escuchar al cuerpo, adaptar el entrenamiento al entorno y no dejarse llevar únicamente por la motivación son las claves para disfrutar de esta estación sin sobresaltos. Porque correr no es solo cuestión de piernas, también lo es de cabeza, de intuición y de equilibrio con el entorno.
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