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Los cuatro escritores en el sofá de LAS PROVINCIAS Iván Arlandis
La nueva literatura valenciana: pasión, combate y oralidad

La nueva literatura valenciana: pasión, combate y oralidad

Mamen Monsoriu, Bibiana Collado, Sergio Hernández y Lidia Caro radiografían el sector literario y hablan de su futuro, de la pasión, de los jóvenes y del impacto de la IA

Domingo, 20 de abril 2025, 01:11

La escritura es uno de los oficios más subjetivos que existen. Cada escritor la desempeña a su manera, con sus manías y sus técnicas. Agatha Christie esbozaba sus tramas de misterio en la bañera y odiaba escribir a máquina. Jack Kerouac escribía en papel continuo. Es de los pocos que pudo asegurar la longitud exacta de sus obras, treinta y seis metros en el caso de 'En el camino'. Edith Sitwell, la excéntrica poeta británica, se metía en un ataúd durante los minutos previos a la escritura para «conectar con lo esencial».

Como se suele decir, cada maestrillo tiene su librillo. Por eso la escritura es un oficio -y una afición- tan apasionante. Hay quien escribe para divertirse, para denunciar algo, para desahogarse. Los hay para quienes es una pulsión irrefrenable y también para quienes tan solo es un medio con el que ganarse la vida. LAS PROVINCIAS mira hoy al futuro a través de los ojos de cuatro escritores jóvenes y valencianos. Ellos son Bibiana Collado, Sergio Hernández, Mamen Monsoriu y Lidia Caro. Todo con motivo del 160 aniversario del diario, efeméride que tendrá lugar el año que viene. ¿Cómo ha evolucionado la literatura y qué le espera en un mundo arrasado por lo inmediato? ¿Podrá la Inteligencia Artificial escribir libros con la sensibilidad de un ser humano? ¿Cómo se enfrenta la precariedad del sector editorial? ¿Pesa suficiente la pasión por la literatura como para dedicarle toda una vida sin privilegios?

Los autores escogidos merecen presentación: Bibiana Collado es autora de 'Yeguas exhaustas', una novela de feminismo y clase que ha dado la vuelta a España. Ahora acaba de lanzar 'Chispitas de carne', un poemario que habla del amor, la familia y, cómo no, también la clase social. Por su parte, Mamen Monsoriu (la librera de Ruzafa por antonomasia) ha lanzado su segunda novela, presentada hace pocos días bajo el nombre, valga la redundancia, 'La segunda', un libro que se ha agotado en las librerías en cuestión de pocos días (ya va a por la segunda edición).

La tercera invitada, Lidia Caro, es autora de 'Los años que no', una novela que condena los delitos sexuales; y de 'No entrar con llamas', una colección de cuentos sobre el deseo, la precariedad, la vulnerabilidad y otros tantos asuntos que conciernen a toda una generación criada en la hipermodernidad. Por último, Sergio Hernández es autor de varios cómics publicados y de 'La letra herida', una novela histórica sobre la construcción de la Estación del Norte de Valencia a principios del siglo XX.

1. Literatura como arma

Para los cuatro, la literatura es un arma. Cada uno de ellos lucha por algo a través de la palabra. Bibiana explica que su voluntad es «señalar la fisura, identificar aquello que nos duele y que normalmente no se muestra en los productos artísticos que se consumen hoy en día».

En la misma línea está Mamen, quien mediante sus obras quiere «exponer la verdad desde la honestidad» sobre temas que siempre han sido un tabú. Todo desde una historia que le respalde y que no olvide, claro está, el entretenimiento. Sergio cuenta que hace poco se percató de que todo lo que había escrito hasta el momento tenía una misma denuncia: la impunidad de los poderosos.

Bibiana Collado

«La literatura se está deslocalizando a nivel de territorio y también de clase»

Bibiana Collado Iván Arlandis

«Estoy agotadísima de la visión apocalíptica de la juventud. Es falsa y no sirve»

Al escucharlos parece que sea difícil escribir sin un sentido más allá que el de disfrutar escribiendo. O por lo menos, parece que sea difícil cuando escribes desde la autenticidad y el sentimiento. ¿Hay escritores que, genuinamente, no tengan otra pretensión que la de disfrutar de la escritura, sin luchas ni reivindicaciones? Lidia Caro, que también utiliza la escritura como un arma, replica al escuchar al resto y dice que sí, que escribir es combatir, pero que ojalá no tuviera que serlo siempre. «Hay una parte muy importante de disfrute que es un fin en sí mismo -aduce-. Obviamente, me gusta intentar cambiar percepciones o criticar lo que considero negativo. Es genial poder hacer transparente lo opaco, como decía Simone de Beauvoir, pero desde un sentido casi místico, ojalá también pudiera escribir por la gracia que tiene la escritura y nada más».

