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Van Rossom, junto a sus padres y su pareja Jana Raman durante el izado de su camiseta. miguel ángel polo

El xiquet de Gante ya es una leyenda taronja

La Fonteta emociona a Sam Van Rossom en el doble homenaje de la retirada de su camiseta con el número 9 y el bautismo de la pista 5 de L'Alqueria del Basket

Domingo, 11 de mayo 2025, 13:31

Sam Van Rossom tiene 38 años, es padre de dos niños llamados Matteo y Luka y desde este sábado es una leyenda del Valencia Basket. El belga, que defendió durante diez temporadas la camiseta taronja donde ganó la Eurocup de 2014, la Liga de 2017 y la Eurocup de 2019, recibió un gran homenaje que fue doble, con la retirada de su camiseta con el dorsal 9 que ya preside el cielo de la Fonteta, algo que no se libró de las bromas del humor ácido del belga al señalar que estará sólo unos meses cuando llegue el traslado al Roig Arena, y el bautismo de la pista número 5 de L'Alqueria del Basket con su nombre. Acompañado de sus padres, de su pareja Jana Raman que también fue durante una temporada jugadora taronja, y de sus amigos, el 'xiquet de Gante' volvió a recordar que Valencia siempre será su segunda casa y que no descarta en un futuro establecer aquí su hogar y su desempeño profesional. En su primer año como exjugador está explorando, como le ocurrió en su momento a Víctor Claver, todas las opciones para poner el rumbo en la vida real. Ese muro que en ocasiones aparece para los deportistas tras una larga trayectoria.

Si algo quedó claro en un día de emoción para toda la familia taronja es que lo más importante de Van Rossom no son sus números de partidos, asistencias, triples o puntos, que están en los puestos más altos de la historia del Valencia Basket. Lo más importante del belga lo resumió el director general Enric Carbonell en una frase sencilla y, a la vez, cargada de verdad: «Desde que todos los trabajadores del club sabían que venía Sam, todo el mundo tenía una sonrisa estos días en las oficinas». Ahí reside el valor del xiquet, porque ese efecto no se compra con dinero, se tiene o no se tiene. La sonrisa eterna de Van Rossom es sanadora. Lo saben todos los que han (hemos) tenido el privilegio de conocerle. Esa sencillez también la llevó a su discurso. En el centro de la pista, e intentando contener la emoción, el belga más valenciano de la historia quiso acordarse desde los mecenas de la entidad, Juan Roig y Hortensia Herrero, hasta todos los trabajadores de la entidad, como el delegado Alfonso Castilla, el utillero Paco Plaza o su querido Kike Almela, el responsable de mantenimiento del club y que fue cogido en brazos por el de Gante en L'Alqueria, dejando una de las postales más simpáticas de la jornada. También se acordó, como no, de la afición. «Para mí siempre estará en mi recuerdo como soroll Fonteta», bromeó. Incluso evocó a una de las voces que más sobresalen durante los partidos. El de la aficionada que canta el «la vas a fallar» a los jugadores rivales durante los tiros libres. La carcajada general fue instantánea al plasmar ese momento, todo el mundo comenzó a cantarlo y hasta los jugadores del Gran Canaria, que se quedaron a presenciar el homenaje, no pudieron evitar la sonrisa al reconocer ese sonido que, sin ir más lejos, habían escuchado durante el partido. El belga fue capaz de hacer sonreír hasta a un grupo de jugadores que acababan de perder un partido.

Nadie quiso perderse el 'Sam day'. Tampoco la Asociación de Baloncestistas Profesionales, que homenajeó al exjugador. De la mano de Rafa Jofresa, otro base mítico de la ACB, le regalaron un reloj. Más material para el lado bromista de Van Rossom, que como un niño que recibe un juguete corrió a enseñarselo a todos sus amigos. Entre ellos el joyero Argimiro Aguilar, para que le diera su opinión. «Es bueno, es bueno», le contestó sin poder parar de reír por ese momento tan de Sam. «Me gusta tomarme la vida siempre con humor, desde el lado positivo e intentando sacar una sonrisa a todo», reconoció a este periódico tras el homenaje. Lo hizo, porque ser reflexivo y tener buen humor no es incompatible, para dar una sentencia: «Y lo hago porque bastantes desgracias tenemos ya en un mundo que cada vez está peor».

El cuarto jugador con más partidos de la historia del Valencia Basket tuvo tiempo para todos. No se olvidó, por ejemplo, de Marcos Coll. Un ejemplo de superación y, de largo, una de las personas más queridas por todos los jugadores y jugadoras que pasan por el club. Cambiando una frase que está muy de moda, no tenemos dudas y también tenemos pruebas. Si algo resume la personalidad de Van Rossom fue su discurso en la puesta de largo de la pista con su nombre en L'Alqueria. Fueron unos minutos dignos del mejor de los monólogos. Comenzó dando gracias al club por elegir una zona con parquet para recordarle «y no una camilla en la sala de fisios por algunas personas con un poco de mala leche habían propuesto» y terminó provocando la carcajada general, tanto al presidente Vicente Solá como al centenar de aficionados que presenciaron el acto: «Como hace tiempo que no hago discursos y menos en castellano intenté hacer algo que hacen los jóvenes. Me metí en ChatGPT, puse palabras como discurso, agradecimiento o Juan Roig, le di al enter y lo que me salió fueron los resultados de Mercadona de 2024, que fueron muy buenos por cierto. Me di cuenta que no me iba a ayudar mucho. Escribí algo más personal, en castellano y corregido por Guillermo Calvo, el jefe de prensa, con lo que si hay algún error es culpa de él».

El mecanismo del humor es el mejor para lidiar con los nervios y la emoción, que era lo que tenía en ese momento un Van Rossom que agradeció a su padre que le inoculara la pasión por el baloncesto «porque lo que he vivido en mi carrera supera cualquier sueño que pudiera tener de pequeño. Jugar en España siempre fue un sueño pero nunca pensé que iba a encontrar un hogar fuera de mi casa, porque Valencia para mí es mi hogar fuera de casa. Tampoco me hubiera imaginado que iba a formar parte del Valencia Basket durante diez años. Es un orgullo tener mi nombre en una pista como hicieron Víctor Luengo, Nacho Rodilla, Rafa Martínez y Víctor Claver. Espero haber sido, o ser en el futuro, una inspiración para algún niño o niña que pase por aquí». Esa dualidad, entre el buen humor y la emoción, fue la que marcó el día en el que Sam Van Rossom mutó en leyenda taronja. Capaz de hacer bromas con todo lo que sufrió con las lesiones al reconocer que le dio «muchas horas extras» a los servicios médicos y notar, a la vez, como su voz se quebraba cuando, sobre el parquet, recordó que lo único que quiso desde que llegó fue «darlo todo» cada vez que se vestía la camiseta taronja. Ese xiquet de Gante reconoció que cada vez que vuelve a Valencia regresa a Bélgica con esa sensación de dolor cercana a la melancolía por dejar algo que amas «y que luego mi mujer tiene que aguantarme unas semanas de mal humor en casa». Eso, la añoranza, es el mejor test para tener claro que Valencia siempre será su hogar y que, junto a sus seres queridos, formará siempre parte de la familia taronja.

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