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Los grandes maestros influyen en generaciones posteriores. Los artistas beben de sus antecesores y no disimulan sus referencias, sino que las interpretan, las ensanchan, las amplían. Hay dos artistas valencianos que han visto en las Meninas de Velázquez un filón: Soledad Sevilla (Valencia, 1944) y (Manolo Valdés, 1942). La primera tiene una serie de pinturas geométricas y el segundo una colección de esculturas. A ambos se le reconoce por estas obras y otras tantas. La influencia de Velázquez en los autores contemporáneos es incuestionable.
Es menos evidente la influencia de Sorolla en la producción de Sevilla y Valdés, pero este segundo hizo una excepción que cobra relevancia en la actualidad. En 2009 Valencia conmenoró por todo lo alto el centenario de la Exposición Regional y del himno regional. En 1909 Valencia quiso y supo demostrar todo su potencial, toda su ambición por convertirse en una gran ciudad, por ser un referente de modernidad, dinamismo y progreso. Un siglo después la capital quiso recordar esa pujanza cultural y social.
El cartel conmemorativo de la efeméride fue obra de Manolo Valdés. El artista lo había hecho, según la alcaldesa Rita Barberá, de forma desinteresada. Se trata de una grupa luminosa, donde una pareja con traje regional cabalga a lomos de un caballo negro (el que pintó Sorolla era blanco). Valdés emplea un lenguaje artístico más gráfico que las acuarelas de Sorolla, pero ambas piezas son una celebración de la vida, de la alegría y de las ganas de compartir. De eso va el espíritu mediterráneo.
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¿Por qué está de actualidad la grupa sorollista de Valdés? Porque puede ser una de las piezas del futuro Espai Manolo Valdés, que se ubicará en el muelle 3 del Parque Central. «Será un espacio en el que temporalmente se mostrará mi obra. Es importante que no sea eternamente porque la gente se aburre y entiendo que reclame cosas nuevas, que vengan otros políticos, que surjan ideas diferentes. El acuerdo es de 10 años y luego veremos si acordamos prorrogarlo. Me enorgullece que la alcaldesa haya pensado en mí y me consta que quiere promover otros espacios para el arte y otros creadores porque lo importante es que Valencia sea culturalmente variada y que las cosas funcionen. Para mí es esencial que el proyecto sea sensato, porque a veces desde el desconocimiento se lanzan iniciativas sin sentido», explicó en una entrevista reciente con LAS PROVINCIAS.
Manolo Valdés es el único español en la lista de los cien artistas de todo el mundo que más obras vendieron en subastas de arte contemporáneo durante 2024. El pintor y escultor valenciano afincado en Nueva York ocupa el puesto 54, con unas ventas de 2,29 millones de dólares en la lista del informe anual que elabora la aseguradora Hiscox. «Últimamente me he dedicado a la escultura pública y de gran tamaño y en Valencia exhibiré mi colección de este tipo de piezas, que ahora están en otras ciudades. Habrá obras icónicas, reginas, reinas marianas... En un 75% ya las tengo elegidas», avanzó.
El autor de 'La Pamela' en la Marina y 'La dama ibérica' en la avenida Corts Valencianes reside desde hace 45 años en Nueva York. En su ciudad natal, donde el Centro de Arte Hortensia Herrero expone piezas del valenciano, cobrará vida un espacio monográfico. Sera en un espacio singular, dado que el muelle 3 no es una sala de exposiciones al uso, y de valor patrimonial e histórico (fue un almacén de mercancías, construido entre 1906 y 1910 bajo dirección de Demetrio Ribes). Su ubicación, en pleno barrio de Ruzafa, contribuye a extender la oferta artística más allá de los museos y por toda la ciudad. La obra de Valdés se adapta bien a espacios púbicos y abiertos, es decir, tiene buen encaje en el Parque Central.
La nave está en el número 28 de la calle Filipinas. Aunque el Ayuntamiento la cedió al IVAM en 2020, en enero de este año se formalizó la renuncia del museo, que no tiene disponibilidad presupuestaria para acometer una segunda sede en la capital del Turia. El muelle 3 del Parque Central es un bien de relevancia local (BRL). Tiene una superficie de 1.128,40 metros cuadrados con 80,5 metros de largo y 14 metros de anchura recayente a la calle de Filipinas. El edificio tiene un interior diáfano, aunque se planteaba obras que permitirían al espacio disponer de dos salas de diverso tamaño para acoger instalaciones, proyecciones y obras pictóricas de grandes dimensiones, obras multimedia, performance y proyectos experimentales en danza o en el campo audiovisual.
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