Borrar
Empinismo y otras fantasías del deseo tardío
Newsletter Revista de Valencia

Empinismo y otras fantasías del deseo tardío

Elena Meléndez

Valencia

Lunes, 27 de octubre 2025, 01:16

Me encuentro hace días en una cena con amigos que estrenaron no hace mucho los sesenta. Uno de ellos narra su mes de agosto cuidando a su madre viuda (gajes de ser el único hermano soltero y sin hijos) instalados ambos en una casa de la zona de Rocafort y acompañados por una cuidadora interna, entregados a los paseos vespertinos, las partidas de truc, la misa dominical, el limón granizado casero y la lectura en voz alta de las páginas de sociedad de este diario, porque la bella y elegante mamma hace ya tiempo que empezó a perder vista. Para su sorpresa, lo que apuntaba a ser un verano monacal y algo deprimente, acabó en un reencuentro de viejos amigos y conocidos de la época del colegio en parecida situación, con las madres con un pie aquí y el otro en el más allá. El grupito empezó a darse cita en un bar local, una suerte de Cheers a la valenciana con terraza bajo una parra que derivó en muchas noches de cerveza, risas y algún que otro escarceo.

Otra de la mesa contó la historia de una conocida que, tras años de matrimonio y el consiguiente divorcio, quedó con un tipo de su quinta simpático, divorciado y con la autoestima en modo crossfit. La cita prometía hasta que, ya en casa de él y en plena refriega, ella empezó a escuchar un pitido persistente que despertó su curiosidad. Él se quitó la camisa dejando al descubierto un smartwatch rodeando su muñeca y marcando el ritmo como si fuera a despegar. «Tranquila, es para controlar las pulsaciones», le dijo jadeante. El ritmo del pitido fue in crescendo hasta el punto de que mi amiga perdió la concentración pensando en que el hombre que transpiraba sobre ella estaba al borde del infarto. Pero nunca llegó la consumación. Él la bloqueó al día siguiente, seguramente más por orgullo que por arritmia.

La anécdota nos sirvió para abrir el melón del deseo sénior, que está más vivo de lo que muchos suponen, aunque no siempre en buena forma. Mis amigos coincidían en que hay más movimiento que a los cincuenta, que las apps de citas bullen de perfiles con filtros indulgentes y biografías bizarras que incluyen fotos de gatos, selfies imposibles birra en mano y panorámicas desenfocadas de paisajes o atardeceres. Él acuñó el término 'empinismo' para referirse a la nueva religión que mide la virilidad en grados de ángulo, y reconocía que muchos de sus amigos buscan mujeres más jóvenes «por seguridad estructural». Lo dijo así, con tono técnico, como si una mala noche fuese un fallo de ingeniería. «Aunque la realidad es que a esta edad nos iríamos a la cama con cualquiera que nos mire dos segundos seguidos», terminó sincerándose. Ella, en cambio, puso cara de saberlo todo. «Las mujeres de sesenta hemos sobrevivido a matrimonios, menopausias y machismos. Pero seguimos creyendo en el amor, lo que demuestra que el optimismo es una enfermedad crónica». Aun así, aseguró, la mayoría fantasea con un romance, algo que dure más que un revolcón, aunque saben que el panorama no es propicio para eso. Porque el mercado del deseo a esta edad también es patriarcal. Si ellos rejuvenecen al divorciarse, nosotras nos volvemos «invisibles» en cuanto apagamos una vela de más. A ellos los aplauden por «mantenerse activos» mientras nosotras parecemos desfasadas si nos ponemos un vestido ajustado.

Pero hay algo subversivo en seguir buscando placer en la madurez. Es una forma de resistencia contra el miedo, la soledad y la moral de los nietos. El sexo, con o sin smartwatch, se convierte en un gesto político: el cuerpo reclamando su derecho a no jubilarse del deseo. Mis amigos brindaron, entre carcajadas, por «seguir empinando la vida». Yo, que los escuchaba entre divertida y melancólica, pensé que a lo mejor el secreto está justo ahí, en seguir levantando algo, aunque solo sea el ánimo.

Si quieres seguir las entregas de 'Revista de Valencia', suscríbete en este enlace o en el apartado 'Newsletters' de la web de LAS PROVINCIAS.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Empinismo y otras fantasías del deseo tardío