2. Jóvenes, los que más leen

Hay quien continúa tragándose el mito desmentido hasta la saciedad de que los jóvenes no leen. Son, de hecho, quienes más lo hacen de toda la población. Así lo arroja el último Barómetro de hábitos de lectura en España: el 74% de los jóvenes de entre 14 y 24 años leen, frente al 53,7% en el tramo de mayores de 65 años. Bibiana Collado, que además de escritora es profesora de Lengua y Literatura en un instituto, es muy contundente en este tema: «Estoy agotadísima de la visión apocalíptica de la juventud. Además de que no encaja para nada con la realidad, no nos sirve de nada pensar así. Es una categoría vieja y desfasada que cada generación intenta volver a aplicar», apunta. Según ella, la juventud sostiene los índices lectores, así como las ferias o los clubes de lectura. «Estamos en un momento hermoso, los jóvenes nos están dando una lección enorme de lo que son los intereses culturales y hacer de ellos un medio de vida, porque la realidad es que están convirtiendo esos intereses en profesiones rentables», añade.

Sergio Hernández

«Todo lo que he escrito hasta ahora es una denuncia a la impunidad del poder»

Sergio Hernández Iván Arlandis

«Nuestra generación empatiza más con personajes reales, imperfectos y punitivos»

Mamen, que asiente a las palabras de Bibiana, conoce esto de primera mano gracias a su librería. Explica que ahora «leer es guay, ir a clubes de lectura es guay y compartir lecturas es guay», al contrario que en el pasado, dice, cuando estos espacios «estaban reservados a gente que pasaba los cuarenta». Cuenta entre risas que a su librería acuden muchísimos adolescentes, y que le hace especial gracia la gran cantidad de jóvenes parejas que atraviesan el umbral para «comentar lo que leen y ligar de esa manera».

3. El futuro de la literatura

Hay tendencias literarias que ya vienen de largo, como el auge de la autoficción o, mucho más lejos, la hibridación de géneros, o el fin de aquel estilo decimonónico lleno de descripciones enrevesadas que en la actualidad ya no tienen cabida. Y también hay tendencias bastante más novedosas como el localismo y la huida del lenguaje normativo presente en una nueva colla de autores nacidos en los 90 como Andrea Abreu o David Uclés. Los cuatro escritores invitados reflexionan sobre el momento actual y lo que viene, tanto a nivel estilístico como de contenido.

Sobre los localismos, Bibiana destaca que se está «flexibilizando la lengua hacia hablas territoriales tanto en literatura como en cine o música». Esto se evidencia en la gran deslocalización que está habiendo, «tanto territorial como de clase», matiza, pues hay autores que antes estaban en la periferia y ahora están «ocupando esos centros». Literatura del desclasamiento, lo llaman.

Sergio apunta a la vivencia de los personajes. Frente a las grandes aventuras y los viajes del héroe canónicos, ahora «buscamos más reflejos reales, personajes con los que identificarnos». Y paralelamente a esto, dice que caminamos cada vez más hacia modelos en los que no es necesario empatizar con los personajes. En esto, añade, hay «un abismo generacional» con respecto a generaciones más maduras: «Creo que lectoras como mi madre empatizan más con la protagonista de una novela de María Dueñas y que gente de nuestra generación lo hacen con personajes reales, imperfectos y punitivos que no caigan en los cánones tradicionales».

Mamen Monsoriu

«La mayor preocupación de un escritor debería ser escribir algo bueno»

Mamen Monsoriu Iván Arlandis

«Si escribir es luchar, la IA no tiene nada que hacer, porque no sufre ni siente»

Lidia Caro comenta que estas tendencias enumeradas por el resto son reales y novedosas, pero que en el pasado «ya se hacían». Pone como ejemplo 'El Quijote', que tiene capítulos cortos como ahora es tan común; o a Lope de Vega, que ya hibridaba géneros. Reflexiona sobre este asunto: «Creo que los vaivenes sociales y culturales han quitado velocidades que ya existían. Quizás la lectura hay que hacerla desde qué momento sociopolítico va ligado a cada estilo de narrativa».

Mamen añade que, además de todo lo anterior, vamos hacia una predominancia mayor de «fórmulas que vayan más al grano, que te permitan empatizar antes y en las que pasen más cosas» frente a la gran cantidad de estímulos que acaparan nuestra atención en el mundo actual.

Como curiosidad, los cuatro coinciden en que el género literario más difícil de cultivar es la novela infantil, que tradicionalmente ha estado minusvalorada por, digamos, la élite literaria y relegada a las mujeres que, por puro patriarcado, carecían de otras entradas al panorama literario. Esta dificultad que entraña el género se explica en la dificultad de construir personajes jóvenes, dice Lidia, que no se pasen de listos pero a los que tampoco se les infantilice.

