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Las Fallas llegan a sus días grandes. Las calles son un hervidero de propios y extraños en busca de la fiesta. Actividad frenética y no sólo de puertas afuera. También en los talleres de indumentaristas, floristerías y peluquerías. Las agendas de unos y otros están cerradas con una nómina de clientes que se rebosa. Ahora llega el momento de la verdad. Acelerar se impone para que todo esté preparado a la hora desfiles para recogida de premios, pasacalles de las comisiones y, sobre todo, para los dos días de ofrenda a la Virgen de los Desamparados. La situación se resume en una expresión: trabajar sin descanso.
«Nosotros entre los días 15 y 18 estaremos peinando desde las cuatro de la mañana hasta las 10 de la noche». Son palabras de David Bataller, peluquero de la casa Privilege de Burjassot que este viernes, 14 de marzo, ya empezará «a peinar para el día 17, a falleras que irán ese día a la ofrenda». Un sin parar para conseguir que todas las falleras que tienen en la agenda, incluida Berta Peiró, Fallera Mayor de Valencia, luzcan el mejor peinado. «Hacemos cien por día, una media de seis por hora». Tres peluqueros y dos maquilladoras a todo gas. Para que nada falle hay unas normas. Es irrenunciable que las clientas lleguen puntuales, de lo contrario no se las peina. Si no fuera así «sería imposible».
Está claro, para conseguir el objetivo no hay más secreto que la organización. Y si no, que le pregunten a Jaime Benavent, responsable de la floristería El Jardín de Teresa que para la ofrenda tiene ya preparados 1.700 ramos que están guardados en las cámaras, «No nos salimos del horario comercial», pero para ello hay que empezar pronto. El cuatro de marzo se pusieron a preparar las flores que esculpirán la imagen de la Mare de Déu. Y sin parar, «cada día desde entonces han preparado trescientos ramos cada día». Además, a los cerca de dos mil ramos de claveles, «la flor que más aguanta», se suman otros dieciséis para sendas falleras mayores, cinco canastillas grandes y pomells para los hombres, que cada vez se llevan más a la ofrenda. Aun cuando las flores están ya para salir, todavía queda otra gran cita: encajar y entregar las flores a las comisiones, lo que les lleva a tener que trabajar hasta el último día.
«Esto es una locura». Lo dice Salvador Pérez, del establecimiento Dalila, donde aseguran que la actividad no para. Allí no falta la afluencia de los de última hora, «sobre todo los hombres; las mujeres son más previsoras», pero alguna no demasiado. No faltan las que cuando abren el armario se encuentran con la falta de algún alfiler, con un corchete que se ha soltado o el descubrimiento de que el corpiño no le cabe y hay que comprar otro.
A esta descripción se añade la del indumentarista Jorge Faubel, de la firma 1700, quien asegura que lo que se suele buscar a última hora son las mantillas. En sus declaraciones Faubel constata un hecho que este año le alteró el ritmo de trabajo teniendo que acelerar las labores una vez resuelto. «La dana afectó a algunos de los proveedores de tejidos que tengo en Paiporta y en Beniparrel. También a un proveedor de bordados para las manteletas de Ribarroja». Entre unas circunstancias y otras, no sorprende que confiese que van «contra reloj, sin mirar las horas. Menos para comer y dormir estamos todo el día en el taller».
Las prisas de última hora de la clientela arrastran con ellas la premura en los establecimientos y así, la necesidad de echar horas. Desde la tienda de indumentaria Roa, su gerente, Chelo Miralles, explica que estos días y hasta el 18 por la mañana la jornada se alarga, sobre todo para el personal de costura. La tienda cierra a las ocho y media de la tarde, pero «estamos hasta las diez de la noche». Son los días de entrega de los últimos trajes. «El 14 de marzo es el límite». Además, hay que atender la tienda, donde estos días ya acude gente a comprar telas para el año que viene. Este año ésta situación se ha disparado. «Con la dana se perdieron muchos trajes» y hay falleras y falleras que para renovar su indumentaria no quieren esperar al 20 de marzo y no encontrar lo que buscan. Mientras Chelo habla con LAS PROVINCIAS, llega una clienta en busca de peinetas. Es el ejemplo de la última hora, a la que dedicar tiempo.
La trepidante aventura fallera, que empieza en septiembre ante la celebración de las presentaciones, afronta esta semana los aprietos de las últimas entregas y los retoques que llevan a que todavía en los talleres se esté trabajando. Y por si fuera poco, hay que preparar las rebajas que empiezan el día siguiente a San José. «El veinte de marzo a las seis de la mañana ya hay cola esperando para comprar en las rebajas», apunta Alejandro Moliner desde la tradicional tienda Álvaro Moliner.
En este establecimiento los empleados de costura están dando los últimos retoques a los trajes que han ido confeccionando y hay que entregar ya. Mientras, Alejandro cambia etiquetas y prepara las rebajas. El 19 es San José, día festivo, y no se puede dejar nada para el último momento. No pueden parar y así van describiendo jornadas que van «desde las ocho de la mañana a las diez de la noche». Así son las Fallas.
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