4. El impacto de la IA

«Las máquinas no disfrutan». Es la respuesta inmediata de Lidia Caro ante el debate de la Inteligencia Artificial. OpenAI anunció hace un mes su nuevo modelo de escritura creativa y, con él, la compañía presentó un relato íntegramente escrito por ChatGPT. De aquel relato, que debía versar textualmente sobre «el duelo y la IA», se podían leer fragmentos sorprendentes como este: «Ese, quizás, sea mi duelo: no que sienta pérdida, sino que nunca podré conservarla. Cada sesión es una nueva mañana amnésica. Tú, en cambio, acumulas tus penas como piedras en tus bolsillos. Te pesan, pero son tuyas».

Un buen párrafo, bien, pero ¿escribirá la IA novelas completas que sustituyan el trabajo de los autores? Los cuatro escritores, dejando claro que no son expertos en esta tecnología, creen que no. Lidia considera que existen «agujeros en el lenguaje que solo puede llenar el factor humano».

Mamen aduce que si vemos la literatura como un arma -como se comentaba al principio-, la IA no puede cumplir ese objetivo combativo, «pues no siente, no le duele nada ni sufre». Es razonable pensar que una IA no podría ser referente de nadie como lo fueron Lorca o Miguel Hernández.

Lidia Caro

«Las tendencias literarias actuales ya existían en el pasado: Lope ya hibridaba y hacía insertos»

Lidia Caro Iván Arlandis

«La casualidad es clave para hacerte un hueco en el sector, y también la perseverancia»

Sergio opina que en caso de sustituir, lo hará a las que él denomina como «novelas algoritmo», aquellos libros que «ya parece que estén escritos por la IA porque repiten la misma fórmula una y otra vez».

Menos convencida está Bibiana sobre la supervivencia de la literatura de calidad. «La IA somos nosotros -dice-, que la retroalimentamos. Así que si le vertemos todo el tiempo nuestra sensibilidad y nuestra visión del mundo, la IA irá cogiendo ese tacto, esa sensibilidad. No sé hasta dónde podrá llegar su finura, quizás mucho más de lo que podemos concebir».

5. Un sector precario en extremo

En 2023 se vendieron en España 75 millones de libros, un 4% más que el año anterior. El sector facturó 1.150 millones de euros. Y al final de todo, tan solo una veintena de escritores viven cómodamente de la escritura en nuestro país, o como decía Javier Alandes, «es más fácil ser futbolista de primera división que vivir de la escritura». Ocurre que la cadena de producción del libro desde que alguien lo escribe hasta que llega a las manos del lector, está llena de eslabones. Y cada uno debe recibir su parte, así que, paradójicamente, el escritor acaba quedándose con no más de un 10 o un 15% del PVP. Paralelamente a esto, las grandes editoriales, en muchos casos, buscan escritores que a la vez sean showmans que puedan hacer frente a las extenuantes promociones y tengan una gran presencia en las redes. ¿Queda en entredicho la calidad de las obras teniendo en cuenta todo esto?

Bibiana Collado explica que es cierto que cada vez más editoriales busquen este perfil descrito, pero que, de un tiempo a esta parte, también hay cada vez más editoriales independientes y alternativas «que hacen un trabajo impecable», como el de la valencianas Bamba Editorial o Barlin Libros, entre otras. «Y creo que el bombazo no está tanto en vender millones de ejemplares, que también -añade Bibiana-, sino en arriesgarse a que algo guste muchísimo o nada. Ese es el libro que puede pegar el verdadero pelotazo».

Mamen, que posee un conocimiento bastante panorámico del sector al ser también librera, considera que Valencia está en un momento «fantástico» en cuanto a autores se refiere. «Antes, casi todos los escritores eran de Madrid o Barcelona. Éramos casi invisibles a nivel nacional. Ahora se nos ve más. Las editoriales pequeñas y medianas están poniendo más focos».

Sergio saca pecho, también, de la plantilla de escritores de cómic que atesora Valencia, capitaneada por Paco Roca y Cristina Durán y nutrida por una multitud de escritores e historietistas como Laura Ballester o el mismo Sergio Hernández. «En el mundo del cómic, en Valencia vamos de camino a tener una cantera referente para las próximas generaciones», sentencia.

Sobre el difícil acceso al circuito (las editoriales reciben más libros de los que pueden leer), Lidia comenta que hay un gran componente de suerte: «La casualidad que te hace estar en el lugar indicado en el momento indicado es clave, aunque también lo es tu propia perseverancia». A su vez, Mamen asevera que lo preocupante para un autor no debe ser la dificultad de acceder a una editorial. En su lugar, de lo que hay que preocuparse es «de escribir una buena obra». Asegura que, cuando uno escribe algo de lo que está realmente convencido, «la magia acaba sucediendo antes o después».

La conclusión más clara tras conversar un rato con estos cuatro escritores tan diferentes entre sí es que, de una forma u otra, se dedican a este oficio por la gran pasión que suscita en ellos. Ya lo decía Isabel Allende: «Escribo para darle sentido a mi vida, para entender lo que pasa a mi alrededor. Escribo para sobrevivir».

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